26 de Abril 2016
Diles que me saquen, Línver. Hasta acá te escucho mi brother. Tu voz inconfundible haciendo lo posible por rescatar sobrevivientes. No puedo hablar duro, este cemento salado me aprieta las costillas. Pero seguro que me escuchas. Aquí, alado mío están mis dos hijos y mi esposa, dormidos desde hace horas. No me contestan porque están dormidos, cansados de tanto esperar. Yo les prometí que saldríamos en poco tiempo y nos abrazaríamos, aunque ya no tengamos casa. Así es la vida, no?
Diles que me saquen, Línver. ¿Cuántas casas se cayeron? Deben ser muchas porque el temblor fue intenso, si parecía que las paredes y las columnas tenían vida propia, mi hermano. No tuvimos tiempo de nada, solo de agacharnos antes de que los dos pisos se nos vengan encima. Te acuerdas, Línver, te acuerdas de cómo construimos la casita para la familia. Tú nos ayudaste a cargar la arena de la playa, a hacer la loza; ¿te acuerdas? Cuántos años para construir nuestra casita, y ahora, no queda nada. Pero no importa, mi Carmen está hecha de un material más duro que el cemento, y juntitos construiremos otra casita, aunque nos demoremos cien años. Mis dos niños, Georgina y Vicente se quedaron sin sus habitaciones. Estaban lindas, yo mismo las pinté. Ahorita están dormidos, atrapados cerquita de mí pero no puedo ni tocarles sus manitas.
Diles que me saquen, mi hermano. ¿Son bomberos, verdad? Hasta acá los oigo, ese acento bien quiteño. Diles que me saquen, que apenas salgamos todos les preparamos un rico bolón de verde y un seco de pollo. Tú sabes, Línver lo bien que cocinamos. La Carmen vendía sus bolones con chicharrón ¿y verdad que eran los mejores de la playa? Chuta mi brother, apúrate con esa movida, me cuesta respirar, no me quiero dormir, porque un papá no se duerme mientras sus hijos están en peligro. Mi Carmen, pobrecita, ya no me habla, pero debe estar bien, solo recobra fuerzas para seguir animando a los niños. Sabes que les cantaba antes que se duerman algo así como: “duerman, duerman negritos, que su mama está a su lado, negritos”. Ella cantaba por eternos minutos lo mismo y lo mismo, y yo lloraba como nunca, mi hermano, como varón, brother, como varón.
Diles que me saquen antes que se despierten. Que yo también quiero ayudar a la gente que está entre los escombros. ¿Terremoto fue, verdad? Porque fue como un latigazo del diablo en toda la casa. Ya quiero salir. Ya no aguanto. A duras penas puedo mover los dedos de la mano izquierda; están rasguñando las piedras, mi hermano. Diles que me saquen. Diosito hazme el favor de levantar este cemento y sacar a mi familia, ellos ¿qué culpa tienen? Padre nuestro que estás en el cielo…
La playa, la playa. ¿Qué hago dentro del mar? No sabía que se podía respirar acá tan abajo. Los peces me rozan las costillas. Allá están mis niños, mi Carmen, riéndose, jugando con el agua salada. Son tan felices. Pero no me ven, no me ven.
Hermoso, triste, conmovedor.
Hermoso relato Hugo. Desgarrador como la realidad misma. Como un latigazo del diablo. Todo estos días me he preguntado que cosas pasarán por la cabeza de alguien que lleva horas debajo de los escombros. Y no he podido encontrarme con alguna entrevista que profundizara en ese diálogo con los rescatados.
Saludos.
Impresionante, el amor de un padre por su familia, por salvarles la vida, soñar que hay esperanza para seguir viviendo juntos.