Con la caída del muro del Berlín en 1989 y el fin de la Guerra Fría se produce una situación inédita en la estructura de poder mundial: se modifica un sistema bipolar vigente y se configura uno nuevo, en el cual surge Estados Unidos con un poder mundial incontrastable.
Todos reconocían, de buena o mala manera, el poderío de los Estados Unidos y los valores que este representaba. La democracia representativa brilló como nunca en todo el planeta. En ese marco de optimismo Francis Fukuyama, en su libro El Fin de la Historia, sostuvo que el planeta entraba en una fase culminante de su evolución política con la democracia liberal.
El ataque del 11 de Septiembre del 2001, sacudió este remanso, pero el poder de Estados Unidos parecía confirmarse cuando el Presidente George W. Bush lanzo una nueva doctrina de política exterior que redefinía la soberanía de los Estados y su gobierno se arrogaba el derecho a intervenir donde quiera para defenderse de manera preventiva ante los ataques terroristas (Ikenberry, 2002, Pp.5).
Con la invasión unilateral a Irak, realizada sin el aval de las Naciones Unidas, EEUU hizo una gran demostración de fuerza mostrando su disposición a concretar la doctrina mencionada. El hecho removió la arena de la política y academia, abriéndose un debate respecto a sus implicaciones en la estructura de poder mundial y trayendo a colación un tema viejo, aparentemente ya superado: ¿el mundo asiste a la emergencia de un nuevo imperialismo sin competidores?
Autores de varias corrientes de los estudios internacionales entraron al debate. Por un lado se advierte una asimetría en el plano militar entre las potencias, pero también se señala que esa asimetría no se reproduce de la misma manera en el plano económico, político o cultural, en donde Estados Unidos tendrían contrapesos (Eguizábal, 2003, Nye, 2003).
Por otro se analiza el papel del Estado norteamericano. Hay autores que señalan que este es un líder hegemónico, pero no un imperio (Nye, 2003); otros sostienen que es una superpotencia (Eguizábal, 2003); otros hablan de un imperialismo colectivo (Amin, 2004), otros que rastrean en el pasado para buscar semejanzas y diferencias con imperios anteriores (Meyer, 2004; Ferguson, 2003) e incluso varios politólogos argumentan que la categoría imperialismo es obsoleta y no ayuda a comprender los nuevos fenómenos internacionales (Cohen, 2004). También se debate respecto a la perspectiva futura del poder de los EEUU pues para algunos continuará su liderazgo en el concierto internacional durante el Siglo XXI y para otros está ya en declive (Wallerstein 1995, 2002).
En ese marco de debate hay varios autores que sostienen que la era de “los imperialismos” ha terminado y se está configurando un poder internacional mayor, el Imperio, en donde los Estados Unidos podría jugaría un rol, pero que sería insuficiente para configurar el nuevo poder mundial (Arrighi, 2002, Negri, Hardt, 2000) Esto significaría que la globalización ha logrado quebrantar el sistema interestatal creado en el Tratado de Westfalia en el siglo XVII, que garantizaba la soberanía de los Estados, quienes perderían su papel como principales actores del sistema internacional (Negri, Hardt, 2000).
EL IMPERIO
Uno de los debates interesantes respecto a esta nueva configuración se da en el terreno del marxismo, reproduciendo el debate que tuvieron Lenin y Kaustky de inicios del siglo XX. El primero describió el proceso imperialista como resultado de la concentración de capitales, que obligo a la expansión de las potencias capitalistas y la distribución del mundo en zonas de influencia en los países colonizados y dependientes, usando prácticas de violencia y despojo. Mientras tanto Kaustky señalaba que se ha superado el conflicto entre potencias imperialistas como característica central del mundo.
Esto mismo debate se repite con la caída del Muro de Berlín. Borón señala que Estados Unidos es un país imperialista, que tiene el más elevado nivel de concentración de poder económico, político y militar, que subordina política y militar a los países subdesarrollados. Para él las grandes trasnacionales tienen su sede y en centro de sus negocios en Estados Unidos así como otros países desarrollados y son sus Estados los que respaldan su actuación, pues siguen siendo los actores protagónicos de las relaciones internacionales. (Borón, 2004).
Amin diverge de Borón básicamente con el concepto de “imperialismo colectivo” pues para él se coaligan, bajo el liderazgo norteamericano, Europa y Japón. Acepta que ha existido un cambio pues las multinacionales actúan en el mercado mundial y por ello dominan localmente, pero insiste en que los Estados Unidos subordinan a Europa, pues esta no tiene un proyecto propio, no logra una articulación estatal y una estrategia militar (Amin, 2004, PP. 73-110)
En su libro “Imperio” Hardt y Negri plantean una nueva tesis: la conformación de una nueva forma de poder, que responde a la dinámica de la globalización y las empresas trasnacionales. Para ellos no es posible seguir hablando de un imperialismo que se sustenta en el papel de los Estados Nacionales, en donde había la necesidad de potencias militaristas que dominen los países retrasados. Estas diferencias se han difuminado en un planeta integrado bajo el predominio del capital, en donde no existen ya colonias en disputa, pues todas se han integrado bajo un solo sistema.
Los Estados nacionales han perdido soberanía y juegan un rol secundario como administradores del capital y la población. Por ello surge una nueva organización política, el Imperio. El Imperio reproduce en un nivel planetario, el proceso que se expresó en los Estados Nacionales: combina el ejecutivo, el parlamento y la democracia. En este caso se configura un aparato ejecutivo comandado por Estados Unidos y el Grupo de los 7, un sistema parlamentario con los organismos internacionales y las multinacionales y la configuración de instancias democráticas con la participación del resto de Estados y los organismos de la sociedad civil. (Negri, Hardt, 2000, 216)
El autor Arrighi realiza un análisis parecido al de Negri en cuanto está de acuerdo con la formación del estado mundial, por la presión de la dinámica capitalista trasnacional, pero tiene diferencias en cuanto asegura que el transito entre imperialismo al imperio es un proceso lleno de incertidumbres, largo e inestable, en donde los Estados imperialistas se resisten a ceder su poder y sus funciones. Además señala que la tesis de alisamiento de las fronteras nacionales, no se produce de la forma que auguran los autores de Imperio. (Arrighi, 2002?
ALGUNAS PREGUNTAS
Han pasado doce años desde la publicación del libro Imperio (2000). En este periodo han sucedido una serie de acontecimientos que plantean interrogantes respecto al poder mundial: guerras regionales, la crisis económica, el surgimiento de China como nueva potencia, así como la emergencia de los BRIC como actores regionales decisivo del concierto internacional, el giro a la izquierda de Latinoamérica, la primavera árabe, la reelección de Obama como Presidente de Estados Unidos jugando un liderazgo consensuado con los países de la OTAN, así como el giro a la derecha de los partidos socialdemócratas en medio de la crisis Europea.
Aprovechando la visita de los autores del libro Imperio es interesante debatir respecto a varios de los temas planteados en la organización del poder internacional y ver si las tendencias que ellos plantearon se mantienen vigentes:
1.-. Para Negri y Hart en su libro el Imperio, aunque los Estados continúan existiendo, son vaciados de su capacidad de autogobierno. Muchas de sus funciones migran de lo nacional a las instancias internacionales. En ese marco se configura un poder mundial con un ejecutivo, un legislativo y un pueblo configurado por la sociedad civil mundial y otros estados. Esto implico según su opinión la superación de los imperialismos. Luego de una década es importante saber si estas tendencias se mantienen, se han concretado pasos hacia la constitución de un imperio global o el proceso ha cambiado de rumbo.
2.- Wallerstein y Arrigí han planteado el declive del poder norteamericano. Mientras el primero ha planteado un destino incierto en donde pueden coexistir varios escenarios (múltiples poderes, o caos mundial, entre otros), el segundo sostuvo que China podría suplantar a Estados Unidos en el liderazgo mundial. En este sentido parece que Estados Unidos se resiste a ceder la posta a potencias emergentes como China y se estaría configurando un escenario de competencia del liderazgo del poder mundial.
3.- Hay varios autores marxistas como Arrighi, Amin y Borón que advierten que pues se mantiene la separación norte-sur y no hay un alisamiento de fronteras nacionales como plantean Negri y Hard (Arrighi, 2002) En America Latina se ha dado un giro a la izquierda con la afirmación y “retorno del Estado” con posturas neodesarrollistas, socialistas, nacionalistas. En ese marco parecería que se mantienen las contradicciones norte sur, que atraviesan la configuracion de un poder mundial.
4.- Por otra parte con la emergencia de los países BRIC es decir el ascenso de India, Brasil, China y Rusia que disputan un lugar en el sistema mundial de poder, se estaría configurando un nuevo escenario “compartido” de poder mundial
5.- Hay ola de protestas en Europa, el Medio Oriente y los países latinoamericanos. Habría que averiguar que relación o diferencias tienen esas protestas con los movimientos de alterglobalización que se dieron desde Seattle y que se configuraron en el FSM. Tiene características diversas o responden a una misma matriz y problemática contra el neoliberalismo.
6.- Negri planteaba que una de los fenómenos mas subversivos del “Imperio” esta constituido por los migrantes que reivindican derechos y una ciudadanía global. En esa perspectiva hay que interrogarse sobre la naturaleza de las manifestaciones de los barrios suburbanos de Londres o Paris, o la emergencia del movimiento latino en Estados Unidos.
BIBLIOGRAFIA
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