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lunes, diciembre 23, 2024

LA GENTE MÁS ASESINA DEL MUNDO. Moisés Naím

 

El 42% de los crímenes del planeta se dan en América Latina, donde forman parte de la vida cotidiana

El Pais <www.elpais.com>

Siempre es igual. En algún lugar de Estados Unidos un hombre con problemas mentales y fuertemente armado masacra a un grupo de inocentes. En este último episodio han sido asesinados 20 niños y 6 adultos. Sigue la conmoción, la indignación y el furioso debate sobre la necesidad de restringir el acceso a las armas de fuego. Y nada más. Hasta que ocurre otra masacre y el ciclo se repite. La esperanza es que esta vez sea distinto y la indignación haga posibles las reformas. La única buena noticia es que al menos la sociedad no ha perdido la capacidad de indignarse.

Esto, en cambio, no sucede en la región más asesina del mundo: América Latina. Allí las grandes mayorías parecen haberse resignado a coexistir con el asesinato; demasiada gente, demasiados lideres, han perdido la capacidad de imaginar una realidad donde el asesinato no forme parte de la vida cotidiana. El 42% de los asesinatos del mundo ocurren en América Latina aunque allí vive tan solo el 8% de la humanidad. La tasa de homicidios en EE UU es 5 veces más baja que el promedio de América Latina.

Este año la guerra en Afganistán se habrá cobrado un total de 3.238 vidas. Este es aproximadamente el número de asesinatos que hubo en Brasil en el 2011 cada mes, todos los meses. El conflicto armado entre palestinos e israelíes del mes pasado arrojó aproximadamente el mismo número de fatalidades que hay en un fin de semana “caliente” en Caracas. La probabilidad de ser asesinado caminando por cualquier calle de Bagdad es menor que la de morir en una calle de Guatemala.

En todo el mundo las tasas de homicidio han venido declinando o no han aumentado mucho. En cambio, en América Latina vienen creciendo aceleradamente. El Salvador, Guatemala y Honduras tienen las más altas tasas de homicidio de los cinco continentes. Y en otros países de la región la muerte también abunda. En el 2011 fueron asesinadas 112 personas en Brasil, cada día. En México 71, cada día.

¿Qué explica esta propensión de América Latina al asesinato? Las razones que ofrecen los expertos son muchas y variadas. También son insatisfactorias. La pobreza es una causa frecuentemente mencionada. Pero, de ser por esto, China debería tener más asesinatos que Brasil. Otros lo atribuyen a la democracia y al hecho que los gobiernos autoritarios pueden reprimir más impunemente a los criminales. Pero India, la democracia más grande del mundo, y también uno de los países más pobres, tiene un índice de homicidios comparativamente más bajo que el de las democracias pobres de América Latina. El consumo y tráfico de drogas también son señalados como las razones detrás de la alta tasa de homicidios latinoamericana. Pero ningún país consume más drogas que Estados Unidos. Y si de narcotráfico se trata, Marruecos es a Europa lo que México es a los Estados Unidos: un país pobre que le vende drogas a su vecino rico. Pero la tasa de homicidios de Marruecos es muy inferior a la de México. Esto no quiere decir que las drogas, la pobreza, o la ineficiencia y corrupción de instituciones como la policía, el sistema judicial o las cárceles no sean factores importantes. Investigaciones recientes también han encontrado que la desigualdad económica, el fácil acceso a armas de fuego, el alcohol, la presencia de bandas, bajos niveles de encarcelamiento y fuerzas policiales muy pequeñas para el tamaño de la población, también forman parte de la explicación.

Un buen deseo para el 2013 es que América Latina decida terminar su coexistencia pacífica con el asesinato. No hay por qué vivir así. Y se puede —se debe— hacer algo para entender mejor qué pasa y lanzar una gran iniciativa destinada a reducir los índices de homicidio. No hay otra prioridad más urgente ni, seguramente más compleja y difícil de lograr. No es un objetivo que solo le compete al gobierno o a los políticos. La iglesia, sindicatos y empresarios, las escuelas y universidades, medios de comunicación, cantantes y artistas, las madres y los jóvenes, en fin, un abanico de sectores, instituciones y grupos tan amplios como sea posible podría movilizarse para comprometerse a reducir (¿a un tercio? ¿a la mitad?) el número de homicidios en los próximos (¿tres? ¿cinco?) años. Quizás esta es una esperanza ingenua. Pero más ingenuo es no hacer nada al respecto.

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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3 COMENTARIOS

  1. Lo que no analiza este artículo del diario El País de España es la responsabilidad del imperio norteamericano principalmente, en los índices de violencia y crimen en nuestros países. Como dice este artículo los países más violentos son Honduras, Guatemala y el Salvador, lo que no dice es que en estos tres países la presencia de escuadrones de la muerte y bandas violentas ligadas a la extrema derecha entrenadas y apertrechadas por el imperialismo norteamericano en las décadas de los 80 y principios de los 90 son los mayores responsables de estos crímenes.
    Los otros países mencionados como los más violentos son México, Brasil y obviamente Colombia, lo que no dice es que la mayor violencia viene del narcotráfico que es dirigido y usufructuado por el gobierno norteamericano a través de la DEA y la CIA y también por los escuadrones de la muerte, ejército y policía locales también controlados por el imperialismo norteamericano.
    Otra cosa que olvida mencionar este diario fascista español es que Cuba es uno de los países con más bajo nivel de violencia del mundo.

  2. Nunca se menciona las altaas tasas de homicidio en países del caribe, quizás porque son pequeños: que tal jamaica con 52 homicidios por 100.000 habitantes, trinidad y tobago. Bélice con 40 por 100.000, republica dominicana con alrededor de 25 homicidios por 100.000. Mejor dicho la realidad de las altas tasas está muy extendida en América latina y el caribe. Que es dificil organizar los listados de que país está peor y además aunque unos aparentemente esten mejor que otros los porcentajes siguen siendo demasiado altos para que sirvan de consuelo.

  3. Es interesante comprobar que los colonizadores mantienen el mismo comportamiento histórico: en sus países de origen son lo que se díría “civilizados”, pero imponen en sus colonias las más aberrantes y regresivas relaciones con y contra sus colonizados. Durante la conquista y colonización de América impusieron el esclavismo que ya había sido superado en los países de Europa; sus descendientes, los criollos, mantuvieron ese esclavismo hasta bien mediado el siglo XX, en que inició la hegemonía de la nueva potencia colonizadora, los Estados Unidos de Norteamérica, que impusieron los gobernantes civiles y militares, con seudo democracias y dictaduras abiertas que mejor les pareciían en beneficio de sus inversiones y con la evidente promesa de que apoyo mutuo: esos gobiernos garantizaban la impunidad propia y del imperio a cambio del apoyo logístico (armas y asesorías) que les pemitieran mentenerse en el poder.
    A partir de las Torres Gemelas se inauguró el principio de que aquellas “recetas” que habían servido para mantener el sometimiento de los países subdesarrollados, también podían aplicarse al inrterior del imperio, porque allí también habían trabajadores empobrecidos y otra gente que no aceptaban ciegamente la voluntad del gobernante incapaz de mantener su imagen de poder y hoy por hoy, asistimos a un sospechoso “boom” de atentados que levantan un clamor por la prohibición de la tenencia de armas (como en el Ecuador), que permita su monopolio en manos de las fuerzas estatales y de los delincuentes, para quienes ellas son solo sus instrumentos de “trabajo”.
    Si. es difícil etiquetar el porqué de la criminalidad, lo óptimo es que no existiera, pero hay una especie de factor inercial: los colonizadores nos “crían”, nosotros lo aprendemos y aplicamos y reproducimos lo aprendido y terminamos matándonos entre nosotros mismos, sin comprender que esa actitud fratricida nos conduce a la auto extinción.
    Va siendo hora de que nos descolonicemos tanto externa como íntimamente, y empecemos a construirnos como lo que somos, más allá de seudo nacionalismos, como una sola e idéntica realidad latinoamericana.

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