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viernes, noviembre 15, 2024

El gobierno de Correa en la mirada de las izquierdas: La mirada progresista

OJOS QUE NO VEN (2ª. parte)  

El gobierno de Correa en la mirada de las izquierdas:  La mirada progresista

 Mario Unda

 Mirado desde el pensamiento progresista, el régimen de la “revolución ciudadana” se aparece revestido de una cierta opacidad que se expresa, por ejemplo, en la búsqueda del imposible equilibrio entre lo positivo y lo negativo o en la fórmula del “gobierno en disputa” (igual que en sus inicios se expresaba en la fórmula del “gobierno de transición”).

 Pero quizás no sea tanto problema del objeto que se mira (es decir, el gobierno) sino de las miradas que en él se enfocan. Porque justamente en la misma formulación se revela el pensamiento progresista como poco apto para discernir aquello que le es propio al capitalismo (la explotación, la articulación subordinada de formas de opresión que le antecedieron: la opresión colonial, la opresión de género…), aquello que le es propio al poder y aquello que es propio de la lógica y del nexo que une capitalismo y poder. Por eso puede “ver” socialismo en lo que no es más que modernización capitalista, y puede “ver” revolución en lo que no ha sido más que un recambio de élites.

 El pensamiento progresista llega a ser crítico frente a la derecha, pero tiende pensar que los cambios pueden producirse sin rupturas, por efecto acumulativo; por ejemplo en la secuencia capitalismo neoliberal – posneolineralismo – ¿capitalismo de Estado? – socialismo (del siglo XXI o “del sumak kawsay”, como se prefiera). O, a la inversa, y al mismo tiempo, tiende a pensar que la ruptura está contenida en el desplazamiento de las élites políticas y su reemplazo por los propios portadores del progresismo.

 Por eso cree que la izquierda se define exclusivamente en relación con la derecha “tradicional” (es decir, en nuestro caso, con la derecha neoliberal: el partido Socialcristiano, el PRIAN, Sociedad Patriótica, sus aliados del antiguo centro, la Democraica Cristiana y la Izquierda Democrática, o cualquiera de sus nuevas caras, como Madera de Guerrero, UNO o Concertación Nacional). Y en la medida en que el progresismo se ubica “más acá” de esa derecha, reclama constituirse en el límite único y último entre izquierda y derecha. Pero en la medida en que aún disputa la hegemonía con esa vieja derecha, se resiste a reconocer el campo de la izquierda más allá de sí mismo.

 De igual manera, en la medida en que disputa el escenario político del poder pero, en lo fundamental, no su contenido económico, debe deslindarse de posibles confrontaciones más radicales y afirmarse discursivamente como la izquierda “moderna” y “sensata”. Tanto más cuanto, para afirmarse, debe desterrar el vínculo de la conciencia social con el programa práctico y con los símbolos de las resistencias al neoliberalismo, llevada adelante por los movimientos sociales desde 1981. Por lo tanto, todo lo que quede a su izquierda debe ser deslegitimado como “inmaduro”, “infantil”, como acciones y propuestas que “le hacen el juego a la derecha o a la oligarquía”, etc.

 El progresismo y la izquierda. Las miradas en la historia

 Parece cierto que hoy, desde esta definición indefinida, el pensamiento progresista define también la aproximación del pensamiento de izquierdas, es decir, se convierte en mecanismo de la indeterminación del pensamiento de izquierda, que termina subordinándose a los términos planteados desde el progresismo.

Entonces valdría no perder de vista algo que ha sido característica constitutiva de la cultura política de la izquierda ecuatoriana prácticamente desde su misma formación: el predominio de su alma reformista. Se dice que los primeros intentos de organización política más o menos independiente de los trabajadores tomaron forma en el partido Liberal Obrero (fundado en 1906, ligado a la Confederación Obrera del Ecuador); se proponía reformar hacia la izquierda un partido liberal que ya estaba entrando de lleno en su afirmación oligárquica. Años antes, un insigne liberal, Juan Montalvo, había declarado sus simpatías por la I Internacional, exculpándola, claro, de los pecados de la Comuna de París. Así que la izquierda aparece desde temprano como una suerte de radicalización del pensamiento liberal, el progresismo de entonces. Y ha encontrando dificultades para separarse de él, quizás por el lento y débil desarrollo del capitalismo ecuatoriano, quizás por una ideología sustentada en la combinación fetichista del progreso y la evolución mecánica.

¿De dónde proviene el largo aliento del espíritu reformista? Puede ser, en primer lugar, el efecto del surgimiento de las izquierdas desde la matriz política liberal y la consiguiente identificación de la contradicción fundamental en la oposición entre oligarquía terrateniente y burguesía modernizadora. Un origen que luego se combinó, en segundo lugar, con el predominio ideológico de la estrategia de revolución por etapas, heredada del período de estalinización del movimiento comunista internacional. Fenómenos más o menos coincidentes en el tiempo, terminaron alimentándose mutuamente y dieron origen a una mentalidad de larga duración. Puede ser, en tercer lugar, la propia condición social de los movimientos de izquierda, construidos, en sus cuadros dirigentes e intelectuales, desde sectores de las capas medias de la sociedad.

Se podría realizar una periodización tentativa en la construcción de las miradas de izquierda: un primer período cubre desde los orígenes de la izquierda (1925-26) hasta la revolución del 28 de mayo de 1944; el segundo período abarca desde la revolución de  1944 hasta la caída del último velasquismo en 1972;  el tercer período es el de la época petrolera (1972-1979). Y el cuarto período se abre con el “retorno” a la constitucionalidad, en 1978-79 y transcurre hasta la actualidad.

[Continuará. En la próxima entrega: La historia y la mirada]

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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