Puedo comprender que las personas de clase media y media alta de Ecuador no entiendan las causas del Paro Nacional –que merecidamente ha trascendido a Levantamiento Indígena y Popular- porque ciertamente su lugar de privilegio veda sus posibilidades de dimensionar el empobrecimiento al que millones de personas en nuestro país han sido conducidas de forma sistemática, por todos y cada uno de los gobiernos que han llegado al poder de la mano de la élite ecuatoriana y los medios de comunicación ligados a un modelo económico, político y social capitalista, colonial y heteropatriarcal.
Puedo entender que prefieran aferrarse a sus privilegios porque sin duda alguna, eso es lo que está en juego en este momento, pero lo que ahora intento comprender y reflexionar es cómo ciertos medios de comunicación privados han usado todo su poder para deshumanizarnos al punto que unos adoquines valgan más que la vida o muerte de un ser humano.
Mientras vivía minuto a minuto y día tras día el desarrollo de las movilizaciones populares a cientos de kilómetros de distancia con Ecuador, pude sentir dolor e impotencia profundos al presenciar –muchas veces en vivo- cada ataque brutal e inmisericorde del Gobierno y como resultado de esto, no pude evitar partirme en llanto por cada persona muerta, cada hombre y mujer asfixiadas en medio de los gases lacrimógenos, cada joven o adulto encarcelada/o y conducido a un destacamento militar, cada niña/o aterrorizado por las amenazas de bombardeo, en fin, cada vida que estaba dentro y fuera del Ágora de la Casa de la Cultura, la Universidad Salesiana, la Universidad Católica, la Universidad Andina Simón Bolívar y la Universidad Central del Ecuador, pero también por cada persona que se habían movilizado en varias provincias del país en contra las políticas neoliberales impuesta por el Fondo Monetario Internacional y endosadas estratégicamente a los bolsillos de una gran mayoría de la población ecuatoriana empobrecida.
Estuve lejos y pude sentirlo, gritarlo y por eso no me cabía en la mente y en el corazón la indolencia de esa parte de la población que antes y ahora seguirán rasgándose las vestiduras por defender la vida de los animales, por marchar a favor de la vida, pero que cuando se trata de la vida de un ser humano con rostro de mujeres y hombres indios, con rostro de hombres y mujeres urbanas empobrecidas, con rostro de campesina/os, con rostro de estudiantes de clase media baja y baja, con rostro de comerciantes, con rostro de hombres, mujeres, niña/os, jóvenes venidos de provincias lejanas para luchar por una vida digna, la respuesta inhumana de esta población haya sido: apliquen toda la fuerza contra estos delincuentes. Convirtiéndose así en cómplices de cada una de las vidas que estuvieron en juego durante esos casi 15 días de lucha contra el Fondo Monetario Internacional y el Gobierno Nacional.
Pero el punto al que quiero llegar es simple: ¿Cuál fue el papel de los medios de comunicación nacionales en este Levantamiento? Lejos de atacar a la/os periodistas, comunicadora/es sociales y empleados de estos medios, quiero apuntar hacia la responsabilización política de los medios de comunicación nacionales, que tras el Levantamiento usando nuevamente su poder, buscan victimizarse.
La Constitución y la Ley de Comunicación que en estos días de Levantamiento han querido parcialmente acatar los dueños de los medios nacionales exige claramente que todas y todos los ecuatorianos tenemos el derecho de recibir información de relevancia pública veraz. Según el Artículo 22 de la Ley de Comunicación esto significa que la información: sea verificada, contrastada, precisa y contextualizada.
En el cuerpo de este artículo se detalla lo que debe entenderse por información verificada: “(…)constatar que los hechos difundidos efectivamente hayan sucedido”; sobre la información contrastada refiere que aquello “(…) implica recoger y publicar, de forma equilibrada, las versiones de las personas involucradas en los hechos narrados (…)”; en relación a la información precisa señala este artículo “(…) implica recoger y publicar con exactitud los datos cuantitativos y cualitativos que se integran a la narración periodística de los hechos. (…)” y finalmente en cuanto a lo que debe entenderse por información contextualizada a ser transmitida dice que “(…) implica poner en conocimiento de la audiencia los antecedentes sobre los hechos y las personas que forman parte de la narración periodística (…)”.
Además de éste, el artículo 18 del mismo cuerpo legal prohíbe expresamente la censura previa, señalando para este efecto que: “(…) Los medios de comunicación tienen el deber de cubrir y difundir los hechos de interés público. La omisión deliberada y recurrente de la difusión de temas de interés público constituye un acto de censura previa. (…)”.
Los dueños de los medios de comunicación nacionales que actuaron sin estos lineamientos jurídicos, saben que incumplieron flagrantemente estos preceptos legales, pero no les tembló la mano para continuar con su plan de tergiversar y desinformar a la población ecuatoriana, que sentada frente al televisor, estaba absolutamente atónica ante la violencia de los delincuentes, vagos, vándalos – ahora ya llamados guerrilleros urbanos- que solo buscan empobrecer más al país, que en lugar de trabajar para sacar adelante a nuestro querido país vienen a paralizar su progreso y lo que es más, a ensuciar y dañar su hermosa ciudad.
Este es el imaginario social que crearon ciertos medios de comunicación privados, en el mejor de los casos; pero en el peor escenario, la información manipulada, censurada previamente, sesgada y nada objetiva de estos medios de comunicación llevaron a primitivizar, salvajizar y exaltar el lado más visceral del racismo, clasismo y machismo que todas y todos los ecuatorianos criollo-mestizos han venido guardando durante siglos. Sabían que podían hacerlo porque fueron ellos los que han consolidado de forma sistemática esta fisura social que nos sigue lastimando humanamente, pero que para favorecer a sus intereses y privilegios, no les importó desobedecer los preceptos constitucionales ni legales, con tal de continuar con su proyecto civilizador.
Más allá de la responsabilidad legal ante la transgresión de las normas legales nacionales, el punto medular de toda esta manipulación tiene que ver con el papel que los medios de comunicación masivos tienen en el sostenimiento de un sistema económico, político y social, que responde por supuesto a un plan globalizado del sistema capitalista neoliberal.
A lo largo de la historia, los medios de comunicación han sido usados por los poderes económicos y políticos como parte de un conjunto de estrategias globales para controlar a las masas[1]. Han sido herramientas como la prensa y posteriormente la televisión, los que legendariamente vienen utilizándose para controlar y dominar la opinión pública a través de la creación de imaginarios sociales.
Para nadie es desconocido que nuestro país está inmerso en un sistema capitalista neoliberal, ese ha sido el proyecto político predominante en todos los gobierno, algunos lo han mostrado de forma más visible que otros. Lenin Moreno es uno de los que se lanzó frontalmente con un paquetazo de medidas económicas neoliberal violento, subestimando la capacidad de consciencia y resistencia silenciada que la población ecuatoriana venía arrastrando desde mucho tiempo atrás.
Por ello debemos decir que la idea o más específicamente la ideología que se propaga a través de los medios de comunicación nacionales responden a los intereses del sistema dominante, el capitalismo neoliberal, colonial y heteropatriarcal, manifestado en estos días bajo los discursos de la “gente violenta” “delincuentes” “atrasa país” que “buscan parar el progreso del país”, “dañar y saquear las ciudades”, “salvajes que atacan vilmente a un periodista”.
Esto último lo digo sin desmerecer en absoluto el golpe recibido por uno de los periodistas de Teleamazonas, así como sin dejar de solidarizarnos con la/os 137 periodistas que fueron agredida/os tanto por manifestantes como por personal de la Policía Nacional ecuatoriana durante el Levantamiento Indígena y Popular. Hechos que por cierto, fueron ampliamente lamentados, difundidos, analizados y criticados por estos mismo medios de comunicación escritos, televisados y digitales.
Consciente que todas las vidas importan, lo que se critica a los medios de comunicación que no cubrieron los hechos de forma equilibrada es el resultado que por sus acciones y omisiones han provocado en la sociedad ecuatoriana. Pues por un lado, consiguieron crear un lamento selectivo dirigido hacia un grupo determinado de actores que si bien eran parte del escenario global de protesta social, no eran el todo; y por otro lado, crearon una suerte de invisibilización, indiferencia e inhumanidad frente a las muertes de ocho seres humanos: Inocencio Tucumbí, Marco Humberto Oto, Edison Mosquera Amagua, Silvia Mera Navarrete, José Rodrigo Chaluisa, José Daniel Chaluisa Cuzco, Abelardo Vega Caisaguano, Edwin Bolaños, la/os herida/os, la/os encarcelada/os y las miles de vidas que estaban en juego en Quito, Riobamba, Cañar, Ambato, Saraguro, Guayaquil, Otavalo, entre otros.
El dolor de familias y comunidades enteras ha sido invisibilizado, anulado, silenciado porque es evidente que quieren mostrar que esas vidas no valen lo mismo que uno de los suyos, que políticamente debe entenderse que esas vidas no llegan al mismo nivel de humanidad y como tal de cobertura y difusión.
Y ahora, en este “pos levantamiento” el trabajo propagandístico de crear imaginarios sociales continúa, esta vez, alrededor de los discursos de que las y los dirigentes de las organizaciones indígenas son secuestradores, agitadores sociales, delincuentes y como antes mencioné hasta guerrilleros. Con su larga experiencia en manipulación de la “verdad”, no es raro que sigan posicionado que la vida de unos valen más que otra/os.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos[2], hasta el año 2012 el 86.2% de la población ecuatoriana cuenta con un televisor a color. De acuerdo a la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones[3] hasta enero de 2016 existían 591 concesiones para televisión abierta a nivel nacional, de los cuáles el 62,6% ha sido asignada para televisión comercial y privada, el 37.06% para televisión pública y tan sólo el 0.34% para la comunitaria.
En el informe presentado por la Comisión de Auditoría de Frecuencias de Radio y Televisión se puede evidenciar que hasta el 2009 “[…] existían ocho grupos que administran o participan de la industria mediática […] Estos grupos son: Grupo Eljuri, Grupo Isaías[4], Grupo Vivanco, Grupo Egas, Grupo Alvarado, Grupo Mantilla, Grupo Pérez y Grupo Martínez.”[5]
En la actualidad, por mandato constitucional en Ecuador se encuentra prohibido “el oligopolio o monopolio, directo ni indirecto, de la propiedad de los medios de comunicación y del uso de las frecuencias.” (Artículo 17 de la Constitución); no obstante, las concesiones televisivas siguen en manos de grupos económicos minoritarios que pertenecen a la élite criollo-mestiza de Ecuador, cuyo modelo económico y político está ligado al desarrollo capitalista, colonial, y heteropatriarcal.
Solo para poner un ejemplo, en el año 2019 Fidel Egas tuvo que transferir el dominio del canal Teleamazonas y lo hizo de esta forma: “[…] entre una corporación peruana, ligada al diario La República y América Televisión, que posee el 30% de las acciones; un grupo de 140 empleados del canal que se queda con el 48%; y amigos suyos de Quito y Guayaquil, quienes resultan propietarios del restante 22%.”[6]. Algo similar ocurrió con el Grupo Eljuri.
En ese sentido, los comunicadores y comunicadoras sociales de medios comunitarios y alternativos comprometidos con la lucha de la mayoría de la población, conocedores de esta realidad de monopolio de la comunicación e información, desde el inicio del Levantamiento Nacional hicieron un llamado desesperado a romper con el cerco mediático, pues en efecto, mientras los medios comunitarios y la gente de a pie con un celular en la mano, mostraban la realidad de los hechos en las distintas partes del país, una gran parte de los medios privados difundían masivamente una realidad tergiversada, sesgada y direccionada a sustentar las líneas ideológicas de los grupos de poder, del gobierno nacional y por supuesto, del Fondo Monetario Internacional.
Cuando se logró romper el cerco mediático y de cierto modo también la incredulidad de algunas personas, el Ecuador despertó con la noticia de que ocho personas habían muerto por la violencia estatal, más de mil personas habían sido encarceladas por haber ejercido su derecho a la resistencia, varias personas habían perdido sus ojos o sus piernas, casi mil personas, entre ellos también miembros de la policía nacional, estaban heridas en los distintos puntos del país donde la gente había acudido a ejercer su justo derecho a la indignación frente a un sistema de muerte y explotación que el gobierno quería imponerles sin consultar con su pueblo mandante.
Despertaron del sueño sublime al que varios medios de comunicación les habían condenado, desde siempre, pero sobre todo durante estos 13 días de octubre de 2019. Despertaron pero ahora vuelven a sumirse en su burbuja de manipulación para sostener el discurso de los medios de comunicación privados y el gobierno nacional y decir con mucho convencimiento que estas ocho vidas fueron producto de un accidente, que los heridos y heridas se lo merecen por zánganos, que las personas encarceladas deben ser castigadas por terroristas, rebeldes y paralizar el desarrollo del país, que los indios vuelvan a sus páramos y que sus dirigentes deben ser enjuiciada/os y perseguida/os.
Frente a esta monopolización de la realidad, la batalla dada por las y los comunicadores sociales comunitarios, ya sea de forma individual o colectiva tras años y años de lucha para obtener condiciones mínimas de subsistencia, debe ser reconocida, agradecida y respaldada fervientemente y en este pos-levantamiento con mucha más razón, pues ya empezaron con la persecución y la criminalización de quienes asumieron desde su posibilidades el cumplimiento de su deber como profesionales y ecuatoriana/os de informar lo que realmente ha venido ocurriendo durante estos años de manipulación y tergiversación de la realidad.
Por otro lado, la actuación sesgada, tendenciosa e inhumana dada por los medios de comunicación privados que claramente la/os ecuatoriana/os ya han identificado, debe ser condenada. Porque no es posible que la sociedad siga siendo engañada y manipulada por una minoría que cuida sus privilegios a costa de la ignorancia a la que una gran mayoría ha sido sometida gracias a este sistema capitalista neoliberal que buscan defender con garras y dientes. Para salir de la burbuja social en la que se vive es fundamental que a largo plazo se exija sin temor alguno la democratización real de las frecuencias de los medios de comunicación, pues solo así se logrará la democratización de la información.
No permitamos que nos sigan tomando como menores tutelados, sin consciencia histórica ni epistémica, no permitamos que nos hagan indolentes e inhumanos frente al empobrecimiento y la miseria que desde arriba: el gobierno nacional, los grupos económicos elitistas y ciertos medios de comunicación y desde afuera: el Fondo Monetario Internacional, pretenden conducirnos bajo el tan afanado discurso del desarrollo y progreso. Abramos los ojos, pero sobre todo la mente y el corazón frente a la desigualdad y la injusticia social que mucha/os de nosotra/os seguimos viviendo. No naturalicemos la pobreza de una mayoría ni el enriquecimiento desmedido de una minoría. No perdamos la capacidad humana de indignarnos y alzar nuestra voz ante el clamor de pueblos que buscan justicia desde siglos atrás. Romper el monopolio de la comunicación y la información es una de las formas de conseguir justicia social.
**Abogada kichwa puruwá
[1] Martín-Barbero, J. (1987). De los Medios a la Mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona: Gustavo Gili S.A
[2] Disponible en: https://bit.ly/33Vo38Q
[3] Disponible en: https://bit.ly/2ky5Xal
[4] El 8 de Julio de 2008, los medios de Comunicación del grupo Isaías fueron incautados por la AGD, y en la actualidad están administrados por el Estado.
[5] UNESCO. (2011). Análisis del Desarrollo Mediático en Ecuador – 2011. Quito: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, O?cina de Quito.
[6] Para más información véase: https://bbc.in/33YprqX
Todo medio de comunicación es sesgado, también lo fueron los medios “alternativos” que minimizaron los saqueos, los daños a los pozos petroleros, los intentos de dejar a Quito, ciudad de casi tres millones de habitantes sin agua, la destrucción de la contraloría, etc.,etc.
Gracias a los medios alternativos, el mundo conoce la realidad de las protestas sociales y permitió estrechar vínculos con pueblos en otrras naciones. Alguien que defiende a los medios privados está en contra del pueblo empobrecido sin trabajo, sin seguridad social, y a favor de los gobiernos neiliberales sumisos al Fondo monetario Internacional, culpable de toda la crisis humanitaria.