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martes, noviembre 5, 2024

CÓCTEL ANTIBIÓTICO: la proliferación de las iglesias en el litoral y la mutilación del desarrollo humano. Por Johannes M. Waldmüller

Llamar a los últimos 10 años una “década perdida” conlleva hacer invisible y tapar los matices y diferencias entre los que se beneficiaron y aquellos que no fueron favorecidos. En otras palabras, invisibiliza a los triunfadores de este período, ya que no todos perdieron.

Sabemos muy bien que algunos sectores ganaron ampliamente, por ejemplo, con sistemas como el de arroz verde y otros semejantes. Así, para distintos bancos, seguros privados, farmacias, telecomunicaciones, constructoras, el Grupo Nobis, empresas mineras y petroleras y por supuesto, los jueces y abogados vinculados al correísmo, para nombrar solo a algunos, nunca existió la “década perdida”.

Pero además, existe un sector en particular, con beneficios exclusivos, que muestra márgenes escalofriantes de crecimiento económico, sobre todo a partir del terremoto del año 2016. Se trata de comunidades religiosas de diferente índole, junto con sectas misioneras, que se han multiplicado por todo el país, particularmente en el litoral y las Islas Galápagos y que, debido a este crecimiento, tienen gran influencia en el desmantelamiento del laicismo estatal con graves consecuencias para el desarrollo humano.

En San Cristóbal existen, actualmente, varios templos y congregaciones donde es común ver misionerosextranjeros – testigos de Jehová, generalmente – predicando por las calles de la pequeña ciudad, allí mismo están construyendo otro templo, cerca de la playa Mann.

Templo religioso en construcción, en San Cristóbal.

En la Costa, al igual que en las Islas, se dio una rápida expansión de este grupo – prohibido en varios países ex socialistas e islámicos–, junto con otras congregaciones evangélicas. Es común, en diferentes ciudades del país, ver sus iglesias en cada barrio, sobre todo donde viven comerciantes, clases medias y medias bajas, fenómeno que se acrecentó luego del terremoto.

En Canoa, por ejemplo, un lugar turístico que quedó profundamente devastado por el terremoto y aún sufre la ausencia de ayuda estatal, se ha construido un flamante templo de los Testigos de Jehová, siendo una de las primeras edificaciones luego del sismo, además de dos nuevas iglesias evangélicas. Además, hoy en día cuenta con una Iglesia católica recién estrenada, junto a un amplio centro religioso –el lugar más moderno de la parroquia– donado por fieles taiwaneses.

Nuevo complejo católico en Canoa, abierto en este año.

Sin embargo, Canoa sigue casi sin agua potable, con alcantarillado rudimentario y con un presupuesto para el turismo de 1 USD/año. En la provincia de Esmeraldas la situación se repite e incluso se profundiza. A pesar de no contar con datos oficiales sobre este crecimiento, cada visitante de la ciudad de Esmeraldas se dará rápidamente cuenta de la proliferación de iglesias evangélicas, de pastores denominados así mismos como tales y de los omnipresentes afiches para promover eventos religiosos.

Tal desarrollo se debe a una política que viene fortaleciendo a este sector de manera directa desde hace muchos años. La “sacralización” de la vida común nunca debería ser, en un Estado laico, tema exclusivo del espacio privado. Hoy en día, a pesar de semejante paradoja, tanto los gobiernos fascistas de Brasil y de Nicaragua están bajo control de una mayoría de fervientes creyentes evangélicos, es decir, estas iglesias buscan explícitamente el poder y el control para imponer sus valores sobre los demás. Y lo que menos les interesa es la democracia y respeto al Estado de derecho.

Esta situación es muy preocupante por varios aspectos, en primer lugar, este desarrollo es resultado de la acción voluntaria del Estado, facilitada por la existencia de una visa temporal especial para religiosos o voluntarios religiosos. En tiempos de la “década perdida” esta visa fue gratuita y permitió el ingreso diario de centenares de misioneros, particularmente desde los Estados Unidos.

Hoy en día, si bien esta visa tiene un costo, es solo de 200 USD, la mitad de lo que cuestan otros permisos de permanencia; de la misma manera, los documentos migratorios para la  Conferencia Episcopal Ecuatoriana siguen siendo gratuitos, a pesar de la situación económica agravante en la cual se encuentra el país.

Segundo, en su gran mayoría se trata de nuevos credos, entre ellos de grupos evangelistas y otros altamente dudosos, como los Testigos de Jehová, quienes logran capitalizar de forma económica el sufrimiento, la falta de educación y la desventaja en que viven sumergidos los habitantes de las zonas más olvidadas y postergadas, regiones semirurales y de mucha desesperanza, como todo el litoral afectado por el terremoto del año 2016.

Tercero, representan un modelo familiar y social acrónico y retrógrado que, incluso, empuja la Iglesia Católica a adoptar posiciones cada vez más conservadoras y menos liberales. Para los Testigos de Jehová, por ejemplo, el aborto, la homosexualidad y el suicido representan un tremendo pecado[2]. A pesar del enorme daño que ha causado el patriarcalismo al mundo, y en particular –en la figura del caudillo omnisciente– en el litoral, promueven un modelo familiar explícitamente patriarcal, donde el padre es la autoridad familiar incuestionable. El matrimonio con personas no creyentes es estrictamente prohibido, así como mezclarse entre religiones.

Tampoco es errado mirar a estas iglesias y grupos en su conjunto. Más de 1500 iglesias evangelistas se agrupan bajo el nombre de “Consejo de Resistencia Fe, Vida y Familia” cuya sede se encuentra en Guayaquil, ciudad donde son más numerosos. Lideran el movimiento contra el aborto, incluyendo el aborto en caso de violación, bajo el cínico nombre “Provida”, a pesar del hecho que Guayas ha sido la provincia con el mayor número de violaciones en el 2018, con Manabí apenas por detrás.

Sumado a ello, Ecuador es el tercer país con la tasa más alta de embarazos adolescentes de la región, registrándose un incremento del 78% de partos en adolescentes de entre 10 y 14 años en los últimos 10 años. También tiene la tercera tasa más alta de embarazos de adolescentes entre 10 y 19 años, detrás de Nicaragua y Santo Domingo. Hasta el 2016, de los más de 80000 niños y niñas que nacieron de madres menores a 19 años, 20548 nacieron en Guayas, 9544 en Pichincha, 6807 en Manabí, 5744 en Los Ríos y 4393 en Esmeraldas. No es sorprendente que lideren estas cifras las provincias litorales: Guayas, Manabí, Los Ríos y Esmeraldas.

El embarazo en la adolescencia representa un riesgo a la salud de la madre y del recién nacido porque el cuerpo de la mujer no está preparado biológica ni emocionalmente hasta los 25 años de edad, por lo que puede presentar diabetes gestacional y preeclamsia. En el caso del feto, puede nacer de forma prematura y con una malformación congénita. La mortalidad materna es una de las principales causas de decesos en jóvenes de 15 a 24 años de edad en la región. Solo en el 2014, fallecieron cerca de 1900 adolescentes como resultado de problemas de salud durante el embarazo, el parto y el postparto.

Más allá de lo biológico, hay un cóctel antibiótico, es decir anti-vida, en las zonas costeñas del país: el embarazo adolescente, la falta de posibilidades de acceder al aborto legal, la casi ausencia de medidas contraceptivas y los valores retrógrados patriarcales y familiares, se mezclan para petrificar una cultura de subdesarrollo con oportunidades y capacidades mutiladas, en particular para las mujeres jóvenes, quienes presentan bajos niveles de educación y expectativas de vida.

Estas circunstancias permiten, sin embargo, mantener enormes ingresos para unos pocos que se benefician del cínico proselitismo sobre la protección de vida, esperanza y prosperidad. Y al mismo tiempo, posibilitan mantener un enorme reservorio de mano de obra barata para las economías de exportación predominantes (y proliferando después de 2016) en el litoral, además de convertirse en regiones susceptible al caudillismo local y sus promesas.

Es, finalmente, este cruce entre intereses poderosos lo que permite acercarse a las razones por las cuales muchos gobernantes favorecen continuamente la biopolítica represiva sobre las mujeres en conjunto con el cóctel antibiótico de las nuevas y viejas iglesias.

*Es PhD y docente-investigador titular de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Las Américas (UDLA). También es docente invitado de la Escuela Politécnica Nacional y de la FLACSO Argentina en su función de experto del desarrollo con amplias investigaciones en Latinoamérica, África y Europa del Este.

Referencias

[2]             Holden, Andrew (2002). Jehovah’s Witnesses: Portrait of a Contemporary Religious Movement. Routledge, pp. 26-27.

[6]    Michel Foucault, The birth of biopolitics: Lectures at the Collège de France, 1978–1979, ed. Michel Senellart y Graham Burchell (New York: Palgrave, 2008); Victor Marchezini, “The Biopolitics of Disaster: Power, Discourses, and Practices”, Human Organization 74, núm. 4 (noviembre de 2015): 362–71, https://doi.org/10.17730/0018-7259-74.4.362.

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