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jueves, noviembre 21, 2024

En recuerdo al “Obispo de los Indios”, monseñor Leonidas Proaño

Por Ileana Almeida*

Se cumple un año más de la muerte de monseñor Leonidas Proaño. Sin embargo, sus ideas, su espíritu luchador continúan vivos y dando fuerza a las causas más justas. Se recuerda aún a monseñor caminando por los estrechos chaquiñanes que suben por las montañas del agreste paisaje andino de la zona de Chimborazo. Iba él de choza en choza, “viendo, juzgando y actuando”. Se sentaba en silencio a la salida de las humildes viviendas para escuchar voces desoídas, sentir soledades y olvidos.

Cada hombre y cada mujer que habitaban las pequeñas chozas tenían algo que contar: la poca tierra asignada al huasipungo, la necesidad de sembrar lo que no consumían, consumir lo que no sembraban, contaban que vivían con poca agua, sin luz, sin combustibles, sin transporte, sin embargo, eran los que abastecían los mercados de las ciudades cercanas, le narraban también como los mediadores exigían cada vez más para transportar los productos y como los “arrancadores” les arrebataban los productos en el mercado.

Monseñor se interesaba por niñas y niños, preguntaba si tenían buena salud, si iban a la escuela. Por lo general, las respuestas venían acompañadas por llanto y lamentos. Preguntaba cómo se llamaba la comunidad y qué tiempo tenía. La mayoría contestaba que había sido de los abuelos de los abuelos. Eran tan antiguas y misteriosas las comunidades que no tenían nombres quichuas, lo que indicaba su patronímico anterior a los incas.  A monseñor Proaño le admiraba muchísimo cómo concebían el mundo, el cosmos. Las mujeres le mostraban una metáfora: el cosmos giraba como el huso que siempre llevaban en las manos, alrededor del centro todo daba vueltas.

Fiel a su método de ver, juzgar y actuar, monseñor decidió armar grupos de chasquis que yendo por los chaquiñanes llevaran a todos los indígenas la idea de la resistencia a la presión de hacendados, curas y políticos. Los indígenas recibieron gratuitamente las 36.000 has. de tierra que “pertenecían a la Iglesia de Riobamba” a consecuencia del reparto colonial. Luego indígenas de Cicalpe, Colta, Guamote y otras comunidades apoyaron la Reforma Agraria, se prepararon para ocupar las tierras usurpadas. Una era la vida de los indígenas antes de monseñor Proaño, otra después de su presencia.

 A monseñor Proaño le admiraba muchísimo cómo concebían el mundo, el cosmos. Las mujeres le mostraban una metáfora. El cosmos giraba como el huso que siempre llevaban en las manos. Alrededor del centro todo daba vueltas.

 


 

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