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ARGENTINA: EL VOTO TROSKO (EXPLICADO A UN FINLANDÉS). Por Pablo Stefanoni

Revista Panamá 

24 de Julio 2015

Mario Wainfeld creó el personaje del politólogo sueco al que cada tanto tiene el desafío de explicarle el peronismo infinito para que termine su tesis de postgrado sobre la Argentina. Pero últimamente nos topamos con otro doctorando, un politólogo finlandés (así mantenemos el mismo temperamento nórdico y la misma distancia sociológica), al que debemos explicarle otro fenómeno complejo de nuestro país: por qué crece el trotskismo en la Argentina; por qué después de décadas, este wing de la izquierda ha crecido en varios ámbitos de manera simultánea: sindicatos, universidades y urnas, especialmente en el interior, donde tiene diputados y senadores en varias provincias (entre ellas Mendoza, Salta y Córdoba).

Además, luego de leer los periódicos partidarios (La verdad obrera, del PTS, y Prensa Obrera del PO) el politólogo finlandés mostró signos de desorientación: mientras que el PO acusa a sus aliados del PTS de “usurpadores” de bancas, este acusa al PO de centrista y de no apoyar la huelga de Lear. Y ambos se tratan de sectarios y autorreferenciales. Lo de la usurpación –término que parece algo exagerado para quienes militan juntos– se debería a que los diputados del PTS se negaron a conformar un bloque parlamentario común con sus colegas del PO en varias legislaturas, aunque sí se mantiene la rotación de las bancas pactada entre las tres fuerzas del FIT cada dos años. Y ni hablar si el politólogo nórdico se mete un rato en las redes sociales: allí las chicanas e insultos se descontrolan por completo, la militancia contra el “otro” en el FIT es 24hs los 7 días a la semana. Altamira ya había dicho que el que rompe el FIT se suicida y por eso, por ahora, nadie quiere sacar los pies del plato de un frente exitoso, pero tampoco dejan de considerar que “la revolución” es un juego de suma cero, donde el PO debe crecer a costa del PTS y viceversa.

Acá hay que explicarle al joven de Helsinki que el trotskismo argentino se constituyó en su versión actual a partir de un clivaje entre “morenistas” y “altamiristas”. Los primeros siguieron a Nahuel Moreno y construyeron el MAS, que llevó a Luis Zamora al Parlamento en 1989, cuando se caía el socialismo real, en una alianza trotsko-comunista: Izquierda Unida (Echegaray había decidido virar a la izquierda). La fórmula presidencial era Vicente-Zamora. Incluso hubo una interna abierta que fue toda una innovación política.

Zamora entró al Congreso y se habló del primer diputado trotskista de América Latina, lo que no era cierto); el legislador ocupó todas las pantallas cuando se levantó a repudiar un homenaje a Bush en el Congreso argentino con un nivel de cipayismo que hoy parece inverosímil (y en ese caso, los cipayos eran los peronistas).

Los segundos formaron primero Política Obrera y luego el Partido del mismo nombre, que consideraba que el MAS era “democratizante” (un término algo curioso para decir reformista o no revolucionario), casi socialdemócrata, e hicieron de la crítica implacable –al borde del agravio permanente– al resto de la izquierda su marca de fábrica. En 1989 Altamira tuvo repercusión con un spot en el que mandaba al jefe del Citibank a laburar y golpeaba la mesa de una forma que hoy cambió por modales más corteses hacia sus interlocutores.

El MAS estalló en varis pedazos y el FIT juntó a dos de ellos (el Partido de los Trabajadores Socialistas, una de las primeras escisiones, e Izquierda Socialista) y unió así a aliados/enemigos que no se soportan, no confían entre sí y consideran que la Historia les reserva la puerta sólo a uno de ellos, como en El proceso de Kafka (Ninguna otra persona podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Ahora me voy y cierro la puerta). Antes de llegar a esa instancia, uno u otro deberá deshacerse del adversario; la lucha de clases los pondrá a prueba y solo quienes tienen el programa suficientemente templado llegarán a esa puerta del Palacio de Invierno.

¿Pero por qué crece el FIT?, pregunta el finlandés. En líneas generales porque desapareció casi todo el resto de la izquierda (el PC sólo logró poner a Patricio Echegaray en el último lugar de la boleta para el Parlasur), la izquierda independiente de 2001, con tonalidades autonomistas, se debilitó y una parte, Pueblo en Marcha, se sumó al FIT desde una sensibilidad política mucho más nacional-popular que la del trotskismo. Por eso el PTS rechazó su ingreso, que fue habilitado por el PO y su aliado Izquierda Socialista. Pero quizás habría que distinguir tres escenarios.

El crecimiento en el interior del país parece expresar un interesante rechazo a las “castas” –el FIT crece además, en mayor medida, donde no hay centroizquierdas fuertes y puede presentarse como receptáculo del voto inconformista. En Mendoza o Salta, es un factor de renovación política –un poco de aire fresco en sistemas políticos viciados. El PO salteño se parece más a una izquierda popular que al viejo PO porteño y de ahí proviene gran parte de su éxito (llegó a sacar el 30% de los votos en las municipales de Salta capital).

En el sindicalismo los partidarios del FIT son un factor de oposición a la burocracia mafiosa: sindicalistas honestos que defienden a todo pulmón los intereses de las bases. No es poco en el mundo gremial argentino de hoy. La muerte de Mariano Ferreyra en 2010 se vinculó a la actividad del PO entre la clase obrera precarizada (la implantación fabril del PTS, con tonalidades tan universitarias, es un elemento a analizar, al que el tesista deberá dedicar varias páginas, como fue importante en los primeros 2000 la implantación territorial del PO).

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Menos interesante es el crecimiento del FIT en la UBA, donde aparece como la expresión de una radicalidad artificial y sobreactuada. El “curioso incidente de la mesita”, en el que un militante del PO se quejaba amargamente de que le usaran su “mesita” para el publicitado evento del posporno, podría sobreinterpretarse un poco (tomemos la licencia dado que estamos hablando de la Facultad de Ciencias Sociales): el PO ha hecho siempre del agitativismo una marca de identidad en detrimento de otras facetas de la militancia como el estudio y el estímulo al pensamiento crítico, y en ese marco, la mesita, en la que se vende el periódico y se reparten volantes, es un espacio neurálgico y fetichizado del accionar político. Pero ¿La UBA está mejor con tantos centros en manos de partidos del FIT, más del PO que del PTS? ¿qué tipo de debates públicos alentaron desde la FUBA?, ¿qué lugar disputa el movimiento estudiantil hoy?

El doctorando de la universidad de Helsinki asiente, y pregunta: pero, ¿por qué crece el FIT si la sociedad argentina no transita ningún proceso de radicalización evidente?

Este es un punto central. Podríamos plantear que, desde el punto de vista de sus votantes, el FIT no superó revolucionariamente a las anteriores izquierdas (con grados de radicalidad diversos) sino que ocupó en gran medida su lugar, obviamente con sus propias tonalidades discursivas. Ahí está el (enorme) corte de boleta en la ciudad que llevó a Marcelo Ramal –candidato a diputado– a obtener el 4,8% frente al 3,1% de Myriam Bregman (candidata a Jefa de Gobierno). El argumento de Prensa Obrera fue casi divertido: en lugar de reconocer que mucha gente votó Recalde-Ramal o Lousteau-Ramal y sacar alguna consecuencia honesta de ello, atribuyó el resultado a la buena campaña del PO y la mala campaña del PTS. Si en el comienzo el FIT hacía cierres de campaña comunes y festejaba en el mismo búnker, eso ya es cosa del pasado.

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Ahora el frente es un matrimonio que duerme en camas separadas y sospecha todo el tiempo de todo tipo de infidelidades del otro: el PO dice que el PTS tiene el apoyo de sectores del kirchnerismo (para las PASO), y el PTS que el PO busca llenar al FIT de populistas como el Perro Santillán o Pueblo en Marcha.

El doctorando no entiende, además, por qué el FIT va a las PASO porque había leído en Clarín del 15/12/2014 que “Si Del Caño quiere que vayamos a una interna, mi respuesta es no” (Altamiradixit). Del Caño, por su parte, respondía: “No debería preocupar a ninguna fuerza del FIT ir a unas primarias. Nosotros planteamos el consenso”. Pero el investigador no se quedó ahí porque alguien le había prevenido de que “Clarín miente” y se fue al periódico de Izquierda Socialista –ahora aliada del PO– donde encontró: “Ante la insistencia de los compañeros del PTS de intentar dirimir las candidaturas del FIT en las PASO, Izquierda Socialista vuelve a plantear su rechazo a ese mecanismo tramposo y proscriptivo del régimen”. Ahora nos encontramos con el PO armando entusiastamente una fórmula con la misma IS (Altamira-Giordano) y defendiendo las PASO para salvar al FIT, y el PTS planteando su rechazo a las PASO como forma de dirimir candidaturas y contraponiendo, sin éxito, la alternativa de Altamira-Del Caño. Y el frente, cada vez más dividido, sin camaradería y sin actividad común.

La lista del PTS se llama “Renovar y fortalecer” (porque Del Caño es joven), la del PO “Unidad” (algo curioso en un partido que hizo del término “delimitación” la palabra clave para entender toda su historia política). En un sentido, el PTS de hoy es como el PO de ayer: muchas de las diferencias ideológicas se basan en su posicionamiento relativo en el campo de la izquierda. El PO pasó a ser el campeón de la unidad porque ahora la hegemoniza y el PTS busca como evitar quedar tironeado por esa fuerza que siempre parece “ir por todo” y que a diferencia de las otras se mantiene unida e incólume detrás de su líder fundador. Grupos más pequeños del FIT son, quizás por ello, los más proclives a dejar de lado el patriotismo de pequeño grupo y construir algo en común.

El politólogo finlandés quedó un poco mareado porque cada bloque le replicó, con puntos y comas, los debates de la Internacional Comunista sobre el frente único de los años 30, para mostrar que el adversario había leído mal los textos o, peor aún, los había tergiversado para encubrir su oportunismo. Lo único que espera, dice, es que el FIT no se rompa antes de poder terminar su tesis. Y porque, además, le pareció un avance que el trotskismo argentino se uniera, aunque sea a las puteadas. Incluso dice que si fuera argentino de pronto se animaba a votarlos.

Imagen número 1. LaBrokenFace: http://labrokenface.com

Fuente: http://panamarevista.com/2015/07/24/el-voto-trosko-explicado-a-un-finlandes/#more-1876

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