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viernes, noviembre 15, 2024

LA LIBERTAD por Jorge Oviedo Rueda

La palabra libertad nunca ha sido un saco sin fondo al que han ido a parar las buenas intenciones de Tirios y Troyanos. Representa las aspiraciones de los esclavos. La palabra libertad adquiere sentido en boca de Espartaco, no del César;  toma dimensión concreta en la voz de Robespierre, no en la de Luis XVI; se vuelve puño sólido en la acción proletaria, no en la indiferencia perfumada del burgués. Libertad es un término que han acuñado los de abajo. Suena falsa en boca de los de arriba, de los prepotentes que en su nombre defienden la desigualdad y la injusticia.

El burgués tiene su libertad. Su fortaleza está en su capacidad de convencer a sus esclavos que él tiene la razón. Las legiones romanas defendían el imperio, el ejército hitleriano fue una maquinaria letal que defendió la demencia racista del führer y el soldado norteamericano un autómata que, a nombre de la libertad, puede matar en Vietnam, Irán, Afganistán o América Latina.

Junto a las maquinarias bélicas los imperios se han esmerado por tener sus ideólogos. Griegos y romanos esclavizaban a los pueblos a nombre de su civilización; Goebbels cultivo la propaganda como el método de la mentira fascista y Stalin llevó a la perfección la farsa del punto de vista único. Para hacerlo tuvieron periodistas y comunicadores a su servicio.

No es extraño, entonces, ver al embajador norteamericano y sus amigos en un acto de defensa de la libertad. Su libertad, la del imperio que representa.

Correa se apresuró a advertirle al embajador que no sea metido, pero ni Adam Namm ni Rafael Correa tendrían agallas para “irse a meter” en un acto en el que el pueblo defienda su libertad, porque es otra libertad, la de quienes están dispuestos a romper sus cadenas, no a imponerlas o conservarlas.

       

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