02 enero 2013
Tal y como se desprende tanto de las encuestas como de la calle, Costa Rica parecería asistir a un escenario político de polarización de cara a las elecciones de este próximo 2 de febrero.
Fundamentalmente, entre dos opciones diametralmente opuestas: la opción de la política tradicional, representada por los mismos de siempre –fundamentalmente el Partido Liberación Nacional (PLN)- y su candidato, Johnny Araya; y la opción de la esperanza y el cambio, representada por el Frente Amplio y su candidato, José María Villalta.
Ambas opciones, respectivamente, son la expresión política de los dos grandes campos de proyectos políticos en torno a los que se ha definido la disputa política en Costa Rica en los últimos años.
De un lado, el proyecto de las élites político-empresariales vinculadas con el modelo neoliberal; y del otro, el las organizaciones y movimientos políticos y sociales del campo popular-progresista.
El país asiste a una elección atípica. Asiste a una especie de “referéndum” sobre la continuidad (o no) del modelo neoliberal en implementación en el país durante las últimas 3 décadas, en medio de una situación de crisis tanto en lo social como en lo político.
Las brechas entre los ricos y los pobres en Costa Rica son cada vez más grandes (el coeficiente Gini en 2012 cerró en 0,520, uno de los más altos en toda América Latina), al tiempo que existen estancamientos importantes en la reducción de la pobreza (los gobiernos han sido incapaces de reducirla por debajo del 20%) y una considerable precarización en las condiciones de trabajo de la población (subempleo ronda más o menos el 10%, mientras que la informalidad asciende al 40%).
Asimismo, el país atraviesa una profunda crisis de representación política, marcada por una enorme disconformidad ciudadana y un desprestigio generalizado a nivel de la clase política. La llamada “anti-política”.
Las élites político-empresariales parecen haber tomado nota de la situación y estar articulando estrategias frente a ello. El objetivo central: evitar a toda costa el establecimiento de un gobierno progresista y popular a partir de mayo de 2014.
Están dispuestos a hacer lo que sea para conseguirlo y ese es el “telón de fondo” de la campaña del miedo que están orquestando contra Villalta y el Frente Amplio.
La estrategia se llama: “Todos contra Villalta”
Todavía hasta hace muy poco, era una “verdad” instalada en el imaginario el “inminente” triunfo electoral del PLN en febrero. Se daba casi por sentado, o por lo menos, ese era el consenso tanto en programas de opinión como en la prensa.
Las cosas cambiaron ostensiblemente y los factores son diversos. La renuncia del Dr. Hernández como candidato del PUSC echó por tierra las aspiraciones de algunos sectores de reconfigurar el bipartidismo (el PLUSC), al tiempo que los graves desaciertos comunicativos de la campaña del candidato del gobierno del PLN, Araya (“casados” de 1.000 colones incluidos), y la acumulación de descontentos a raíz del desempeño errático del gobierno de Laura Chinchilla, “pasaron factura”.
En pocas semanas, Araya pasó de encabezar las encuestas (incluso por encima del 40% necesario para ganar en primera ronda) a una situación de virtual “empate técnico” con el candidato del Frente Amplio, José María Villalta, quien a su vez, ha mostrado una notable capacidad para capitalizar políticamente las condiciones descritas.
El “caldo de cultivo” para el crecimiento electoral del Frente Amplio parecería ser inmejorable; sobre todo, si a lo anterior se aúna la poca credibilidad que despierta el Movimiento Libertario y su candidato Otto Guevara (extrema derecha) y a la parálisis experimentada por el Partido Acción Ciudadana (PAC, centro) a raíz de sus contradicciones y divisiones internas.
En medio de una ola de crecimiento en las encuestas y de simpatías en la calle, lo cierto, es que las posibilidades que tiene el Frente Amplio de llegar a disputar una segunda ronda electoral en abril con el PLN son reales. Incluso, de alzarse con la victoria en febrero.
Y frente a ello, las élites se han visto en la “necesidad” de recurrir al arsenal del miedo y la intimidación psicológica contra la población.
La campaña del miedo contra el Frente Amplio
Tal y como sucedió para la ocasión del Referéndum del TLC con los EEUU en 2007, los élites político-empresariales han comenzado a orquestar una campaña sistemática de estigmatizaciones y ataques contra Villalta y el Frente Amplio.
La campaña del miedo incluye desde noticias y/o informaciones tendenciosas en la prensa, hasta campos pagados y audiovisuales de dudosa reputación a nivel de las redes sociales. Uno de los ejemplos más evidentes (y quizá peor logrados) ha sido la campaña denominada El Sastre de Villalta, dirigida por el realizador Giovanni Bulgarelli y protagonizada por el actor Andrés de la Ossa.
Los ejes del discurso de la campaña del miedo contra el Frente Amplio son más o menos los siguientes: i) un gobierno del Frente Amplio subordinaría los intereses nacionales a los intereses del “comunismo internacional” (Cuba, Venezuela y Nicaragua), ii) un gobierno del Frente Amplio implicaría necesariamente un “desastre económico”, dado el carácter “populista” de su plan de gobierno, iii) el Frente Amplio “no está preparado para gobernar”, dado que Villalta “es muy joven” y “no tiene equipo”.
Dichos ataques probablemente se incrementarán conforme se acerquen las elecciones, pero por el momento, no parecerían estar hacer mella en la población.
¿Qué hacer?
El Frente Amplio tiene ante sí una oportunidad histórica. La oportunidad histórica de aspirar a conformar el primer gobierno progresista y popular en décadas en Costa Rica, con participación activa de la izquierda y las organizaciones sociales.
Más que nunca, la necesidad de avanzar hacia una mayor concreción de los puentes entre los partidos progresistas y los movimientos sociales es de fundamental importancia.
Tanto, para el momento de la acumulación electoral en el contexto de la campaña, como para la conformación de los equipos de trabajo que eventualmente tendrían a su cargo la gestión de lo público en un futuro gobierno del cambio.
La campaña del miedo en curso contra el Frente Amplio es, precisamente, la medida de la desestabilización que muy seguramente las élites político-empresariales vinculadas al modelo neoliberal impulsarán para frenar los avances.
Avanzar en la consolidación de las bases sociales de apoyo al proceso, así como garantizar una mayoría importante de diputados del Frente Amplio en la próxima Asamblea Legislativa, se impone, así, como una necesidad de primer orden.
“La próxima estación esperanza” de la que nos hablaba el compañero José Merino se encuentra a la vuelta de la esquina. Llegar a ella depende de nuestra inteligencia colectiva y espíritu de sacrificio.