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lunes, diciembre 23, 2024

ESTETICA Y POLITICA: PLACER Y SUMISION. por Tomas Rodríguez león

“La historia es también una secuencia de moral y estética surrealista. El instinto sexual y el sentido de la muerte forman su sustancia”

Luis Buñuel

 

La política siembra dudas éticas, estéticas y morales, porque es el contexto de las incertidumbres que se amañan  con discursos sobre el tiempo y el espacio. Fantasía a cuestas, engaño como obligación, búsqueda de poder, “arte” de convicción y nada más.

La estética, nunca como política,   circunda el pensamiento del arte como reflexión que  devela lo esencial; obra y siempre creación, creación sensible; si especula no importa, es lo de menos. Es verdad, la política y el arte consolidan regímenes con las formas sensoriales. En espera de hacer molduras de sensibilidad para los colectivos consideran el orden social y político como el escenario de sus textos, arte y política buscan perpetuidad. Pero el arte no se fecaliza en el dominio porque no subordina a nadie y a lo mucho se glorifica en la aceptación

El cuerpo es el sensorium de la política y del arte con sus implicaciones de corporeidad. Lo perceptivo es el eje por donde se articulan sus relaciones, las esferas humanas son su propósito de llegada. Pero en la política la corporeidad es mejor asimilada en la abstracción de lo plural, pues la sensibilidad individual es solo calificada como consumo. Para el arte sino se da la percepción personal fracasa el intento de llegada.

La experiencia estética de los artistas es orgásmica, está  enmarcada en el sensorium lúdico de lo hedónico,  en tanto que la política embrutecida por las ganas de crear subalternos es histeria pura. Aunque políticos y creadores construyan dispositivo de exposición, su cultura es distinta y antagónica, las funciones de   la dialéctica creación-destrucción o creación degeneración, se expresan y se extrapolan. El “arte contemporáneo” es confuso, la” política contemporánea” es sucia, sus visibilidades específicas disparan sentires como deleite o ganas. Diferencia clave.

Fuente de placer para algunos pocos, la política dominante carece de estética   porque en la búsqueda y ejercicio de poder, el placer “estético” es  imagen idealizada en cadenas de ilusión (Fromm), las visiones de un orden justo, armónico entre aspiraciones de individuos y colectivos, se disipan pronto y hasta el filósofo político es un mistificador de paradigmas, es un falso, un creador fantasioso de verdades perfectas. ¡Todo un filisteo¡ Así, en el mundo político, la bondad, el honor y la belleza son construcciones institucionales, sacralizadas en formas de gobierno.

Con la aptitud, actitud y una postura en paralelo no es posible admitir arte político, pero si es posible política artística o cultural desde los artistas, buen escenario el soñado donde podamos ver artistas haciendo política limpia. En fin de cuentas y de cuentos, el artista no se puede negar a producir mensajes y sentimientos sobre el mundo. En el performance de la inclusión en el juego cívico, la estética de lo sublime podría contaminarse de las banalidades podridas del discurso peregrino en mediocres políticos, pero es un riesgo preferible que hay que asumirlo. El creador sensible y subversivo   tendrá ineludiblemente una postura activa en lo heterogéneo y saltara como categoría higiénica en el conflicto de dos regímenes de sensibilidad.: el feo y hermoso.

 

 

 

 

 

 

 

 

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