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COLOMBIA: PAROS AGRARIOS, DESTITUCIÓN DE PETRO, PROCESO POLÍTICO, RESISTENCIA Y POTENCIA SOCIAL DE LA MULTITUD. por Horacio Duque.

Desdeabajo.info

18 de Enero de 2014

En los últimos trece meses, Colombia ha sido escenario de varias y significativas explosiones populares campesinas, indígenas, estudiantiles y urbanas.

Ha ocurrido un proceso político marcado por la irrupción de las masas subalternas en la vida pública mediante huelgas, toma de vías, bloqueos, organización de Comunas (Toribio y Bogotá) y duros enfrentamientos con la fuerza pública gubernamental. Se han dado negociaciones con el Estado y han sido suscritos acuerdos para resolver los problemas que apalancaron la inconformidad social, mismos que no se han cumplido alentando nuevos focos de protesta, indignación y resistencia.

Con el repliegue parece retornar una cierta normalidad y surgen las preguntas sobre el significado y resultado de las acciones protagonizadas por amplios grupos humanos. ¿Cuál es el juego de las tendencias encontradas o concurrentes en la movilización? ¿Cuál es el sentido y alcance de la potencia social expresada? ¿Qué peso tiene la memoria y el recuerdo de otras luchas y protestas?, ¿Cómo trascender la acción estatal disolvente de la potencia social?, son interrogantes que conviene formularse en la perspectiva de las nuevas movilizaciones que aparecen en el horizonte del año que se inicia.

El intelectual boliviano Raúl Prada (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=179503&titular=trama-pol%EDtica-y-potencia-social- ), nos ofrece un cuadro analítico que se torna pertinente para nuestra trama política. Al respecto plantea que el proceso político derivado de la protesta social no puede asumirse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni profundidad.

El proceso político.

El proceso político debe ser analizado en sus temporalidades simultáneas, en la diferencia de sus ritmos, en sus múltiples espacios, en movimiento y combinación, en los espesores de sus territorios; en las composiciones complejas que se forman y transcurren.

De lo que se trata, dice, es de capturar el juego de las tendencias intrínsecas del proceso, la resultante, si se puede hablar así, de esta concurrencia de tendencias. Comprender cómo se da el funcionamiento de esta mecánica de las tendencias, cómo se da la resultante, la conformación de la tendencia dominante, quizás no buscada por ninguna de las tendencias concurrentes. Las consecuencias de las acciones no son controladas por las subjetividades actuantes. En últimas, hay que entender la mecánica del despliegue del proceso político. De esa manera se puede dibujar el borrador de la mecánica de las tendencias del proceso político.

Tendencia, señala Prada, es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la dirección que toman. En el análisis político es mejor comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas concurrentes. Lo importante es la idea de mecánica de las tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de fuerzas concurrentes, así como también de despliegue de sucesos.

Así se está en condiciones de proponer una hipótesis teórica sobre la mecánica de las tendencias, en política.

La pregunta que se puede formular es la siguiente ¿cuál es la mecánica de las tendencias en política?

La mecánica en política debería referirse al movimiento de los “cuerpos”, su desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”. Esta es una definición análoga a la dada en física, solo que habla de otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro “tiempo”, entendiendo que se trata del tiempo histórico. De todas maneras, esta definición análoga o prestada de la física no es conveniente ni suficiente en el análisis político. Puede intentarse una noción más prolija, más propia, que parta de las problemáticas y contingencias del acontecer político.

Sobre tales consideraciones bien puede asumirse un periodo político como el acaecido, sus desenlaces, las clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones, contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y acciones tomadas. Pero, ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva, contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica” inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; sin embargo, ¿se pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar, en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica, aunque sea metafóricamente?, se pregunta Prada en unos términos que podemos replicar para nuestro caso.

Y agrega, estos son los problemas referenciales, anticipados, a la definición conceptual de una comprensión integral del acontecimiento político. Cuando hablamos de mecánica, en el análisis político, se supone que las dinámicas singulares se afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones, que tanto singularidades como sus composiciones pueden ser pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y subjetividades, que afectan instituciones y estructuras sociales. Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de estas aproximaciones. Analizar, desde esta perspectiva, ayuda a darle forma a una explicación mecánica, del acontecer político. Lo que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del movimiento de fuerzas, así como una interpretación integral del acontecer político. Lo que de por sí es bueno, pues deja de lado el análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo, de lo positivo y negativo. El balance, que utiliza la balanza que pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que negativo. Esta contabilidad de cajero es muy inadecuada para responder a la problemática política.

La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos, en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente las tendencias son abstractas, son resultantes, son efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en el juego de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo, una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación” política? ¿Las fuerzas se atraen o se repelen? Las dos cosas pueden ocurrir, dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan, por así decirlo; así como se debilitan mutuamente, se vacían, por así decirlo.

Las fuerzas, en política, son energía social, son potencia social. Es la dinámica de estas fuerzas las que crea la “gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de fuerzas conforma elipses, por así decirlo, de dos polos; uno “real”, el otro ficticio. El polo “real” es el que tiene que ver con la asociación de composiciones de la potencia social, su facultad cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver con el efecto institucional y simbólico del polo “real”, con su efecto de espejo. Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio, como poder; es decir, como formas institucionales de poder. Las elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del polo de la potencia social y la atracción simbólica del polo del poder, nos propone Prada en su análisis del caso boliviano.

Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en el polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses alrededor de los dos polos?, la energía social. Energía social convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones. Energía social capturada por instituciones, convertida en ciclos de reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas de la maquinaria estatal, creando líneas de fuga. Energía social que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica, cambiante, vital, creativa. Energía social entonces que emerge pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su energía en el polo del poder, para volver a alimentarse de vigor en el polo de la potencia social.

Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la contradictoria y contrastante relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, ayuda a usarla como herramienta gráfica de un balance del llamado “proceso de cambio”. A propósito, las preguntas son las siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del poder, en su retorno a la órbita de la potencia social, por qué la energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la autogestión, a la autodeterminación, a la participación, dejando que, más bien que el poder adquiera proporciones inhibidoras de la potencia social?.

La potencia social.

La potencia social no es la organización, tampoco el movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la movilización, en las composiciones de sus dinámicas. La organización es una hechura de la potencia social, en el movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido gigantesco de la energía social. Los saberes puestos en juego al momento de la movilización son composiciones cognitivas e interpretativas del colectivo social. Los objetivos que se plantea, en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado social involucrado, es consensuado por las singularidades y composiciones de la potencia social (Negri).

La potencia es la capacidad inventiva social, es la capacidad de asociación, de articulación, de participación social.

La potencia social es capacidad de asociación, así como la fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente vinculada con la capacidad intelectiva de crear. La potencia social es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de influir en el curso de los acontecimientos.

La potencia social efectiva se da cuando las múltiples asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes prácticos, que inciden, a través de las acciones, en las coyunturas de procesos.

La memoria histórica

La potencia social efectiva tiene que visualizarse y compararse teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos, escenarios y coyunturas. Los actores que participaron del 9 de abril de 1948 o del paro cívico de 1977, no son los mismos que hacen presencia en las acciones de los meses recientes.

Hay una memoria social, es cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en un sujeto, llamado pueblo, como si fuese el mismo, además de suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión insostenible, aunque lo nombremos como sujeto social. No hay tal persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes, conformadas por singularidades subjetivas y corporales (Negri). La memoria social se reconstruye colectivamente, mediante la recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas, orales o escritas, incluso ahora, audiovisuales. La memoria social se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el pasado como referente. Se trata de un pasado representado, de la representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del pasado, como una entidad ontológica perdurable. Ese acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a escena es su representación, su imaginado, cuyo valor es servir no sólo como argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto representativo en las luchas del presente, tal como ocurre por estos días en la Plaza de Bolívar de Bogotá con la destitución del Alcalde Petro, en donde las alusiones al Bogotazo y al Palacio de Justicia son recurrentes.

La memoria social de acontecimientos como el 9 de abril y el Paro cívico del 77, se reconstruye en nuevas luchas, acudiendo a las representaciones forjadas de estos pasados, para comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues una invención del pasado; invención en pleno sentido, como recreación representativa, como constitución de una memoria social, selectiva y creativa. Esto significa que lo que tienen a mano, por así decirlo, los y las luchadoras, es el presente. Lo que hacen es dilatar este presente con el espesor rescatado por la memoria social.

En suma, no hay una genealogía de la potencia social, sostiene Prada en la línea de Rene Zavaleta.

Lo que hay es una constante reproducción de la potencia social, la que recurre a la invención y recreación del tiempo histórico, del pasado. Lo que hace la memoria social es construir un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo de este momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un nuevo horizonte.

El análisis de las recientes movilizaciones agrarias y urbanas, como la actual de Bogotá, ha de efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes conformados. En relación a la historia, lo que interesa es comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como espesor representado de su propio presente, como imaginario social y como recurso en la formación discursiva de la movilización.

Los rebeldes de hoy son los que defienden el programa agrario, los que lucha contra el despotismo del Procurador Ordoñez, por el derecho a las Zonas de Reserva Campesina, los subsidios cafeteros, los que defienden los derechos de los indígenas, los que se levantan contra los TLCs y el modelo neoliberal, cuyo impacto social ha destruido el aparato productivo y la solidaridad social. Este conglomerado social, de organizaciones, de multitudes, de masas, ha dado forma a un bloque popular capaz de lograr importantes victorias políticas hacia el futuro.

La reciente potencia social ha logrado contener en parte el modelo neoliberal, la insolencia ultraderechista del uribismo encarnada en el Procurador Ordoñez, el empeño guerrerista de la camarilla dominante, y si se quiere, parcialmente al Estado neoliberal paramilitarizado. Abriendo el camino a un “proceso” político transformador por las implicaciones que va teniendo el proceso de Paz.

Desde luego, en el juego entre el polo real y el polo ficticio del proceso político, es conveniente asumir el protagonismo del Estado y sus infraestructuras. El polo ficticio representado por el Estado tiende a capturar la potencia social.

Prada sugiere que para entender tal situación es necesario adentrarse en el mundo del Estado.

El Estado actual es el Estado capitalista moderno. Colombia es este Estado, desde finales del siglo XIX. Hablar de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición de menos Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto, como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que reinventan y reproduce la institución imaginaria del Estado.

Una tesis apropiada es la que define el Estado como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; sin embargo, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar al pueblo, a la sociedad, a los campesinos, a la multitud, no es más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar las condiciones sociales mediante los subsidos; pero, de ninguna manera puede romper los límites del Estado, la estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado, como campo institucional, como campo burocrático, como campo político, no puede sino reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los diagramas de fuerzas, de las relaciones de dominación y de las estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en las sociedades periféricas, en los Estado subalternos, es que están, en el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-mundo capitalista, para administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias emergentes del sistema-mundo. Aun cuando sean más sensibles los gobiernos del Estado, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia imperial. Para hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de intercambio, sino las mismas estructuras y la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones del actual Estado. Se requiere de una revolución política que vaya más allá del Estado vigente.

Lo que hay que saber es que la potencia social, desplegada en la movilización prolongada, no atraviesa, por ahora, los umbrales del Estado.

La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó recientemente, de acuerdo al alcance de su irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado, puede ir siendo capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas pueden servir para reproducir nuevas forma de Estado oligárquico.

Ciertamente, la potencia social no desaparecerá, aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del poder.

La potencia social sigue generando su energía vital, produciendo alteratividades minuciosas, detalladas, en la filigrana del campo político y del campo social. Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de alternativas. Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación privada y pública. Las tareas del momento corresponden a articular las nuevas resistencias, buscando una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales del Estado oligárquico.

En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado. El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra manera.

Hecho el análisis en esos términos, Prada concluye con las siguientes afirmaciones que son pertinentes para nuestro caso y coyuntura.

– No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se teje otra trama.

– Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la potencia social, para que las fuerzas constituidas por la potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder, es menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga como las que se multiplican en la movilización bogotana.

– La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.

– Para mantener la permanente creación de la potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.

– El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben ser absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede ocurrir en revoluciones/transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.

– La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada, en las redes institucionales del Estado-nación, se debe a que las condiciones de posibilidad aún no se reúnen.

Es lo que ofrece la interpretación de nuestro agitado acontecer social, en la dirección de la reorganización de la potencia social para enfrentar las nuevas batallas contra el régimen oligárquico.

 

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