Hay un afán, a ratos perverso, de descalificar lo público, de estigmatizarlo. Cuando nace del sector conservador (donde no se excluyen ciertos grupos llamados de izquierda) es porque no cuadra ni con sus nostalgias y mucho menos con sus afanes económicos de que todo debe estar al servicio del capital. Cuando viene desde personas, personalidades y hasta sectores progresistas o de izquierda, el calificativo es porque no está bajo su control o porque no guarda relación con sus teorías y hasta con sus moldes estructurales de sociedades que se imaginaron para otro país o para otra época.
Incluso, cuando critican a quienes ejercen, administran y hasta construyen lo público, el ardid más recurrente es que se hace con la plata “de todos”, que son asalariados y, por lo tanto, casi casi, sujetos robotizados que no pueden ni pensar o tener una opinión de nada. Y entonces se revelan como los inconscientes constructores de una aparato paraestatal, para lo cual están bien ciertas ONG, entidades sin fines de lucro y una serie de invenciones que, como dice Álvaro García Linera, ponen en marcha el libreto de un modelo y una estructura capitalista total, casi totalitaria, con ropaje de sociedad civil y hasta de movimiento social.
De ahí que, para no zanjar dudas y/o broncas, sino para construir argumentos en un mejor debate hay que insistir en lo público como sustantivo, además en construcción, en un país que no tiene tradición de ello. Y concretamente, para el caso de los medios, lo público debe ser un ejercicio diario de debate para que sean un símbolo de un sustantivo propio. Donde los más interesados en que sea así deben ser quienes, desde lo privado, requieren una “disputa” plena y sustantiva con lo público para sostener un modelo de sociedad inclusiva, plural, participativa, generadora de todos los insumos para fortalecer la democracia.
Insistir que los medios públicos solo son gubernamentales u oficialistas, ya como diatriba, es apoyar a esa derecha que nunca imaginó ni aportó nada para lo público. Estigmatizarlos porque ganan un sueldo y ese se financiaría de las arcas estatales es como insultar a los médicos o a los maestros de entidades públicas porque reciben plata del presupuesto general del Estado.
Además, se olvidan de mirar cómo ha cambiado el ámbito de la comunicación desde que existen medios públicos, por fuera de las disputas políticas. Hay un entendimiento de lo sustantivo, que es un espacio para la difusión noticiosa sin auspicio comercial, la amplia presencia cultural y del pensamiento en espacios con rigor periodístico y, sobre todo, la construcción de un relato diferente de la realidad, que garantiza una fortaleza democrática por encima del rating y de la pauta publicitaria.
Lo público como adjetivo:
Si bien es cierto que en el Ecuador se han llevado adelante denondados esfuerzos por arrancar la opinión pública de manos de empresas e intereses corporativos, lo único que se ha logrado es que en el país existan dos tipos de opiniones: La de los medios privados y la de los medios “públicos”. Sí, entre comillas. Por que de públicos sólo tienen el sustantivo, lo que añoran ser, y no alcanzan. En este país vemos enfermizas, grotescas, brutales, campañar gubernamentales que maquillando los principios goebbelianos de la propaganda nazi. Ver al director de un periódico “público” decir que ya es hora de dejar de leer a un autor como Vargas Llosa, en este siglo es lo mismo que el ministro de propaganda hizo cuando organizaba la quema de libros en la Alemania Nazi; aunque no esté de acuerdo en lo absoluto con su punto de vista, no creo que haya alguien que diga que no se debe leer El Telégrafo, sería absurdo llegar a ese punto.
Así las cosas, lo “publico” seguirá siendo adjetivo, nada más una descripción de algo que los medios de comunicación subsidiados efectivamente con plata de todos, por ahora no llegarán a ser: libres e independientes. Medios que planten serias investigaciones sobre temas como Cofiec, el financiamiento de “ciertas oenegés” como USAID y Conservación Internacional (malévolas armas del imperialismo) a programas e instutuciones públicas como Miniterio de Ambiente y SocioBosque, casos como el big bróder, etcétera..
Que una persona que contribuye a diario a la gubernamentalización del ex diario público, hable de lo público; es casi como escuchar a un cura hablando de sexo.
Los mayores enemigos de lo público, en todos los ámbitos, no solo en lo periodístico, son aquellos que lo utilizan en provecho de proyectos particulares, sean estos económicos o políticos. Funcionarios chupamedias, que en eso es en lo que se han convertido muchos periodistas, son los que han desvirtuado a los medios públicos, y no los ataques de derecha o izquierda (ahora hasta el Orlando Pérez se autoubica en un “centro”, objetivo, ecuánime, el locus de la Verdad).