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lunes, noviembre 18, 2024

El problema no es la pobreza

Pável Uranga

Por años, los gobiernos, los organismos internacionales, los grupos empresariales nos han dicho y hemos creído ciegamente que “la pobreza es un problema” o, doctrinarios de la economía New Deal en 1933, como Franklin Delano Roosevelt, se inventaron la idea que “los pobres son el problema” y no los grandes empresarios o nuevos millonarios que acaparaban cada vez más capital. ¿Pero son los pobres el problema o la desigual acumulación del capital y su perniciosa distribución?

Vayamos a la raíz, un poco atrás, para entender cómo se construye este discurso global que nos desmaterializa, en el sentido literal de quitarnos la materialidad, la propiedad, el ser.

En la Europa medieval, los poderosos habían logrado sistemáticamente  desmontar las comunas autónomas y depredar su medio ambiente, llenando de miseria a sus pobladores al grado de que cuando se lanzan a buscar “nuevos mercados” al oriente, lo hacen en medio de la desesperación económica, hambrunas, pestes y cientos de guerras intestinas. Así, hambrientos, miserables, muchos de ellos delincuentes, en medio de una avaricia feroz –no vista aún en esta parte del mundo, el Abya Yala–, llegan a robar[1]: españoles, portugueses, ingleses, holandeses, alemanes, belgas, franceses, italianos y otros vestidos de nobles, en nombre de sus patrones, las reinas y los reyes. Pronto, muy pronto, convirtieron América Latina en un territorio similar al europeo: hambre, miseria, depredación extrema, expoliación y esclavitud fueron el legado de Europa a América, esa fue su “civilización”[2].

La nueva riqueza europea, el crecimiento, el “desarrollo”, y la “civilización” cristiana se financiaron con la sangre de la gente de este lado del mundo. Si hubiera tribunales justos en el mundo, los reyes sobrevivientes, herederos y beneficiarios del latrocinio regresarían a nuestros países, con intereses, lo robado y la cultura que nos fue arrancada a la fuerza.[3] Claro que no es políticamente correcto, ni “bien visto” hablar de tales eventos; es como dicen los ricos, de “mal gusto” hablar del origen de “su” fortuna.

El caso es que la pobreza como problema incómodo, empezó a gestarse como idea desde que se fundó el estado moderno, es decir, desde que los grades capitales sustituyeron a los señores feudales. Las mismas prácticas de sojuzgamiento, esclavitud, ultraje y explotación siguen hasta nuestros días, matizadas por las normas legales (pensadas desde el poder), pero siempre patrocinadas por el mismo nivel de rapacidad económica sin freno. Desde ese mirador, la falta de recursos económicos, la insolvencia o el hambre incomodan si se le mira.

Claro que siempre se puede, sin problemas, demostrar con indicadores económicos verificables, que las grandes fortunas y los estados europeos crecieron y siguen creciendo gracias una “capacidad superior intelectual de inversión” y no de la explotación de recursos naturales y fuerza laboral de millones de gentes que carecen de solvencia económica para sobrevivir sin la miseria que les pagan como salarios. Inclusive, se hace discreto mutis cómo estas riquezas no serían posibles sin y aún dependen de la pobreza de los “otros”.

En otras palabras, simple, la ambición y la indecencia de la avaricia sin freno  es lo que genera pobreza, aunque se lo asigne como problema de los indigentes, de su  “incapacidad” de tener educación de élite, liquidez financiera y cuentas de banco, créditos o empleos. Antes incluso les gustaba llamarse a sí mismos ricos, hoy prefieren ser llamados “los mercados”, para despersonalizar y parecer menos inmoral el saqueo de nuestros días.

Y los organismos internacionales cooperan, todos a la par. La CEPAL acompaña la iniciativa del Banco Mundial de la disminución de la pobreza y fija, junto a la OIT[4] un “piso” social “aceptable” para establecer algunos campos de pobreza. La OIT, fija un “ingreso mínimo” para ser considerado empleado: tan solo un dólar al día. Quien gane un dólar al día, ya no está considerado desempleado, por lo tanto, es “menos pobre”, o un pobre aceptable, aunque ese dólar no alcance ni para alimentarse él mismo, peor a su familia.

Los gobiernos de la derecha latinoamericana, y ahora los de izquierda, hacen su aporte para disminuir “la pobreza”, establecen bonos de pobreza, o bonos de desarrollo, o con el nombre más atractivo o rentable electoralmente que sirva. El “buen gobierno” marca un depósito mensual de 35 dólares, en el Ecuador por ejemplo, que divididos entro los 30 días del mes, dan un promedio diario de $1.17 dólares. Y aquí la llamada pobreza de los estados empieza a “cambiar”, o los países “demuestran a los organismos internacionales que “tienen menos pobres” y que estamos saliendo del “subdesarrollo”. La fórmula es simple, menos costosa, que enfrentar a los dueños del gran capital o frenar su depredación, y además da votos o clientela política.

 

Así, declarativamente, en los escritorios de los señores del capital, se simula que se atiende las causas que generaron la pobreza, y se “rellenan” indicadores económicos, que señalan sin duda, que los países son menos pobres… pero la gente se sigue muriendo de hambre, sigue desempleada con su dólar quince en la bolsa (el bono alcanza siempre para más del 40% de la población, irónicamente llamada “económicamente activa”[5])  

Entonces, por arte de magia, nuestros gobiernos, el estado nación que nos “cobija”, deja de aparecer en los indicadores globales de pobreza, obtiene más créditos –o sea le debe más plata al gran capital– y puede “desarrollarse” explotando sus recursos naturales hasta que estos se acaben. De ahí, los fondos económicos que genera esta explotación terminan en las cuentas de banco de los que están en el poder, generando más ricos. Es decir, salir del “subdesarrollo” no es deshacerse de los pobres (de los que la riqueza depende), sino en generar más ricos a nivel mundial.

Esta fórmula también funciona en los países del norte, donde se crean medidas de austeridad para desfalcar a las clases media y baja, para proteger a los ricos y generar más pobres. A la par, las empresas más ricas, las McDonalds, los Walmarts, “ayudan a erradicar la pobreza” ofreciendo empleos a un sueldo mínimo, justo por encima de los indicadores de pobreza, mientras protegen sus cuentas en paraísos fiscales[6]. ¿Es entonces la pobreza el problema o la ambición desmedida, la voracidad financiera del gran capital, la comercialización de todo, lo especulativo y lo concreto, hasta de nuestra información genética?

Al final, está claro, el problema no es la pobreza, el problema  es la riqueza y su fiel servidumbre en los gobiernos nacionales. Unos dicen apoyar a los pobres y lo que apoyan es a que siempre exista mano de obra barata. Otros dicen rechazar a los ricos, y terminan asignándoles –o apoyando que se queden con– las rentas de la riqueza nacional. En algunos gobiernos de izquierda, los mayores beneficiarios son las viejas familias de ricos, aunque declarativamente juren que son enemigos de los ricos.

El problema también es el modelo y la mediocridad de creer que “el desarrollo” y la expoliación extractivista, empobreciendo a la naturaleza, son la solución. Con esta fórmula precapitalista se pretende entrar al siglo XXI en el caballo de un contrasentido ético: el llamado socialismo liberal, también conocido como capitalismo humano.


[1][1] Incluso llegaban a robarse entre ellos, se emboscaban en alta mar, y con barcos piratas se despojaban unos a otros de los botines robados a los pueblos de América. A estos piratas que robaban a otros europeos, se les premió con títulos de “nobleza”, parte de lo robado, y “patentes de Corso”, o simples permisos para robar.

[2] Un civilizador contemporáneo, el Cardenal Federico Lunardi, nuncio o embajador del Papa Pío XI –el Papa que bendijo a los nazis durante la segunda guerra mundial-, este embajador estuvo en Honduras, y pretextando interés en la cultura nacional, se apropió en pleno siglo XX, de toda la riqueza arqueológica del pueblo Lenca en el Occidente de Honduras, robó-sin exagerar-  todo, y puso un museo familiar en Génova, Italia. Hoy, para conocer la herencia cultural de ese pueblo –que no fue maya ni náhuatl-, hay que visitar ese museo, porque en Honduras no se conserva nada.

[3][3] Por ejemplo, un contemporáneo: Juan Carlos I de Borbón, “rey” de España, llega a su país después del golpe de estado fascista de Francisco Franco, colaborador de Hitler y Mussolini. Franco, educa al rey y lo prepara para “gobernar” y a la muerte de este, Juan Carlos asume plenos poderes. Su partido político, la Falange Española Tradicionalista, a la muerte de Franco se convierte en el Partido Popular (PP), actualmente en el poder. Este PP protege los crímenes y latrocinios de Franco y el rey. 

[4] CEPAL: Comisión Económica para América Latina; OIT: Organización Internacional del Trabajo.

 [5][5] Es más rentable, o menos caro, “regalar” subsidios a la pobreza, que generar empleos, es decir, pagar $35 dólares al mes por cada familia pobre, que pagar salarios mínimos cercanos a los $250 dólares mensuales por cada trabajador. En el caso de México, los pobres ha sido ocultados por las cifras oficiales, pero rebasan el 70% de la población.

[6] El 100% de los grandes Corporativos Financieros Globales, que nacen en Estados Unidos, han mudado su residencia fiscal a países dónde no tienen que pagar impuestos, para no perder ni un centavo de la ganancia, es decir, para los capitales, aportar al desarrollo de cualquier país, a través de impuestos, es una pérdida, por ello buscan siempre instalarse en lugares donde las leyes laborales y financieras no les exigen nada.

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