Julio 6 de 2017
No sé a ustedes, pero a mi encanta ver la Fórmula 1. Cuando hay una colisión, choque, desperfecto que obstaculiza la vía, sale el safety car por disposición de los organizadores. Los autos se alinean en el orden en que se encuentran en esos momentos, pero se pierden las distancias, las ventajas. Esas circunstancias favorecen a los rezagados, como sucedió en la última carrera del Gran Premio en Azerbaiyán, el 25 de junio, con Valtteri Bottas de McLaren que pudo recuperar una vuelta y al final llegar segundo. Pasado el problema, el safety car sale y se inicia nuevamente la competición; otra vez la capacidad del auto, la habilidad del piloto y los cálculos y estrategias de los equipos se desatan para decidir las posiciones. Y sobre todo deciden el poder monopólico – económico y tecnológico – de las grandes escuderías; la disputa en los últimos años ha sido entre Ferrari y McLaren, las demás se colocan atrás y festejan cuando pueden ocupar el podio o algún puesto puntuado.
En situaciones extremas, como sucedió también en la última carrera, la Dirección de la Carrera, la FIA, puede decretar la detención temporal, y entonces los autos entran en los pits, aprovechan el tiempo para reparaciones, cambio de llantas, reajustes del motor, y luego se relanza la carrera en el orden que ocupaban antes de la suspensión. Un nuevo momento, una nueva largada que puede influir en el orden de los puestos. Daniel Ricciardo de Red Bull aprovechó para rebasar a los punteros y luego del castigo a Sebastián Vettel de Ferrari, con 10 segundos de detención por una falta contra Lewis Hamilton de McLaren, pudo encabezar la carrera y terminó primero.
Los problemas más graves se presentan cuando hay discrepancias internas en los equipos, el choque entre los dos pilotos de la escudería. Y la situación perjudicial es cuando el equipo no tiene estrategia.
Estamos en el momento del safety car, el momento del diálogo. Una contención temporal de los ritmos, estrategias, tiempos, espacios. Es una estrategia de escena del piloto que está adelante y que es a la vez el Director formal de la competencia. Como dice el Documento oficial del diálogo, el objetivo es escuchar a todos y legitimar al Gobierno. Los estrategas del equipo del Presidente saben que llegan con un Gobierno debilitado, heredan una situación económica crítica y un campo político polarizado.
Los problemas empiezan adentro, el primer paso es definir quién encabeza el equipo, la disputa con el expresidente Correa y el alineamiento de fuerzas dentro de Alianza País. Una movida política que muestra el cambio de estilo. Llama a dialogar a todos, y todos se colocan en la fila, en el orden que se encontraban antes del safety car. Primero el diálogo con los empresarios y sus cámaras, pueden estar tranquilos, se confirma la alianza público-estratégica, como el cauce del modelo heredado. El diálogo con los Alcaldes, con el Alcalde de Guayaquil y el PSC, el acuerdo sobre las estrategias locales y la política sobre drogas. Ya antes, sin cámaras, se resolvió el diálogo con Dalo y regresó Abdalá en paz. Encontraron su turno los Jefes del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas; pueden estar tranquilos vuelve el respeto al orden, aunque no se modifiquen las enmiendas de policiación de las institución armada. En fila, al final, llegarán los actores sociales.
La estrategia tiene algunos resultados. Muestra a Correa su sitio, desplaza las influencias de Glass, deja actuar a José Serrano; los alineamientos entre los correistas duros, los correistas blandos, los morenistas, los pequeños grupos; un Partido-partido, con fracciones que se reacomodan. Juegos arriba y también al medio, para cuidar el puesto y el empleo. Un primer resultado, el reparto en el control institucional. Y mejora la imagen del régimen, 2 de cada 3 consultados aprueban la gestión de Moreno, el 40% de los que votaron por Lasso, ven con buenos ojos la actuación del Presidente. Los cuestionamientos del fraude y de los cambios constituyentes han desparecido de la escena.
Mientras las miradas están centradas en la escena de los abrazos, el sistema y el modelo se mueven en su continuidad. La crisis económica sigue el cauce de un plan de austeridad. El Ministro de Trabajo anuncia nuevas formas de flexibilización laboral como salida a la crisis. El Ministro de Comercio anuncia el complemento del Acuerdo Económico (Tratado de Libre Comercio) con la UE, con el Acuerdo Económico (hay que cambiar el nombre a los repudiados TLCs) con los Estados Unidos. El Ministro de Economía proclama que la empresa privada será el motor de la economía. Continúa la política de endeudamiento externo. Continúan las privatizaciones y concesiones. Un mensaje: podemos abrir el cinturón político, pero hay que estrechar el cinturón económico.
Algunas fuerzas pueden aprovechar la oportunidad para buscar acortar distancias y prepararse para el nuevo momento en que se relance la competición en pleno. Un período corto de despolarización.
Desde abajo, la CONAIE y el Pachakutik han buscado una presencia diferenciada: la proclama de su proyecto histórico; una política de exigencias, sobre todo respecto a la libertad de los presos, indultos y amnistías; y un diálogo condicionado, público. Decisiones orgánicas y cálculos personales, movidas de algunas fichas de cooptación, como en la Secretaría de SENAGUA.
La política tiene leyes que van más allá de las voluntades. Una clave es la correlación de fuerzas. Una vez que se retire el safety car, la competencia volverá a su cauce.
Los diez años del Gobierno de Correa han producido cambios profundos y han sentado las bases de un acuerdo estratégico arriba y de control abajo. Esos cambios se han dado en el marco de una modernización del capital y del Estado. La aceleración de los tiempos vino desde la actuación disciplinaria del Estado y la estrategia de control-atemorizamiento de la sociedad. Una vía de desarrollo capitalista, desde arriba, con estrategias de acumulación por desposesión, en favor de nuevos grupos y antiguos grupos económicos locales y transnacionales. La estrategia del Estado de excepción, emergencia permanente, para la actuación discrecional desde el poder del Estado. Un período con sombras de irregularidades, corrupciones, desvíos, fraudes. El reordenamiento está cumplido; el capital y el Estado requieren un ciclo de normalización.
Moreno es el normalizador. El reordenamiento económico en la legitimación de un Estado subsidiario como soporte del marcado y los grandes capitales. El reordenamiento político en el funcionamiento de algunas reglas básicas de la democracia representativa-liberal, como algunos espacios de libertad de información para los medios privados, o algunos ejercicios de control y hasta de lucha a la corrupción.
Este reordenamiento, pacificación, necesita sacrificar algunas fichas secundarias, los Alex, los Capaya, el Contralor, para poder asegurar la legitimación del orden y de la acumulación arriba. Quizás es posible llegar hasta el virrey, por el debilitamiento de las pugnas internas, aunque eso depende de la actuación y el protagonismo de fuerzas diferentes, desde la opinión pública y las organizaciones populares.
El safety car está en medio de la pista. Las fuerzas estructurales no han dejado de funcionar. Las correlaciones de fuerzas políticas siguen su cauce. Un detonante será la crisis económica, las afectaciones hacia abajo, al trabajo, al empleo, a los territorios, a la madre-naturaleza.