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domingo, diciembre 22, 2024

ESPECIAL| Las mujeres que enfrentaron la violencia de género con unión y trabajo: la historia de Aspralnues

Por Ela Zambrano Díaz 

las seis de la mañana, cuando el sol apenas empieza a teñir el cielo con sus rayos, el camión de Lácteos Elvita inicia el recorrido para recolectar la producción de leche de 210 familias de la parroquia Belisario Quevedo, situada a 40 minutos de Latacunga. Son las mujeres de la Asociación de Producción Alimenticia Nueva Esperanza (Aspralnues) quienes a esa hora interrumpen la quietud y pitan para alertar a las vecinas que ya están en su calle para llevarse la leche.

En 1988, en las faldas del cerro Putzalagua, las mujeres campesinas de Belisario Quevedo decidieron organizarse en el Comité de Damas Nueva Esperanza (después Aspralnues). Las guiaba el objetivo de  solucionar su falta de acceso a recursos financieros y de crédito, aunque esta determinación implicó enfrentar el machismo expresado en la desconfianza y los celos de sus parejas.

Lechero Aspralnues/La Línea de Fuego
A las 06h00, el camión de Lácteos Elvita inicia el recorrido para recolectar la producción de leche de 210 familias de la parroquia Belisario Quevedo. Foto: La Cigarra

En las zonas rurales, las mujeres están a cargo de la alimentación, el cuidado de las familias, la casa y la huerta casera, actividades que sostienen la cotidianidad en el campo pero que no son reconocidas, ni valoradas, ni remuneradas. En tales circunstancias, con el mismo ímpetu que el carro de transporte de leche cruda advierte de su presencia, alrededor de 40 comuneras decidieron romper con la exclusión que padecían.

En estos 34 años de vida cooperativa muchas se retiraron presionadas por sus maridos; otras se cansaron del trabajo organizativo y solo doce continuaron hasta la actualidad. Para renovar las energías, progresivamente se gestó un relevo generacional que ha sacado adelante al proyecto y en el que ahora se integran hasta las nietas de las fundadoras.

La organización y la recuperación de la voz

Carmen Condorcaña - Aspralnues/La Línea de Fuego
Carmen Condorcana es una de las fundadoras activas de Aspralnues. Foto: La Cigarra

Ante la falta de medios económicos incluso para su propio sustento, Carmen Condorcana (65 años), una de las fundadoras del Comité de Damas Nueva Esperanza, recuerda que fue una religiosa de la congregación de las hermanas lauritas, Elva Paladines, quien les motivó a la organización. “No teníamos ni para comprar un caramelo”, así grafica sus condiciones de vida en la década de los ochenta.

“La hermana Elva primero organizó jornadas de alfabetización, nos convocaba los sábados y domingos para enseñarnos a escribir, yo aprendí a poner mi nombre y a hacer una firma”, destaca Carmen, tras comentar lo difícil que le resultó ese aprendizaje siendo una mujer adulta. Y también cuestiona la pobreza y violencia de género a la que le condujeron por su falta de escolaridad, basada en una decisión machista de su familia: “Más antes solo a los hombres han puesto en la escuela”, reclama. Superar el analfabetismo les facilitó, a todas las integrantes del Comité de Damas, empezar a vencer las limitaciones económicas; y, en un pequeño detalle se resume la grandeza del conocimiento adquirido: “Ya pude firmar los papeles del banco”, confiesa Carmen.

Acaba de entregar su producción de leche y, pese al frío matinal, Carmen tiene ganas de contar su historia: “en el Comité de Damas, primero aprendimos a tejer icras (bolsas de cabuya confeccionadas a punto de red), sembramos hortalizas, criamos pollos, todo para la venta”. Poco después advirtieron que, al encontrarse en una zona ganadera, el negocio debía girar en torno de la cadena productiva de la leche. Tomada esa decisión, en su primera experiencia lograron acopiar 64 litros –que ellas mismas produjeron–; con esa materia prima y la guía de la hermana Elva, elaboraron 16 quesos.

Al inicio no tenían a quien despachar los quesos y, aunque salían a ofrecerlos en las tiendas, en varias ocasiones regresaron con el producto en las cestas sin lograr compradores. La decepción y la falta de resultados ganaban territorio, al mismo tiempo, amplificaba la recriminación de los maridos, cuyo menosprecio por el esfuerzo de sus parejas y los objetivos de la organización pronto derivó en celos injustificados y frecuentes agresiones físicas.

“La historia de las fundadoras es dura; cuentan ellas que, para hacer los reglamentos de la organización, se juntaban después de cumplir con las tareas del hogar y se quedaban hasta las dos de la mañana. Al otro día aparecían con signos de violencia que aseguraban fueron resultado de accidentes”, confiesa Susana Vaca, administradora de Aspralnues desde hace seis años, y parte de la organización durante más de dos décadas.

Para superar la violencia de género contaron con la mediación de Elvita –como llamaban afectuosamente a Paladines-, quien  invitaba a las parejas a charlas como parte de la pastoral social. La intención de la religiosa era que, de ese modo, los esposos entendieran que no solamente ellos tenían “derecho al trabajo” fuera de casa y a cambio de un salario. El proceso estimuló el empoderamiento de las mujeres del Comité, quienes “empezaron a pararse duras y a exigir su derecho a salir adelante”, comenta Martha Puyupaxi (43 años), con 25 años en la organización.

Aspralnues/La Línea de Fuego
Carmen, durante la entrevista, frente a ella y escuchando sus declaraciones está su esposo Manuel Guamán. Foto: La Cigarra

“Yo enojando, enojando, me voy”, testimonia doña Carmen. Habla sobre las tensiones que genera el tiempo que dedica a la Asociación, en la que aún participa de la toma de decisiones y, eventualmente, trabaja como ayudanta.

Durante sus primeros años, el Comité de Damas Nueva Esperanza estuvo integrado por 40 mujeres de los barrios de Culuango, San Luis, La Dolorosa y Manzanapamba, que pertenecen a la parroquia de Belisario Quevedo. Ya para el 4 de abril de 1992, lograron su inscripción en el entonces Ministerio de Bienestar Social (actual MIES), “gracias a las gestiones de la monjita”, como indica Carmen.

Cada término elegido para nombrar a la organización condensa algo de la coyuntura de los años noventa, la situación que atravesaban las mujeres en relación con sus parejas y su ilusión frente al futuro. En principio, los “comités” en nuestro país han respondido a objetivos profundamente políticos, basta citar al Comité Central Único de Trabajadores o el Comité del Pueblo para comprenderlo. Luego, el término “damas” redunda en una connotación de respeto y valoración que las integrantes del colectivo esperaban inculcar a sus maridos. Y por último, “Nueva Esperanza” denota los anhelos de un futuro con dignidad, combinados con una fuerte convicción católica.

Ante la presión de sus parejas e hijxs, muchas de las mujeres se retiraron del Comité de Damas, al tiempo que cambiaron las condiciones legales para mantenerse bajo esa figura jurídica, tras la puesta en vigencia de la Constitución de Montecristi en 2008. Fue así que el 12 de diciembre de 2017, se inscribieron como Asociación de Producción Alimenticia Nueva Esperanza (Aspralnues) ante la Superintendencia de la Economía Popular y Solidaria (SEPS).

Así, la Asociación quedó conformada por doce fundadoras, con dos generaciones representadas en partes iguales: la primera por María Rosa Gutiérrez Yugla, María Isabel Gutiérrez Yugla, Manuela Maigua, María Toribia Tipantuña Vaca, María Sebastiana De la Cruz y Carmen Condorcana; y, la segunda,  por María Rosa Condorcana, Martha Patricia Pullopaxi (hija de Rosa Gutiérrez), Patricia Sandra Tasinchana (hija de Sebastiana de la Cruz), Susana Vaca (nuera Isabel Gutiérrez), Alicia Maigua (hija de Carmen Guanoluisa) y Jeaneth Gutiérrez (hija de Isabel Gutiérrez).

 

Violencia en cifras

Según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres (Envigmu-2019), el maltrato en el ámbito de la pareja se agrava cuando sus integrantes registran vacíos o carencias educativas. Esta es la realidad para el 58.8% de las personas que no asistieron a un centro de alfabetización, cifra que disminuye proporcionalmente a medida que aumenta el nivel de escolaridad: 50.5% entre quienes cumplieron la educación básica; 36.2% al completar el bachillerato; y 34.8% en la educación superior.

En relación al derecho de contar con un trabajo remunerado, la misma encuesta destaca un contraste similar entre niveles educativos, ante la premisa que señala “La mujer tiene el mismo derecho para trabajar y ganar dinero” que el hombre. Esta convicción registra mayor apoyo entre las mujeres que realizaron estudios superiores, con un 89.8%, que entre aquellas con una formación en centros de alfabetización, donde alcanza al 78.0%.

 

La hermana Elvita

La mediación de la “monjita”, Elva Paladines, resultó determinante para el empoderamiento de las integrantes del Comité de Damas Nueva Esperanza (1988),  tanto en el registro formal cuanto en la obtención de los primeros apoyos y, sobre todo, en la capacidad de promover agenciamiento y organización.

La presencia de Elvita, a finales de la década de los ochenta, coincide con un proceso histórico de autoafirmación indígena en cuanto al reconocimiento y el pleno ejercicio de sus derechos como sujetos políticos y sociales. El resultado de estas reivindicaciones se manifestó en el Primer Levantamiento de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Ecuador en 1990, durante el gobierno de Rodrigo Borja. Elvita es también parte de esa iglesia liberadora que llevaba planes de alfabetización y salud, que fomentaba procesos productivos para superar la pobreza, pero es sobre todo una mujer consciente de la discriminación hacia las mujeres rurales, campesinas e indígenas.

 

Aspralnues/La Línea de Fuego
La marca de los productos es Lácteos Elvita en agradecimiento al impulso que recibieron de la religiosa Elva Paladines en sus primeros años. Foto: La Cigarra

Elvita organizaba reuniones el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha que le motivaba a una acción política. Con los recursos obtenidos de la Caja de Ahorros del mismo Comité, “mandaba a las mujeres a sus hogares con quintales de arroz, con funditas de lenteja y trigo”, evoca Martha Pullopaxi. Así, al conmemorar la lucha por los derechos femeninos, las Damas de Nueva Esperanza daban un paso más hacia la equiparación de su rol como proveedoras de la casa.

De Elvita no tienen información desde hace mucho tiempo, pero le guardan un profundo cariño y agradecimiento. Es por eso que la marca de los productos que expenden lleva su nombre: Lácteos Elvita. El 19 de noviembre pasado, hicieron un relanzamiento de la marca, pero el nombre de la religiosa se conserva sin alteraciones y se ha convertido en un mantra para la buena suerte. La buscaron para invitarle a la presentación de la nueva imagen, pero en los esfuerzos para ubicarle, solo consiguieron saber que ahora reside en Loja.

 

Abriendo caminos: las fundadoras y las nuevas

 

Aspralnues/La Línea de Fuego
En la planta de procesamiento, hay un centro de acopio de 1800 litros de leche. En la fotografía, de izquierda a derecha, Martha Pullopaxi (43 años) y Patricia Tasinchana (40 años). Foto: La Cigarra

“Ya tenemos más de 20 años en la Asociación y todavía nos dicen las nuevas”, se ríe Susana Vaca (35 años). Aunque la convivencia intergeneracional, dice, no ha sido una tarea sencilla. Por ejemplo, explica que “a veces nos enseñaban cómo mejorar los procesos y las más antiguas cuestionaban los cambios, pero finalmente les convencíamos.

La entrevista con Susana, en pleno horario laboral, resulta accidentada por la cantidad de interrupciones. Desde hace seis años ella es la administradora de la organización, por lo que muchas de las decisiones cotidianas de la colectiva quedan en sus manos.

Tras perder por un momento el hilo de la conversación, recuerda que “entre esos cambios a los que se negaban, estaba el poder llevar la contabilidad del negocio en una computadora; las fundadoras exigían los libros contables, no confiaban en la tecnología. Yo aquí tengo como en escuela, un montón cuadernos, en los que detallo cada ingreso y egreso”, comenta. No obstante, aclara de inmediato que “no sabrán de computadoras, pero son tan inteligentes que tienen los datos acá (señala su cabeza)”.

 

Aspralnues/La Línea de Fuego
Susana Vaca (35 años) es administradora de Aspralnues desde hace seis años. Foto: La Cigarra

La Asociación actualmente está conformada por tres generaciones de comuneras: las seis fundadoras, otras tantas de la nueva generación y, en tiempos más recientes, se sumaron dos nietas.  El espacio es “solo para mujeres, si entran los hombres esto se destruye”, parafrasea Susana a una de las fundadoras, Carmen Guanoluisa, fallecida el 4 de abril de 2018, en un accidente en la primera minga de construcción de la nueva planta. “Ella era una de las más reconocidas en su convicción feminista. No le tenía miedo a nadie”, recalca.

El rechazo a la presencia masculina no es caprichoso, sino que tiene varios fundamentos prácticos. En primer lugar, abona a la decisión de no restar oportunidades a las mujeres en la ruralidad, cuyas posibilidades de contar con un trabajo remunerado en el campo son mucho menores; y, por otro lado, quizás a causa de la condición anterior, son ellas quienes han evidenciado mayor compromiso con la protección del espíritu comunitario de la asociación.

“Las compañeritas fundadoras trabajaron duro, duro. Ellas nos decían: ‘Nosotras les damos el paso a ustedes, la segunda generación. Nosotros queremos que esto se sostenga, que trabajen por la gente, que tengan un trabajo estable y digno, eso para las mujeres en el campo es duro. Nosotras tenemos esa misión de generar más fuentes de trabajo, siempre y cuando les guste participar en la cadena de producción de la leche’”, revela Susana.

Como muchas de sus compañeras, la actual administradora ha crecido junto con Aspralnues. Al comienzo fue conductora del carro recolector de leche; cuando se ganó la confianza de las más experimentadas, le encargaron la administración. Apoyada en la autoformación y en diversas capacitaciones, ha podido afrontar las labores administrativas de una organización que, en treinta años, multiplicó por diez su capacidad productiva: pasó de procesar 300 litros diarios a 3 mil, aproximadamente.

Aspralnues/La Línea de Fuego
En la presentación de la nueva imagen de Lácteos Elvita coincidieron (a la izq. de la publicidad) Carmen Condorcana, Manuela Maigua, Rosa Gutiérrez, Rosa Condorcana; (a la derecha) Sebastiana de la Cruz, Isabel Gutiérrez,Susana Vaca, María Tipantuña, Alicia Maigua, Janeth Gutiérrez, Martha Pullupaxi, Patricia Tasinchana.

Entre las anécdotas que reflejan ciertas tensiones entre las fundadoras y las nuevas, Susana rememora que antes solo sabían hacer queso fresco y mozzarella, y las antiguas  se mostraban reticentes a generar nuevas variedades. “Nosotras decíamos: ‘no vamos a seguir así toda la vida, es una empresa, hay que hacer algo más’”. Con el tiempo, lograron convencer al resto e iniciaron un proceso de crecimiento y transformación que arrancó por la compra de máquinas, para dejar el trabajo 100% artesanal; luego impulsaron la compra de  un terreno en la calle principal, donde se construyó la nueva planta; y, tras un período de capacitación, fueron incorporadas al Consorcio de Queseras del Salinerito, donde además ganaron el premio José Dubach, por mantenerse como una organización de mujeres.

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Pamela Ataballo (18 años) es hija de Alicia Maigua y forma parte de la tercera generación de Aspralnues junto con Alexandra Guanoluisa (20 años), nieta de Isabel Gutiérrez. Durante las mañanas, Pame acompaña a los recorridos del carro lechero, un trabajo de mucho esfuerzo físico, puesto que ella recibe y vierte el contenido de los portaleches, grandes o pequeños, en el contenedor del camión.

Aspralnues/La Línea de Fuego
Pamela junto a su madre, Alicia Maigua, presidenta de Aspralnues e hija de Carmen Guanoluisa.
Foto: La Cigarra

“Yo estoy trabajando hace un año, recojo la leche, envío a los tanqueros, a veces ayudo a hacer los quesos. El ambiente de trabajo aquí es agradable, me gusta porque es una asociación de mujeres, se apoyan mutuamente, aunque a veces haya discusiones. Es admirable todo lo que han logrado, porque hay organizaciones que se han ido rindiendo y desaparecen”, destaca Pamela, y comenta que si bien disfruta de su trabajo, también le ilusiona estudiar en la Universidad.

Desde fuera, quienes han trabajado con las mujeres de Aspralnues, consideran muy interesante el proceso interno de la organización. En especial, el hecho de que las fundadoras no se hayan desligado de la asociación y compartan, con las que conforman la segunda generación, las decisiones sobre las transformaciones necesarias para continuar su desarrollo.

Para Karina Gomezjurado, técnica de la Fundación Internacional Heifer, quien les apoyó hasta el pasado mes de febrero en un programa de fortalecimiento, hay varios aspectos destacables en el funcionamiento de la Asociación. Uno de ellos, quizás el más importante, es que “han hecho con éxito un relevo generacional, a veces les planteamos retos sobre los cuales debían tomar decisiones y veías que la colectiva respondía”.

Aspralnues/La Línea de Fuego
El camión refrigerante de Aspralnues, para la entrega de los productos derivados de la leche, está decorado con la nueva imagen. Foto: Cortesía Heifer.

Asimismo, Edith Suntaxi, quien también les ha acompañado desde Heifer, el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio y como consultora independiente, resaltó el interés que las mujeres de la segunda generación de Aspralnues han dado a la capacitación. “Lo más valioso de ellas es que todo conocimiento que reciben, lo practican; nunca dicen ‘no puedo’. Tienen capacidad de liderazgo, de gestión y resolución de problemas. Aprendieron a hacer el Plan Estratégico y el Plan de Negocios. Trabajar con ellas es romper con los esquemas de muchos técnicos que desvalorizaban su potencial por ser rurales. Yo he usado con ellas el lenguaje con el que se van a encontrar en el Servicio de Rentas Internas, en la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria y lo aprendieron y lo dominaron”.

Por el contrario, Edith reconoce que sí fue complejo convencerlas de realizar un cambio en la imagen corporativa. “Tenían una etiqueta con un nevado de fondo, una vaca y una mazorca: todas las queseras de la Sierra Centro tienen un nevado de fondo, la mazorca no tenía sentido y había que buscar la diferenciación, pero en esa imagen está presente la historia con la hermana Elvita, así es que la relación afectiva se impuso al criterio empresarial”, opina. El proceso de modificación de ese diseño, sin alterar el nombre de la marca, se acordó que fuese paulatino, algo desaconsejable según las reglas del marketing.

Para permitir que las tres generaciones puedan seguir trabajando en la cadena de valor de la leche, se han organizado en función de los tiempos, sus roles de género y las fuerzas de cada una. Así, las más antiguas usualmente son “ayudantas” y hacen trabajos de apoyo en la elaboración de los quesos, mientras que las más jóvenes asumen las tareas de mayor esfuerzo físico.

De y para la comunidad

Aspralnues/La Línea de Fuego
Conducido por Alexandra, el carro hace tres recorridos al día para el acopio de leche. Foto: La Cigarra

Actualmente, el carro de transporte de la leche cruda de Aspralnues recorre gran parte de los barrios de Belisario Quevedo: La Dolorosa, Tunducama, la Compañía, Culaguango Centro, Bajo y Alto, Manzanapamba, San Luis, Galpón Loma y San Francisco. Atraviesa centros poblados, sectores montañosos, caminos de tierra y cemento para el acopio de unos 3 mil litros diarios, aunque la cantidad exacta depende de las productoras y sus vacas.

 

Belisario Quevedo/La Línea de Fuego
De Izq. a Der., Gladys Tonato, Natasha Tonato, Lady Montaluisa, Ofelia Guanoluisa y Julia Guanoluisa, en el barrio de Galpón Loma, después de haber entregado la leche. Foto: La Cigarra

“Nosotras vendemos cuando se tiene, no estamos obligadas a dar una cantidad específica diaria”, dice Gladys Tonato, productora desde hace cuatro años. El día de la entrevista, ella logró ordeñar manualmente 25 litros.  Además del pago justo por el litro de leche, Gladys espera que pronto les puedan capacitar en mejores prácticas de ordeño para incrementar la producción.

“En mi familia me molestan, dicen que yo prefiero dar de comer a las vacas que comer yo. Claro, ahorita ya les di la hierba para que se alimenten y yo aún no desayuno, es que es la necesidad que tenemos, nosotras trabajamos de esto, de esto tenemos nuestros recursos”, explica Gladys.

Tonato comenta que le han visitado otros acopiadores de leche, comúnmente conocidos como “piqueros”, ofreciéndole más de 40 centavos por litro, que es lo que paga Aspralnues a las productoras. Pero sus experiencias previas en el contacto con ellos no fueron nada positivas: a menudo incumplen los pagos acordados, o no pasan todos los días y les dejan con el producto. A la conversación se suma otra vecina:  “Llega la quincena y se van con todo, ¿a quién cobramos? Con ellas (se refiere a Aspralnues) sabemos dónde les encontramos, porque son nuestras vecinas”, explica Julia Guanoluisa.

“Los piqueros solo cuando está bueno llevan; y cuando no, no llevan. Yo no me cambio, porque en los tiempos malos me dejan con la leche y yo tengo que salir a vender a las tiendas. A mí vinieron a ofrecerme más por la leche y les dije que no, porque las señoras (Aspralnues) se llevan mi leche de domingo a domingo. Yo por eso soy fiel”, destaca Rosa Alpuci, quien se encarga del trabajo de la casa, del cuidado de sus hijos y “las vaquitas” representan su oportunidad de tener ingresos.

Belisario Quevedo/La Línea de Fuego
Rosa Alpuci solicitó un préstamo al banco para poder tener vacas. Con lo que le pagan en Aspralnues, le alcanza para cumplir con el préstamo y cubrir los gastos de su hogar. Foto: La Cigarra

Los “piqueros”, en la zona de Belisario Quevedo, no solo han estafado a las productoras, además, con la intención de monopolizar el mercado hacían competencia desleal, buscando desprestigiar a Aspralnues mediante conductas machistas. “Quisieron entrar al sector cuestionándonos por ser mujeres, que por nuestro género no sabemos nada, que no tenemos idea del negocio”, recapitula Susana, para destacar que a pesar de ello, “nos hemos ganado el respeto con el trabajo. Además saben que somos de aquí, que no nos vamos a ir a ningún lado”.

Como se ha mencionado, Aspralnues paga 40 centavos por el litro de leche retirado en origen, y 41 centavos a quienes se acercan a dejar su producción en la planta de procesamiento. En ese lugar, la leche cruda se transforma en yogur y quesos de las variedades sánduche (laminado), de orégano, ají, fresco, cheddar y mozzarella (producto estrella). Cada mes elaboran un total de 2500 a 3000 quesos y 300 yogures de un litro.

El compromiso de Aspralnues con las productoras de leche se manifiesta no solo en el pago a tiempo o el respeto por los compromisos asumidos. La filosofía de trabajo de la organización incluye ayudar a las productoras cuando están enfermas y agasajarlas con un almuerzo navideño al que todas (más de 200) son invitadas. A mediano plazo, esperan poder recuperar las capacitaciones para desarrollar mejores prácticas productivas.

Ñañaridad y fuerza productiva

El camión lechero ha cumplido su tarea diaria, ya han descargado toda la leche y Alexandra y Pamela se despiden. En la zona de acopio y pasteurización se quedan Martha y Patricia, porque este día está previsto hacer queso mozzarella. Por su parte, Susana ya está en la administración.

Es el lunes 1 de Mayo, Día del Trabajador, y en las zonas urbanas es una jornada de asueto. Pero en las zonas rurales, “las vacas no dan descanso”, enfatiza Susana, quien rescata que en estos años la asociación ha demostrado su capacidad de generar trabajo y administrar su propia empresa. Supieron dejar claro que las mujeres “no sólo están para tener hijos”, como señala Martha. 

Con las compañeras de la asociación, explica Susana, se consideran mujeres comunitarias: “Somos vecinas, conocidas… como dicen, solo nos falta dormir juntas. Sabemos todo de todas y entre socias nos apoyamos, nos decimos tías”. Viven su ñañaridad (variante andina de la sororidad, término que consideran externo y ajeno) día a día, se han organizado de tal manera que todas, con sus capacidades y limitaciones, puedan seguir siendo parte de la asociación.

De los esposos, ya quedó más que demostrado que estaban equivocados, dice Susana. Ahora, eventualmente, les contratan para trabajos puntuales, les ayudan en la Asociación cuando necesitan y les toman lista cuando hay mingas.

 

‘Nosotras les damos el paso a ustedes, la segunda generación. Nosotros queremos que esto se sostenga, que trabajen por la gente, que tengan un trabajo estable y digno, eso para las mujeres en el campo es duro. Nosotras tenemos esa misión de generar más fuentes de trabajo, siempre y cuando les guste participar en la cadena de producción de la leche’”,

–Susana vaca.


*Ela Zambrano Díaz, comunicadora-periodista, graduada en la Universidad Central del Ecuador y magister en estudios de recepción por la Universidad Andina Simón Bolívar.

Edición y corrección de estilo: Jorge Basilago

Fotografías: La Cigarra

*Este trabajo es fruto del curso: Tratamiento ético de la violencia contra las mujeres y el femicidio en los medios de comunicación. Flacso-Ecuador


 

 

 

 

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