Salen los dos equipos a la cancha y son ovacionados por la multitud que apoya a sus favoritos; cada uno cuenta con igual número de jugadores; el campo de juego está delimitado y provisto de una línea que norma la contienda; los participantes y los jueces conocen las reglas y saben que han de respetárselas.
Comienza el espectáculo. Los jugadores están preparados física y psicológicamente para lo que les espera. Hay restricciones que tienen que ver con la parte del cuerpo con la que se golpea la pelota. Los contendientes se vuelven símbolos de las normas; la manera de ganar puntos es hacer entrar la bola en un espacio determinado. El juego es una lucha de contrarios, es una alternativa a la guerra.
¿Estamos hablando del fútbol? sí, pero al mismo tiempo lo hacemos del antiguo ritual del Juego de la Pelota que era conocido desde tiempos muy antiguos en todas las culturas de Mesoamérica y aún en el sureste de los Estados Unidos. Ahora ha sido restablecido en México, como señal de identidad cultural del pueblo azteca. Es curioso que el fútbol actual y el Juego de la Pelota, compartan un código similar básico que permita compararlos y diferenciarlos.
Quizás alguna vez, el fútbol fue un juego sagrado, quien sabe, ahora es profano, aunque hasta hoy, se llena de supersticiones: algunos jugadores se ponen dentro de los calcetines hierbas que se cree tienen propiedades mágicas, otros se niegan a jugar el día martes 13, también los hay los que se cuidan de entrar en la cancha con el pie derecho.
Entre los pueblos de Meso américa, el Juego de la Pelota sí era un ritual sagrado y la pelota representaba al Sol, por esto, no se la podía dejar en reposo, si así hubiese acontecido, habría equivalido a que el astro se detuviera.
La bola de hule era muy pesada y brincaba con tal ligereza que, según los españoles que alcanzaron a ver el evento afirmaron que “la pelota parecía tener un hechizo pues nunca habían visto objeto que de esta manera botara”. Se golpeaba el balón solo con la cadera, los codos y las rodillas que eran protegidos con piezas de cuero o madera. El campo de juego estaba limitado por muros inclinados para que el balón se diera contra el muro y retornara a la cancha, estaban cubiertos de yeso para que la superficie se volviera resbalosa y pintados con colores vivos. En el remate de los muros a los dos lados de la cancha, en la parte central, había dos aros de piedra verticales a través de los cuales debía pasar la pelota.
En el ritual arcaico, los propios reyes, se enfrentaban en el campo con sus contendores cumpliendo un papel socio-religioso regulador, lo que provocaba en la multitud una profunda emoción. El fútbol también reviste carácter de grupo y enciende los ánimos hasta el extremo, los espectadores son convencidos practicantes, que ponen fe y devoción en su equipo. Esto ha llevado a Eduardo Galeano a afirmar que “el fútbol es la única religión que no tiene ateos”.
*Filóloga. Profesora universitaria, investigadora, periodista. Nacida en Ambato, Ecuador. Es autora de varios libros, ensayos y artículos de su especialización. Algunos de sus trabajos han sido publicados en México, Perú, Estonia, España, Alemania.