En julio de 1990, casi un mes después del primer levantamiento indígena moderno, se realizó en Quito el Primer Encuentro Continental de Pueblos Indios dentro de las actividades de la Campaña 500 años de Resistencia Indígena y Popular. La idea era rechazar las celebraciones del V centenario del llamado “Encuentro de dos mundos” que desde los Estados y gobiernos de América Latina, España y Portugal venían promoviendo.
En general, buscaba contradecir las narrativas dominantes de las sociedades y estados (pos) coloniales, según las cuales, el 12 de octubre de 1492 era el día de la hispanidad, del encuentro de dos mundos, del mestizaje, ocultando el inicio de la conquista y el coloniaje de los pueblos y naciones originarias de Abya Yala.
Así, en la Declaración de Quito de aquel encuentro se puede leer:
Que nuestra lucha no es un mero reflejo coyuntural por la recordación de los 500 años de opresión, que los invasores, en contubernio con los gobiernos “democráticos” de nuestros países quieren convertir en hechos de celebración y júbilo. No obstante, los pueblos, nacionalidades y naciones indias estamos dando una respuesta combativa y comprometida para rechazar esta “celebración”, basada en nuestra identidad, la que debe conducimos a una liberación definitiva[1].
La autodeterminación de los pueblos y naciones originarias respecto de la dominación y explotación capitalista era el horizonte. Y esto no sería posible “sin autogobierno indio y sin control de nuestros territorios”. Política y economía enlazadas en la lucha por la liberación, objetivo que sólo se conseguiría en la lucha y en alianza con otros sectores populares “junto a campesinos, los obreros, a los sectores marginados, intelectuales comprometidos con nuestra causa, para destruir el sistema dominante y opresor y construir una nueva sociedad”.
Una de las resoluciones fue:
Luchar contra las políticas actuales de los gobiernos de nuestros países de modernización, privatización, de subordinación total al imperialismo estadounidense, europeo, israelí y japonés; pues para los pueblos indios ha significado despojo de tierras y recursos naturales, convirtiéndonos en trabajadores explotados”.
Finalmente, las organizaciones indígenas reunidas en aquel Encuentro sentenciaron que “La respuesta a 1992 [o sea a los 500 años del inicio de la conquista], debe ser la unidad y la movilización […] y el rechazo de la celebración del V centenario”.
Los días previos al 12 de octubre de 1992, las carreteras que conectan Ambato con Riobamba, Guaranda, Baños amanecieron bloqueadas, Riobamba –dicen los diarios de ese tiempo- virtualmente aislada, el Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC) marcha hacia Quito para reunirse en las marchas y protestas convocadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) para el 12 de octubre, en Cañar y Azuay se dan marchas y actos políticos de rechazo a la fecha. A Quito, bajo la consigna “no bailaremos sobre la tumba de nuestros abuelos” llegaron miles de campesinos e indígenas[2].
Casi veinte años después el 21 de octubre de 2011, bajo Decreto Ejecutivo 910 se declara el 12 de octubre de cada año como “‘Día de la Interculturalidad y Plurinacionalidad’, destinado a reconocer y rectificar el verdadero significado del acontecimiento del 12 de octubre, promover el diálogo entre las diversas culturas y saberes…”[3].
Dicen que la memoria y el olvido van de la mano, mientras se recuerda algo, se olvida al mismo tiempo otro. Mientras se “reconoce” y “rectifica el verdadero significado del acontecimiento” bajo un nuevo nombre (interculturalidad y plurinacionalidad desde el Estado) se promueve el olvido y el ocultamiento de la historia real y de sus sentidos para el presente, es decir, de lo que realmente significa el inicio de la invasión y la dominación de pueblos y naciones por el capitalismo europeo de la época.
No es casual que, mientras se reconocía el Estado como plurinacional –colocado al final de la declaración constitutiva del Estado–, que mientras se declaraba el 12 de octubre como día de la “interculturalidad y plurinacionalidad”, se reprimía y deslegitimaba la lucha del movimiento indígena. Se daba al mismo tiempo por superada la lucha histórica del movimiento indígena y se cerraba así las posibilidades de un debate amplio sobre las implicaciones de la plurinacionalidad, exigido a lo largo de la década de la Revolución Ciudadana.
La plurinacionalidad como proyecto de transformación fue reprimido y traducido por el Estado, a nivel discursivo con declaraciones pomposas como la del 12 de octubre, y nivel concreto, por medio de la conocida represión del movimiento indígena crítico por parte del gobierno.
La declaración de 2011 como día de la “interculturalidad y plurinacionalidad” muestra mucho cómo el Estado entendió y tergiversó el sentido de la lucha indígena hacia “el diálogo entre las diversas culturas y saberes”, como si a eso se habría limitado el horizonte político del movimiento indígena.
Se afirma que el peso de las ideologías es tal que tienden a reproducirse a lo largo de la historia. Cuando el decreto 910 de 2011 habla de interculturalidad, de diálogo entre culturas, pareciese que la ideología colonialista del “Encuentro de dos mundos” de veinte años antes, se reactualiza bajo otros términos en la actualidad. La interculturalidad así parece ser una renovación del ocultamiento de la explotación y la dominación del capitalismo y el colonialismo, que aún no ha sido superado. Pero con declaraciones como esas y muchas otras, tiende a dar por sentado en la realidad algo que no sucede.
El movimiento indígena de 1992 decía contraponerse a la celebración del “inicio de la conquista”, sugiriendo a la vez que esa empresa continúa con modos renovados.
Bolívar Echeverría decía que mientras no se produzca una transformación radical de la modernidad política en tanto tal, todo intento de “aceptar a los indios” será un modo benigno e hipócrita de posponer el capítulo final de la conquista[4]. Y cuando vemos que, mientras se habla de interculturalidad, de una plurinacionalidad atrapada en los juegos legales del mismo Estado moderno liberal, continúa el despojo de territorios por la minería, por el extractivismo petrolero, por la agroindustria y el acaparamiento de tierras y agua en manos de las empresas, entonces tendríamos que pensar qué sentido tienen estas declaraciones sino el ocultamiento y la promoción del olvido de las luchas históricas, pero a la vez tan actuales de los movimiento indígenas y populares a lo largo de toda Abya Yala. Es una forma de despojo de la memoria, de los sentidos de las luchas tan a tono con lo sucedido en las últimas décadas. Socialismo, feminismo, ecologismo y plurinacionalidad convertidas en palabras vaciadas desde los gobiernos.
Algunos dirán, ¿qué sentido tiene recordar el 12 de octubre como el inicio de la conquista, el despojo, de la dominación?, dirán como buenos (pos)modernos, “los indios viven del pasado, del resentimiento, ahora ya no hay racismo, somos interculturales, viva la diversidad cultural”.
Karl Marx, decía en el capítulo sobre la acumulación originaria que el descubrimiento en América del oro y la plata, el exterminio y la esclavización de la población aborigen, la conquista y el saqueo de las Indias Orientales y la transformación de África en un lugar de caza de pieles negras son los factores fundamentales de los albores del modo de producción capitalista[5]. Es decir, el capitalismo y el colonialismo -el sometimiento de los pueblos originarios– están estrechamente unidos. Y el capitalismo no ha sido superado aún. Sabemos ahora que ese proceso de acumulación originaria, es renovado cíclicamente por el capitalismo para poder sobrevivir. Así los saqueos, los exterminios, el despojo de territorios y tierras son actuales a nivel mundial. Chevron acaba de decir que no va a remediar nada en la Amazonía dejando despojados a los pueblos indígenas que dependen de la selva para vivir; en Colombia se asesinan casi diariamente a líderes campesinos indígenas; en Perú se persigue a un líder aymara en Puno por oponerse a la minería; en Chile y Argentina se persigue al pueblo mapuche para despojarles de sus últimos territorios y entregárselos a Beneton y las agroforestales, y en Brasil acaba de ganar un líder claramente fascista que ha dicho que terminará con las reservas y territorios indígenas.
Y no sólo a nivel material, a nivel subjetivo, cada día van agonizando decenas de idiomas indígenas, de prácticas culturales y de saberes en el olvido y el desprecio de la sociedad. Se habla de interculturalidad pero cuánto de la sociedad, cuanta de la misma izquierda se ha tomado en serio la descolonización, la plurinacionalidad desde abajo, desde actos tan simples como aprender a hablar por lo menos un idioma indígena, o a repensar y asumir un mestizaje no-colonial, a interpelar prácticas racistas y paternalistas con respecto a los pueblos indígenas, hasta cuestiones más complejas como incorporar en sus aparatos teóricos y organizativos la amalgama clase-raza-género.
En esas condiciones qué sentido tiene celebrar el Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad si en la realidad nada de lo que mínimamente dicen esos conceptos (ahora ya vaciados de contenido de lucha) se pone en práctica. Parecen –como dijeron los movimientos indígenas de 1992 en aquel encuentro– de nuevas mistificaciones, de fetichismos que sirven para ocultar la dominación capitalista colonial y patriarcal que cada vez más destruye la madre tierra y sus pueblos, mujeres, varones y niñxs.
El 12 de octubre, tal como es aún el 1ero de mayo “Día de los trabajadores” –o sea, de los que producimos la riqueza–, tal como el 8 de marzo “Día de la mujer” o de las luchas feministas debería ser un día de lucha por la descolonización material y subjetiva del capitalismo. Un recuerdo de que la conquista y la colonización siguen en marcha de la mano del capitalismo y el patriarcado.
Y en esa lucha y memoria, al igual que todos somos de alguna manera trabajadores, que también sufrimos el peso del patriarcado, todos –como decía Silvia Rivera– somos colonizados, seamos indígenas o mestizos, y por tanto es tarea de todos luchar por una verdadera plurinacionalidad descolonizadora anticapitalista y antipatriarcal.
*Máster en Sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
[2] En Kinto Lucas, La Rebelión de los indios, 2000.
[3] Decreto Ejecutivo 910 del 21 de octubre de 2011.
[4] En “Cuatro apuntes”, Vuelta de Siglo, 2006.
[5] En “La llamada acumulación originaria”, El Capital, 1977.