“Si no podemos ni debemos ser una potencia política, económica, diplomática y menos -¡mucho menos!- militar, seamos una gran potencia de la cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia”.
El llamado que hiciera Benjamín Carrión hace 50 años al Estado y la sociedad ecuatorianos parece no haber llegado a los oídos de Rafael Correa: este año, mientras el gasto del Ministerio de Defensa ascenderá a 1.093 millones de dólares, el presupuesto para todo el sector cultural será de apenas 32 millones. En otras palabras, la inversión de la “revolución ciudadana” para convertir al Ecuador en la potencia cultural con que soñara el fundador de la Casa de la Cultura será, durante este año, ¡34 veces menor que el gasto militar!
Sin embargo, no se trata solo de la insignificante inversión cultural del Estado ecuatoriano, sino de la visión y los usos que hace éste de la cultura. El Buen Vivir, alfa y omega de la Revolución Ciudadana, no puede alcanzarse únicamente mediante la construcción de infraestructura, ya que existen otros problemas como, por citar algunos, el machismo, la violencia, el racismo, la homofobia o la xenofobia que no pueden solucionarse mediante la construcción de un puente, una central hidroeléctrica o una carretera… Ni tampoco mediante campañas mediáticas de unos pocos meses, ya que aluden a estructuras profundas e históricas de nuestro modo de ser colectivo y entonces solo pueden solucionarse desde el conocimiento de la historia y la identidad.
Ya en 1965 Benjamín Carrión lo sabía y por eso planteaba usar el poder del arte y la cultura para debatir y encontrar soluciones creativas a males culturales endémicos del país como “la injusticia social, el alcoholismo… la tristeza, el derrotismo inhibidor, el complejo de inferioridad…” y por eso apoyaba con entusiasmo el surgimiento de literatos, teatreros, pintores, investigadores culturales que, mediante su trabajo, pudieran retratar estas realidades. Carrión proponía situar a la cultura en el corazón del proyecto de país. Cincuenta años después, el correísmo ha optado por utilizar al arte y la cultura como mero adorno de su proyecto -más que político, tecnocrático- de país.
¿Ministerio o misterio de Cultura?
Sin duda, la acción más visible de la Revolución Ciudadana en el ámbito cultural durante los últimos siete años ha sido la creación del Ministerio de Cultura. Por ello es importante analizar, aunque sea a vuelo de pájaro, su visión y su gestión.
Como suele suceder en nuestro país, en el que “siempre estamos comenzando todo de cero”, el Ministerio de Cultura apareció en la escena con la consigna de “refundar”, desconociendo la existencia de cualquier institucionalidad anterior, como la Casa de la Cultura y sus núcleos provinciales. Si bien la CCE dista de ser la institución vital e impulsora de procesos de creación y reflexión que fundara Carrión, era, de todos modos, mucho más sensato empezar por dialogar con la institución ya existente, a ver cómo podían apoyar y complementarse con la institución recién creada, que intentar desaparecer la Casa de la Cultura mediante la asfixia económica, como denunció su presidente, Raúl Pérez Torres, durante el acto de conmemoración de los 70 años de la CCE. El resultado de esta absurda pugna ha sido que ni el Ministerio ni la Casa han avanzado visiblemente en este período. Es más, en siete años, ¡no han logrado ponerse de acuerdo para que sea aprobada la Ley Orgánica de Cultura!
Sin dejar de reconocer a ciertos funcionarios y subsecretarías del Ministerio de Cultura que se han apostado a procesos para la recuperación de la memoria social, el impulso a proyectos de creación artística, el fortalecimiento de las redes de bibliotecas y museos o la recuperación del patrimonio (y más aún el trabajo sostenido del Consejo de Cine), la institucionalidad cultural creada por la Revolución Ciudadana paradójicamente ha confiado muy poco en las iniciativas culturales provenientes de la ciudadanía. Prueba de ello ha sido la irregularidad de las convocatorias a fondos concursables para proyectos artísticos y culturales, que en varios años ni siquiera se han realizado (demás está decir que estas convocatorias son fundamentales para artistas y gestores, ya que les permiten planificar y desarrollar proyectos sostenidos, innovadores y muchos de ellos de urgencia social).
Pero como los fondos son pocos y muchas las iniciativas que aspiran a obtener apoyo económico, una herramienta importante para que proyectos no se queden archivados es el crédito. De hecho, existía hasta hace un par de años un fondo, el Foncultura, que entregaba préstamos a proyectos culturales en condiciones mucho más favorables que las que ofrece un banco, pero ha dejado de entregar préstamos porque el Ministerio no ha nombrado su representante al directorio (mientras tanto, el Ministerio de Cultura de Colombia ha anunciado la creación de un fondo de 2.500 millones de pesos -algo más de un millón de dólares- para ofrecer créditos a pequeñas y medianas empresas culturales). ¿Será mucho soñar que algún día exista en Ecuador un área dentro del Banco de Fomento o la Corporación Financiera Nacional que dé créditos y asistencia técnica a iniciativas artísticas y culturales, ya que estas instituciones expresamente excluyen de su apoyo a la cultura?
¿Será que nadie en la “revolución ciudadana” se ha percatado de la contribución de la cultura a la economía
A propósito, hace poco un estudio del Ministerio de Cultura del Perú concluyó que las diversas actividades culturales generaban más puestos de trabajo que la minería? ¿Será que nadie se ha dado cuenta que en el “cambio de la matriz productiva” la cultura tiene mucho que aportar? Pienso, por ejemplo, que los contenidos audiovisuales, que actualmente son importados por todas las televisoras –incluido el canal público-, podrían ser producidos íntegramente en el país, si hubiesen políticas de apoyo consistentes. Pienso que un potencial similar existe en la artesanía. ¿Será que cuando se habla de conocimiento, innovación y creatividad no se está tomando en cuenta al arte y la cultura?
Otro punto importante en cuanto a la gestión del Ministerio de Cultura tiene que ver con la apertura a la gente y la eficiencia. Esto lo pude constatar a mediados del año pasado cuando envié una carta dirigida al ministro de ese entonces sobre la inoperancia del Foncultura, la cual nunca fue respondida. Como gestor cultural, he tenido que perder varias jornadas de trabajo intentando conectarme con una troncal telefónica en la que es un verdadero milagro que alguien responda o tratando de obtener información en una página web que muchas veces está desactualizada o sencillamente carece de información (casualmente, el martes 27 y miércoles 28 de enero, mientras buscaba información para este artículo, todos los enlaces de la página del Ministerio de Cultura estaban rotos).
Así las cosas, los espacios y las iniciativas para impulsar los proyectos de creación artística, así como la reflexión y la investigación cultural, social e histórica parecen encontrarse en franco peligro de extinción. Mientras tanto, una visión eventista, de la tarima y el espectáculo, ha dominado la comprensión del papel de la cultura al interior de la Revolución Ciudadana. Y en esa visión, el Ministerio aparece como un mero ejecutor de las decisiones de alguien más, como un proveedor de tarimas y artistas afines al “proyecto político”.
Por ello, pese a las varias referencias que ha hecho el presidente Correa en las sabatinas al fundador de la Casa de la Cultura, en estos días en que la “revolución ciudadana” celebró con bombos y platillos sus 8 años en el poder, me pregunto si Benjamín Carrión estaría entuasiasmado con el actual “cuento de la patria”. (GM)
Reducir la cultura a las actividades de un ministerio o una institución es limitado y pobre. Es decir solo a la intervención del Estado, que es lo que se reclama en este articulo.
Se debe analizar en los cambios de cultura social y política ( valores, creencias, símbolos, costumbres) de un país extremadamente complejo y al mismo tiempo enriquecido: su diversidad cultural, igual que la diversidad ecológica y medio ambiental.
El lema de este gobierno es: Volver a tener Patria. Igual decía Carrión. Esta categoría permite unificar lo diverso y complejo en pos de la construccion de la identidad nacional y no local. Sin duda en una lectura honda de Benajmin Carrion y lo realizado por el gobierno, aprobaría los resultados de la revolucion ciudadana. Incluso Carrion pensaba que no se conseguiría ser una potencia. Por en cuando, el presidente Correa, ya funge como líder latinoamericano. Si no es así, me puede dar argumentos basado en datos medibles y observables?.
Datos medibles y observables sobre qué, estimada Patricia?
Por ejemplo: comparación entre antes y el ahora del monto de dinero financiado por el gobierno para la cultura. Aquí se abre una series de indicadores como cine, arte, música, teatro. Objetivos de la creación de la Universidad de las Artes Guayaquil. Recuperación urbana de expresiones culturales y etnicas, arquitectura, danza, baile, artesanía, comida, música, canto, museos, pintura, teatro. Promotores turísticos procedentes de las propias comunidades.
Y así muchos mas.