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jueves, noviembre 21, 2024

LA LANCHA MINERA DE OTTO SONNENHOLZNER. Por Juan Cuvi

Mientras el presidente Lenín Moreno sigue calafateando el barco para que no se hunda, el vicepresidente Otto Sonnenholzner se trepó a una lancha torpedera. Va con todo. Ya no se anda más por las ramas.

Además de ser una declaración de guerra en contra de los defensores del agua y de la pacha-mama, su afirmación de que la minería se desarrollará donde existen minerales es una inequívoca definición del proyecto de gobierno. Como buen empresario contemporáneo, se alinea con los grandes capitales transnacionales. Y arrastra a todos detrás de una estrategia consensuada con la Cámara de la Minería del Ecuador.

El proyecto extractivista, que fue definido en los inicios de Alianza País allá por el año 2007, ya no admite contemplaciones. Ni la ambigüedad de Moreno es suficiente para disimular el objetivo final de este trágico itinerario. Los sectores mineros se aprestan a arrasar con la institucionalidad, las leyes y los derechos colectivos con tal de asegurar sus negocios.

La consulta popular de Girón desnudó una lógica extractivista que quería pasar de agache. En el viejo teatro de las sombras de nuestra raquítica democracia, los principios constitucionales operan únicamente como poesía jurídica. Los derechos de la naturaleza, la consulta vinculante o los derechos ancestrales se aplican siempre y cuando no bloqueen la rentabilidad capitalista.

Los grupos de poder son hábiles a la hora de invertir preceptos. Para ellos, la libertad no termina donde comienza el derecho ajeno, sino donde culminan sus negocios. Tal como lo expusieron en el comunicado de la Cámara de la Minería, donde se convoca a desmantelar los resultados –actuales y futuros– de las consultas, es decir, se llama a desconocer procesos democráticos legales y legítimos.

Mientras la torpedera de Otto continúa a todo vapor, Moreno quiere convencernos de que los ecuatorianos aún seguimos navegando en su barco. No solo parcha y retoca su apolillado navío, sino que lo engalana con medidas de una sosería pasmosa, como la reducción de aranceles para las bicicletas de competencia. ¿Qué trascendencia tiene esa bagatela frente a la carta de intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a la reforma laboral o a la depredación de los páramos?

La estrategia presidencial se está agotando. La inocuidad del primer mandatario no alcanza para encubrir la ofensiva de su segundo al mando. Tal vez por primera vez desde su posesión, Otto ha sido categórico: está allí para viabilizar un modelo económico basado en la acumulación salvaje de capital. Por primera vez ha hablado con la claridad y la contundencia que tanta falta le hace al presidente.

Súbitamente, Otto se ha convertido en la voz cantante de las élites económicas del país. Traza una línea y advierte a los opositores. Mejor dicho, desafía a los movimientos sociales y ecologistas que militan en favor de los derechos de la naturaleza.

En medio de la debilidad de Moreno, hoy a punto de indigestarse con el arroz verde que le sirvieron sus antiguos conmilitones correístas, la irrupción de Otto tiene que ser considerada con mucho cuidado.

*Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.

 

 

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