LA CONAIE: ENTRE EL TIEMPO LARGO Y LA COYUNTURA
Floresmilo Simbaña, Revista R <r.la.revista@gmail.com>
En una improvisada discusión vía facebook sobre los primeros resultados de la consulta popular convocada por el gobierno de Rafael Correa y realizada el 7 de mayo pasado, el reconocido intelectual argentino Atilio Borón defendía con mucho optimismo el triunfo del SI y felicitaba al gobierno. Algunos de los participantes de este dialogo cibernético interpelaban sus afirmaciones resaltando el alto porcentaje del voto por el NO y destacando la fuerza del movimiento indígena ecuatoriano que había hecho campaña por esta opción, convirtiéndose así en el gran protagonista.
Pero Borón intentó contestar descalificando a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, argumentando que “ahora se unieron a la derecha más conservadora para decirle que NO a las reformas que proponía Correa… que es ella [la derecha] la que mediante interpósita persona controla al movimiento indígena. Pero, si los indígenas ecuatorianos están tan en contra del gobierno (digo los indígenas y no sus organizaciones, algunas de las cuales están penetradas por la CIA hasta el tuétano)… Por último, hoy, en la coyuntura actual, mucho me temo que una opción revolucionaria no pasa por la alianza con la CONAIE y las desprestigiadas organizaciones indígenas, que antes apoyaron a Gutiérrez y ahora se unen a la rosca oligárquica en contra de Correa”.
Las críticas de Borón, más que una posición individual, son el reflejo de una corriente de la que se hacen eco políticos, académicos, periodistas, etc., que repiten unos cuantos “argumentos”, muchos transformados ya en lugares comunes, para explicar la situación actual del movimiento indígena ecuatoriano, pero la gran mayoría de ellos, acaso ninguno, se ha tomado el trabajo de estudiar la cuestión.
El actual proceso ecuatoriano, llamado pos neoliberal, debe ser leído en dos momentos: 2005-2006 cuando tuvo lugar la derrota política del proyecto neoliberal y delos bloques hegemónicos que hasta entonces conducían el Estado; y, del 2007 hasta hoy en que Rafael Correa y Alianza Pais instauran su régimen autodenominado comoRevolución Ciudadana. Pese a su gran impacto, en el actual periodoson muy escasos los estudios serios en el mundo académico nacional e internacional; pero de esto no nos ocuparemos aquí. El objetivo de este trabajo es revisar las lecturasmás recurrentes que se hacen sobre el movimiento indígena y que se han vuelto a visibilizar movidos por dos acontecimientos políticos de actualidad: el IV Congreso de la CONAIE[i] y los resultados electorales delaconsulta popular del 7 de mayo.
El IV Congreso
La CONAIE cambia de dirigentes, o Consejo de Gobierno, cada tres años. Marlon Santi[ii], quien presidió la organización desde el 2008, terminabasu gestión por lo quela organización buscaba su reemplazo. Con este propósito muchos sectores dentro y fuera del movimiento indígena pusieron sus ojos en esta coyuntura. El Congreso se realizó del 31 de marzo al 2 de abril pasado, en la provincia amazónica de Pastaza. Tres mil quinientos delegados se dieron cita; de los cuales 1.050 eran oficiales, es decir con derecho a vos y voto[iii]. Los dos primeros días del Congreso fueron copados por debates sobre la coyuntura política del país, básicamente en lo referente al gobierno y la consulta popular, esto limitó excesivamente las reflexiones que un congreso de una organización de las dimensiones de la CONAIE debe tener.
Al final de la jornada se procedió a elegir el nuevo Consejo de Gobierno; los tres candidatos que ya se venía promocionando fueron oficializados: Humberto Cholango (candidato oficial de la regional sierra, ECUARUNARI), Pepe Akachu (candidato oficial de la regional amazónica, CONFENIAE) y de Auki Tituaña (patrocinado por la organización del Pueblo Otavalo, del centro norte de la sierra) Finalmente, y mediante voto individual y secreto, Cholango tuvo 472 votos, Auki Tituaña 353 y Akachu 205; hubo 20 votos nulos.
Estos resultados no fueron aceptados por Auki Tituaña; alegando que Cholango no había obtenido la mitad más uno de los votos, exigió una segunda vuelta. La mesa electoral (autoridad electoral del Congreso de la organización) negó tal solicitud porque nada de eso se consideraba en el reglamento que regulaba el Congreso, y procedió a declarar ganador a Humberto Cholango y llamar a elección del Vicepresidente. Auki Tituaña y Marlon Santi abandonaron la sala, seguidos de sus respectivas organizaciones de base. Las elecciones prosiguieron y resultó electo Pepe Akachu. Inmediatamente es proclamado como nuevo Vicepresidente de la CONAIE. El Presidente de la organización regional de la costa, partidario de Tituaña, expresó su desacuerdo e invita a sus organizaciones de base a retirarse de la sala; la petición que no fue seguida por todos, pero logró armar un clima de desorden que hizo imposible seguir con el proceso electoral. El Consejo Electoral decidió declarar en receso el proceso y entregar la dirección del Congreso a la Mesa Directiva, cuyos miembros, luego de varias deliberaciones, acogieron al receso y llamaron a los Consejos de Gobierno regionales a tener una posterior reunión con el fin de decidir lugar y fecha para reinstalar y culminar el Congreso. Hecho este anunciado, los delegados presentes abandonaron el lugar.
El camino hacia la culminación del IV Congreso estuvo lleno de fuertes debates y acusaciones públicas a través de los medios de comunicación. Finalmente, el Congreso se reinstaló el 17 de abril, en la ciudad de Quito. Estuvieron presentes 38 organizaciones de base, y 22 ausentes. Por consenso se decidió formalizar lo realizado por el Congreso en la ciudad de Puyo; esto es, las resoluciones adoptadas y las elecciones de Presidente y Vicepresidente, en las personas de Humberto Cholango y Pepe Akachu respectivamente. De igual forma, por consenso, se eligió a los restantes miembros del nuevo Consejo de Gobierno. En su parte final, y una vez posesionada la nueva dirigencia, Humberto Cholango llamó a seguir en la crítica y oposición propositiva a la revolución ciudadana de Rafael Correa; a la unidad de todo el campo popular; al fortalecimiento de las organizaciones de base de la CONAIE y a avanzar en la construcción de la propuesta para poner en marcha la Plurinacionalidad y el Sumak Kawsay.
Estos, los hechos; ahora resta ver cuáles son sus implicaciones.
La crisis y sus razones
El gobierno, igual que los grandes medios de comunicación públicos y privados, hicieron énfasis en la “división del movimiento indígena”, la “pérdida del horizonte político”, el “naufragio de la otrora poderosa CONAIE”. El gobierno, además, explicaba la situación creada en el IV Congreso como muestra fehaciente que “las bases están con la revolución ciudadana y no con la CONAIE”. No faltaron voces gubernamentales y académicas que volvieron a repetir la consigna más que argumento, que lo sucedido ponía en evidencia que los indígenas no habían logrado superar la crisis por el apoyo al gobierno de Lucio Gutiérrez.
Pero el proceso de un sujeto político no puede ser leído tomando en cuenta sólo su dinámica interna y su acción individual, dejando de lado sus múltiples relaciones; en esta perspectiva, la situación del movimiento indígena ecuatoriano necesariamente debe ser leída como parte de la situación que viene acarreando la izquierda ecuatoriana; a saber, un agotamiento político ideológico de las condiciones y procesos creados con el levantamiento indígena de junio de 1990, que en los primeros años del nuevo milenio tuvieron su crisis más fuerte. Entre el 2000 y el 2003 (más o menos) se desfondaron las expresiones organizativas de los sectores sociales urbanos, particularmente de Quito, Guayaquil y Riobamba; Cuenca sorteó de mejor manera el período. Muchas de estas organizaciones naufragaron en medio de la orfandad social, o en el juego de relaciones y alianzas política sin mayor visión que el oportunismo coyuntural, otras sucumbieron ante el embate de las políticas neoliberales; en este caso se encuentran las organizaciones sindicales del sector público (trabajadores petroleros, del Seguro Social y eléctricos y telecomunicaciones) que representaban la esfera más grande y dinámica del movimiento urbano. Esta bancarrota y esta derrota repercutieron en todo el campo popular. Las organizaciones rurales, el movimiento indígena en particular, volvió a quedar sola y en debilidad.
Las organizaciones urbanas que tenían una alianza estratégica con el movimiento indígena, o terminaron desintegrándose (es el caso de la Coordinadora de Movimientos Sociales) o rompiendo tal alianza. En muchos casos las evaluaciones de la alianza con Gutiérrez y la perspectiva de futuro a seguir, funcionaron de detonante de la crisis. En esta última, unos priorizaron los procesos de resistencia social, otros vieron en los acercamientos a los partidos políticos del centro izquierda[iv] una apuesta a conformar “una opción de poder”. Los que optaron por la ruptura justificaron su salida aduciendo expulsión y que la CONAIE se había etnizado, acusando incluso de “racismo al revés”. Este mito, creado por estos sectores, es recogido y repetido hasta ahora por académicos y por el actual gobierno.
El posterior advenimiento del gobierno de Rafael Correa y su movimiento Alianza País que, entre otras cosas, parecía indicar un relanzamiento de procesos organizativos urbanos; pero eso hasta ahora, a casi cinco años de revolución ciudadana, no termina por cuajar, ya sea porque no pueden o no les interesa que ello suceda.
De su parte, entre el 2000 y el 20005 la CONAIE experimento el momento más difícil de su crisis. Los múltiples conflictos creados por las políticas neoliberales y la presencia del capital transnacional en los territorios comunitarios tensaron las relaciones socioculturales, políticas y económicas en el campo, debilitando visiblemente a las organizaciones de base. Por otro lado, las pugnas de las tendencias internas ahondaron la crisis[v], porque éstas, en algún momento, se volvieron duras y hasta violentas. Las que propugnan una lucha estrictamente reivindicativa, economicista y cultural, ganaron cierta preeminencia, lo que, sumado a la situación descrita con las organizaciones urbanas, aisló fuertemente al movimiento indígena. Pero esto pudo ser digerido, y se sentaron las bases de una posible superación por la convergencia de dos factores políticos: la fuerza y radicalidad que iba tomando la lucha contra el Tratado de Libre Comercio TLC, que los sucesivos gobiernos (Gustavo Novoa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio) pretendían firmar con los EE. UU; y la llegada de Humberto Cholango a la presidencia del ECUARUNARI en 2004 y de Luis Macas a la presidencia de la CONAIE en 2005.
En estas condiciones, y también como medida para superar la crisis dela malhadada alianza con Lucio Gutiérrez, la organización indígena declaró como prioridad un “repliegue estratégico” y la resistencia al TLC.
Esta orientación le permitió ir superando la debilidad socio organizativa y la crisis política. Recuperó contacto con muchas de sus organizaciones de base; nuevas organizaciones indígenas y no indígenas rurales ingresaron a sus filas, retomó alianzas con organizaciones sociales urbanas que sobreviven y las inició con otras nuevas[vi]. Esto le permitió lanzar movilizaciones exitosas y preparar el gran levantamiento indígena y popular de marzo del 2006 que puso fin al TLC y golpeó seriamente al sistema político partidista y los sectores de poder que hegemonizaron el poder en la “larga noche neoliberal”.
Pero no fue suficiente; la CONAIE, por errores de apreciación de la coyuntura y contradicciones internas, no pudo definir una línea política única que le permita transformar ese acumulado en una propuesta política que llene el vacío dejado por la derrota del neoliberalismo, vacío que fue ocupado por Rafael Correa y la revolución ciudadana.
Con el gobierno de Correa, la CONAIE ha ido desde un acercamiento con autonomía (que duró hasta mediados de la Asamblea Constituyente), a una crítica programática, y, finalmente, hasta una oposición abierta, sobre todo a partir de la aprobación de la Ley Minera y del debate en torno al proyecto de Ley de Aguas, en los años 2009 y 2010. El gobierno ha endurecido cada vez más sus ataques a la CONAIE y es evidente que tiene una política manifiesta de destrucción de esta organización, y de toda organización social crítica.
Es obvio que a la CONAIE el enfrentamiento con el gobierno de Correa le ha significado duros costos sociales y políticos. Pero esta no es la única razón de la crisis de la más grande organización indígena nacional.
Las estructuras socioeconómicas creadas en los 25 años de neoliberalismo han generado en el mundo rural nuevas realidades y estructuras político económicas y cambiantes relaciones socioculturales: reconcentración de la tierra (en especial por la agroindustria exportadora, muchas de ellas de capital transnacional), privatización de extensos territorios (páramos y bosques), concentración del agua, desinversión pública; pero, por otro lado también tenemos una diferenciación social y económica profunda, debilitamiento de la economía agraria y generación de nuevos sectores económicos (comercial y financiero principalmente), migraciones internas y externas. Esto como un proceso general que afecta a todos sectores sociales del mundo rural. Algunas de cuyas consecuencias son el debilitamiento y desintegración del tejido orgánico social, principalmente el comunitario, rompimiento de los lazos de unidad cultural, diferenciación económica.
Esto, en términos políticos, se traduce en desplazamientos de militantes y pérdida de referencia ideológica política respecto de las organizaciones nacionales. La derrota política del neoliberalismo no ha significado, por sí sola, la superación de esta situación; la revolución ciudadana tampoco ha sido una respuesta, las políticas de subsidios y bonos no transforman las estructuras dejadas por la larga noche…
Como es obvio esta situación no afecta sólo a la CONAIE sino a todas las organizaciones rurales (el camino optado por cada una de ellas es otro de los temas sobre el cual se ha debatido poco). La CONAIE, entre errores y deficiencias, intenta mantenerse fiel a su proyecto político histórico, este camino le obliga intentar respuestas a viejas demandas y recoger nuevas, aquellas a las que la revolución ciudadana no da respuesta o genera las condiciones para su surgimiento. Esto nos obliga a ver el enfrentamiento entre la CONAIE y la revolución ciudadana no sólo como una rivalidad política, sino como una disputa de sentidos y proyectos políticos: la democracia electoral frente a la óptica plurinacional, el modelo de desarrollo responsable vs. el Sumak Kawsay y la soberanía alimentaria, la meritocracia enfrentada a la participación social,… Por lo mismo, este enfrentamiento no es en sí la razón de la crisis, en todo caso abre un nuevo momento de ella.
Del IV Congreso a la consulta popular
Al viejo argumento de “crisis” como dispositivo para deslegitimar políticamente a la CONAIE se suma una nueva variante: ser objeto de manejos desde la derecha y estar infiltrada “por la CIA hasta el tuétano” como asegura Atilio Borón. Igual, este tema no es nuevo, lo nuevo es el giro argumental de esta acusación. El movimiento indígena, sobre todo en los años 70, denunciaba la anuencia del Estado frente a las actividades políticas de elementos de seguridad de EE. UU. En los años 90 Víctor Bretón en sus trabajos sobre etnicidad y desarrollo analizó las actividades de agencias multilaterales de desarrollo y crédito y de ONG vinculadas a los aparatos de seguridad y que constituían una amenaza para el movimiento indígena. La misma CONAIE, en el 2006, al calor de la lucha contra el TLC, denuncia y publica un listado de ONG que intentaban dividir a las organizaciones opuestas a la firma del tratado, especialmente a la CONAIE.
Pero es el presidente quien Correa cambió el argumento. Para deslegitimar a las organizaciones que criticaban sus políticas, lanzó la acusación de “hacer el juego o estar con la derecha”. Luego, y en medio de las movilizaciones en contra de su ley minera, acusó a la CONAIE de ser manipulada y financiada por ONG extranjeras, algunas de ellas vinculadas a la embajada norteamericana. Quien fue más lejos en esta línea fue la periodista norteamericana radicada en Venezuela Eva Golinger que, en sus “trabajos”, acusa a la CONAIE de estar infiltrada y financiada por la CIA, a través de USAID y NED. Como prueba de sus investigaciones presenta el apoyo financiero dado a dos ONG ecuatorianas manejadas por indígenas: la Corporación Empresarial Indígena del Ecuador y la Fundación Qellkaj; y, además, al CODEMPE.
Pero el CODENPE es una institución del Estado, dependiente de la Presidencia de la República, con la que el gobierno de Correa ha ratificado todos los convenios firmados. Con las dos fundaciones acusadas por Golinger la CONAIE ha mantenido un antagonismo en el plano político e ideológico; pero esto no parece importarle a esta “investigadora”. Así y todo, los acuciosos “investigadores” ecuatorianos han recogido esta acusación y la repiten hasta el cansancio, y este argumento es el que también recoge el respetable intelectual argentino Borón.
Lo que evidencia esta tesis contra el movimiento indígena es un lastre colonial en la mentalidad del gobierno y de algunos buenos intelectuales de izquierda: ver a los indígenas como fácilmente manipulables desde afuera, sin capacidad de autonomía y conciencia como sujetos. Esta actitud “intelectual”es una constante desde la controversia Sepúlveda-Las Casas en el siglo XVI.
En la crisis del IV Congreso de la CONAIE se expresaron por lo menos dos elementos básicos: 1) los conflictos acumulados en el mundo rural-agrario provocado por las transformaciones en las estructuras políticas económicas y socioculturales que el neoliberalismo impulsó; y, 2) las tensiones internas provocadas por el a veces violento enfrentamiento con el gobierno de Rafael Correa; una dialéctica del tiempo largo y del tiempo corto de la historia del movimiento indígena. Y, contrariamente a lo que sostienen algunos, ésta crisis no se resolvió en el plano de la coyuntura, se movió visiblemente sobre ella, pero se resolvió por otro lado. El discurso de Humberto Cholango daba cuenta de una propuesta de más largo aliento: se oponía a la revolución ciudadana desde la crítica al modelo capitalista, aunque en el camino se vio forzado a moverse en el plano enteramente coyuntural.
Un hecho que se debe tomar en cuenta, y que pone en duda el supuesto desapego de las bases con la organización, es que el triunfo de Cholango fue posible por la adscripción de estas a la candidatura que resultó ganadora por sobre algunos dirigentes cuya opción era distinta.
Pero también allí están los resultados de la consulta popular del pasado 7 de mayo como una evidencia más de que, a pesar de su crisis, la CONAIE guarda asidero en la realidad y en las organizaciones de base. En medio de la crisis del IV Congreso, la organización tuvo que extremar la campaña por el NO. Y el NO triunfo en las provincias de la Sierra y de la Amazonía, donde está la mayor población indígena, donde se concentran los mayores problemas agrarios, de territorios, agua y de minería, y exactamente donde la CONAIE tiene sus mayores organizaciones de base.
Pero, además, los resultados electorales, en relación al movimiento indígena, ponen directamente en duda la propaganda gobiernista querepite que las propuestas y denuncias de la organización no representan demandas sociales, sino que son criterios individuales de dirigentes “infantiles”, propios de “izquierdosos extremistas e insensatos”. El discurso que la organización indígena sostuvo para defender el NO en la Consulta fue la defensa de los Derechos de la Naturaleza y de los Derechos Colectivos, la oposición a la minería a cielo abierto, la demanda de una revolución agraria y la construcción de la soberanía alimentaria y el Sumak Kawsay. Los resultados señalados dan cuenta de que las posiciones de la CONAIE tienen asidero social y no sólo son una crítica a gobierno, sino una oposición al capital internacional.
El IV Congreso y los resultados de la consulta popular permiten tener una más detallada y amplia lectura de la actual situación del movimiento indígena; y esto no solo por una necesidad de conocimiento, sino por razones de acción política.
[i] En realidad, sería el décimo Congreso, pero en el 2001 la CONAIE cambia sus Estatutos y realiza una reestructuración interna, en la que sus adscripciones territoriales ya no serían las federaciones provinciales sino las estructuras de pueblos y nacionalidades; por esta razón, en aquel año, se convocó el I Congreso de pueblos y nacionalidades.
[ii]Kichwa amazónico, de la provincia de Pastaza, de la Comunidad Sarayaku.
[iii] Boletín de la CONAIE, del 1 de abril del 2011. Agencia de Noticias Plurinacional del Ecuador.
[iv] El contexto de este debate es posterior al derrocamiento del gobierno de Lucio Gutiérrez. Concretamente se discutía la posibilidad de trabajar una alianza con la Izquierda Democrática ID, en miras de las elecciones presidenciales del 2006. El movimiento indígena impugnaba esa alianza por el desprestigio de este partido y su declarado neoliberalismo.
[v] La tradicional visión de que la CONAIE está dividida o compuesta por una tendencia Histórica (de izquierda) y otra por una etnocentrista (de derecha), desde hace largo tiempo atrás que no tiene asidero en la realidad y complejidad del movimiento indígena. Las tendencias son tan dinámicas, elásticas y fluctuantes que es necesario un seguimiento más detallado.
[vi] Básicamente organizaciones juveniles, de mujeres, rockeros, GLBT, que de alguna manera llenaron el vacío dejado por aquellas que estuvieron en los años 90. Pero también realizó acuerdos tácticos contra el TLC con sectores de mediano productores costeños (maiceros) e industriales serranos (farmacéuticos y artesanos) que estaban en desacuerdo con la firma del tratado.