POR Luz Elena Cadena
La palmade la mano de Fadua parece ser un imán en permanente búsqueda del polo opuesto, su barriga. Apenas entran en contacto no se separan. Frota toda la abultada superficie con intensa suavidad. Es la manera de proteger al pequeño ser que guarda detrás de esas estrías que parecen labradas a pulso en su piel. Sus ojos tienen la capacidad de irradiar valentía, cada palabra que sale de su boca tiene el paso firme. Se acomoda en una esquina del sillón y comienza a recordar. En su burbuja infantil llena de juegos e inocencia no cabía la idea de las injusticias hasta que por la fuerza tuvo que entender. La muerte de su tío Pablo cuando ella tenía cinco años le marcó un camino hacia el futuro lleno de interrogantes que necesitaba resolver. “Un día desayuné con mi tío, se despidió y nunca más lo volví a ver. Solo recuerdo
a mi familia corriendo de un lado para el otro, yo no sabía que mi tío había muerto”, recuerda Fadua con
la mirada ausente.
Las ideas de izquierda siempre estuvieron rodeando la casa por su padre y su tío. A los doce años comenzó a tener conciencia propia de lo que sucedía, por eso decidió continuar con lo que su tío había iniciado. Aunque en el colegio Benalcázar era el escenario donde se reproducía una y otra vez la idea de “pisa a los demás y avanza”, Fadua encontró en las marchas en memoria de su tío un espacio para poder debatir sobre las injusticias del país. Asambleas, mesas redondas organizadas en la Universidad Central se convirtieron en la herramienta para poder ir aclarando sus ideas. Estas actividades las combinaba con el servicio a la comunidad pues visitaba el Orfanato San Juan de Dios, daba charlas en un colegio de Puéllaro, y ayudó a construir una guardería en Chamanal, en el Oriente.
Ingresó a la Universidad Central a seguir Derecho sin ningún problema, esta carrera era una ventana para continuar por un medio profesional sus ideales de ayudar a los demás. No quería ser parte de ninguna organización política definida por miedo a las represiones. Cursando en primer semestre se enteró de
que estaba embarazada… “fue un susto y una alegría”, manifiesta Fadua.
A partir del 3 de marzo pasado su embarazo dejó de transcurrir normalmente. El impacto de ver cómo entraron de esa manera tan violenta a ese departamento de Luluncoto la dejó perpleja. Todo el tiempo reclamó consideraciones por su estado, pero fueron palabras al viento. Ese día su familia la estaba
esperando para asistir al bautizo de su primo, pero nunca llegó. Fadua permanecía con arresto domiciliario, esto implicaba tener la indeseable compañía de una policía los primeros meses que estaba
privada de libertad. Debía tener cuidado de todo lo que decía y lo que hacía pues podía ser utilizado en su contra. La rabia interna que siente es por las condiciones en que va a recibir a su niña, no pudo tener un embarazo tranquilo por más que estaba rodeada de atenciones por parte de su familia.
Ella libra una batalla contra el tiempo, solo la idea de tener que separarse de su bebé recién nacida hace que su voz se quiebre y que las lágrimas se apoderen de sus ojos. Pero la fortaleza en sus palabras revive y piensa que después que pase el tiempo su hija se sentirá muy orgullosa de la lucha de su madre.
“Nada es eterno, algún día seré libre, tengo el consuelo de que mi hija se queda en buenas manos”, dice Fadua. Solo le queda aprovechar cada segundo antes de verse cara a cara con la consecuencia de pensar diferente
en el gobierno de “iquierda de revolución ciudadana” con acciones de Derecha tipicas de las odiadas épocas de dictadura civil y militar, represión, acoso, violación a los derechos humanos, violación al derecho a que un SER HUMANO nazca con libertad, con DIGNIDAD junto a su madre…que no sigan embarrando las fraces del Che en los discursos de odio, represión a lo que han dado en llamar “terrorismo” patentada por Bush, continuada por Obama y aplicada gobiernos latinoamercianos…