29 de Septiembre 2015
“Aunque me quede solo, no cambiaría mis libres pensamientos por un trono.” Lord Byron
A resistir por qué…
Porque la historia de la humanidad no solo es la historia de la lucha de clases, es también la historia de las exclusiones, la historia del otro, del ausentado o negado. Otro que de alguna manera somos todos cuando sufrimos la dictadura del poder, del “placer” o del “padecer”, y solo disfrutamos de libertad para elegir, ficción narcótica.
Libertad solo podrá ser utopía de libertarios.
El tiempo para la manumisión se acorta. Sin lugar a dudas, nos quieren hacer prisioneros o en su defecto, nos pretenden alienados absurdos de una inducida libertad, decorada en el ambiente fatuo de la demagogia. Modernización perversa de los rincones de la existencia, en donde se está cómodo en la fatalidad asumida del tiempo que nos queda si callamos.
Al compás estridente y frenético de un misal de cánticos que bajan desde el cielo, o más bien de todos los cielos, se pretende anestesiarnos para que el dolor se parezca a un sueño. Todo poder “humaniza” imponiendo un orden que en su hegemonía nos quiere convocar a la creencia. O creemos o somos anulados en el saqueo y el otrocidio que se acompaña del ecocidio, el homicidio y todos los cidios.
El poder mundial o nacional hace hasta lo imposible porque la humanidad entera se someta o se suicide. La muerte política se expresa como silencio, subordinación o inercia. La ley y el orden crean las condiciones para la ejecución sumaria, son ejercicio de cobranza que tiene un nuevo Dios. Y el todo poderoso se maneja con dos cabezas: el mercado y el estado. A esta pleitesía de postmodernidad imperfecta le falta poesía y le sobra posesión, el mercado y el estado se presentan a los creyentes como la única opción posible, donde la libertad no cuenta.
Y para que el mercado y el estado funcionen están los gobiernos, ciclopes mancebos que solo cuidan de su propio cuerpo infestado de odios, entre propagandas viles. Ahí están, construyendo circos, rogando limosna cuando sobran migajas. Son la imagen del abuso y la corrupción, más lo son cuando se pretenden perennizar.
Los mandatarios, los gobernantes (todos, los de las naciones y los de las cosas, los de las casas, los de la piel) son un error en la humanidad, una prehistoria que será abolida cuando el estado y el dominio sean ya un mal recuerdo. El comunismo libertario no tendrá estos males, la cacería humana habrá terminado, se clausurará la maldad, las cárceles, las patrias y las leyes.
Mientras tanto a resistir, porque resistir ciertamente no es un derecho sino una obligación, resistir porque el mundo sin rebeldía es muerte. Olvidados de la tierra, no se olviden de la dignidad, aún posible entre perros flacos y niños hambrientos. La libertad se inicia en la dignidad y la dignidad es lo contrario a la humillación ovejuna. No existe el buen pastor, la libertad prefiere a Caín.