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domingo, diciembre 22, 2024

LOS CAMPOS SEMÁNTICOS DEL PODER EN LOS NUEVOS DISCURSOS IDEOLÓGICOS. Por Tomas Rodríguez León

Luego de  la caída del muro de Berlín, la aspiración de feligreses en fuga fue desarrollar planteamientos pluriclasistas, pluralistas y democráticos, cual  motores de búsqueda para  ganar representatividad en  el sistema: la “racionalidad democrática” sustituyó la visión   insurreccional y  el  gradualismo evolucionista abandonó toda perspectiva revolucionaria.

La dominación tiene su propia estética y la dominación democrática tiene su estética democrática.

Herbert Marcuse

Ser de izquierda, desde entonces, es enfrentar las consecuencias del capitalismo “peleando espacios” o disfrutando  resistencias (se ponen de moda las conductas antineoliberales) del llamado socialismo del Siglo XXI, brotaron compulsiones simbólicas y asedios de lo real sin  sujeto político específico o universal al que liberar;  un retorno al socialismo pre marxista donde el proletariado está ausente.

En el juego del poder, se institucionalizó la izquierda torcida, mientras  teóricos jubilados de Europa exponían credenciales para presentarse en el vacío conceptual. La izquierda, post moderna,  en una necesidad de sobrevivencia,  ajusta el eje de  autorregulación del sistema o  es elemento organizador frente a la  dispersión  de los  conflictos de los individuos y grupos.

La visión clasista deriva  hacia una visión sectorializada de la sociedad con urgencias  y aspiraciones de colectivos confusos sin pertenencia de clase, mientras el mundo capitalista se globaliza y homogeniza. La izquierda post moderna se fragmenta en reivindicaciones o en la suma de parcialidades.

Para hacer creíbles las mistificaciones, las racionalidades son obligadas a simplificar    complejidades y el discurso populista será el mejor recurso que merodea el poder, más aun cuando la realidad de las masas se excede por demandas no cumplidas. Se asimila la oferta de esta nueva  izquierda atiborrada de  discursos que forjan a una “tematización” conexa al  sistema político. Los nuevos enunciados como ciudadanía, partidocracia, género y otros  neologismos  ponen en olvido la nomenclatura y el glosario  del socialismo marxista

Los giros lingüísticos y los  sujetos sociales

La reelaboración de la realidad supone la derrota del análisis dialéctico y da paso a la  fragmentación  de otras expresiones sociales. La micro mirada en lo cotidiano tendrá peso en  un nuevo lenguaje donde la opresión de género, el discrimen étnico, las “culturas subalternas” se expresan como nuevos sujetos que emplazan y reemplazan a totalitarias vanguardias de otros tiempos (la clase obrera, la concepción proletaria).

La pretensión es reconocerse en las profundidades de una democracia ideal que nace de la corrección de los males, de la sociedad capitalista sin alterar su esencia. Esta es la sustancia  y el desvarío del pensamiento innovador imperante. La ideología burguesa se traduce, entonces, en  su más alta representación y será  el propio imperialismo el pionero  de un nuevo marco de referencia “democrático” a despecho del discurso posmodernista que vive en el caos  de su propio lenguaje.

Así, mientras se masacra a pueblos, el ejército norteamericano no pone obstáculos a la identidad de género o usa mujeres para torturar en prisiones  de Irak, Afganistán o Libia. También  acoge a latinos y negros en los altos mandos del ejército, eleva a  un presidente negro al mando imperial y crea una nueva hegemonía donde el mundo americano, sentencia con su  democracia incluyente una realidad  que “demuestra” que  el vientre imperial se adelanta a los sueños de los ilusos criollos.

Escrutando lo post moderno vemos que lo post se presenta, no solo como lo ulterior necesario o lo ulterior cronológico, sino como lo impuesto  por lo tangencial moderno. Ser post es equivalente a “ser mejor”…superación de lo… el post marxismo, el post estructuralismo, lo post moderno serían la convocatoria a renunciar a lo viejo y a la aceptación de lo posibilisticamente cierto, es decir, lo post como necesidad y virtud.

La cultura de los post  expresa la sobre utilización de las S  que  reemplaza  singulares por  plurales de manera que;  no existe resistencia sino “resistencias”, no existe izquierda sino “izquierdas”; ni imperialismo sino “imperialismos” y constituye uno de los tantos síntomas de frivolidad y superficialidad  donde el estilo es el mensaje (N Cohen) El lenguaje puede significar encubrimientos. Negarle la singularidad al imperialismo puede significar diluir las responsabilidades específicas y concretas del imperialismo norteamericano, por citar un ejemplo.

Los nuevos discursos expresan lenguajes amortiguados donde para parecer más democráticos y menos revoltosos se importan léxicos dulcificados tanto para enjuiciar a la realidad como para proponer cosas. De otra parte y para tomar distancia del marxismo “superado”, se desagregan conceptos correlativos a la historia y la semántica revolucionaria como: lucha de clases, combatividad, ideología proletaria, suplantándolas con criterios de ciudadanía, sociedad civil, clases subalternas, acción activa y participativa  para  “repensar la realidad desde valores emancipatorios y humanos” y que entre otros criterios expresa lo subalterno en contraposición a la explotación del trabajo y el rechazó  a lo “insostenible de los esquemas ideológicos inflexibles”.

La lectura  injusta de Antonio Gramsci se impone como instrumento del nuevo lenguaje.  Posible  ponerlo en escena a falta de  una defensa  consecuente al pensamiento comunista del mártir italiano. Cuando Gramsci habla de clases subalternas no sustituye la dimensión de vanguardia del proletariado y cuando elabora el concepto de sociedad civil lo hace tributando con máxima intención pedagógica a la estrategia revolucionaria, que es la búsqueda del consenso y hegemonía  proletaria.

Si Gramsci no hubiese escrito los cuadernos en la cárcel es muy probable que sus aportes al marxismo estuviesen desarrollados en un lenguaje de otra dimensión. También, Lenin en el destierro de Siberia escribe el Desarrollo del Capitalismo en Rusia, un estudio más académico que político con encuadre de lenguaje  teórico, que  afianza el pensamiento marxista. Los comunistas saben hablar desde la cárcel o desde la clandestinidad  en códigos  diferenciados, sin dejar de prestar atención a los fenómenos sociales, políticos e ideológicos y sin hacer renunciamientos de principios

El micro mundo de los movimientos sociales

El cambio no fue solo de lenguaje sino de concepciones,  hacer algo   se tradujo en pluralismo, diversidad y reformismo, esto último se enmarca en una nueva realidad y propuesta que llevó a la misma Marta Harnecker a decir que los revolucionarios actuales son los reformistas. Cuestionar a la democracia y ampliarla en su contenido no fue más una táctica sino una estrategia que a la postre resultó ser de contención y no de marcha en el proceso de ascenso revolucionario.

El campo ideológico fue así, refugio de bandidos, sobrevivientes  asustados  en retaguardia, y oportunistas avezados. Los viejos cuadros llegaron a las ONGs,  muchos con el auspicio económico de Europa y así la militancia social revolucionaria de los años sesenta y setenta  aterrizó a la acción social institucional finisecular, creando plenas condiciones para la variación de la ideología y de la semántica. El sujeto social histórico ya no era la clase obrera y  a los nuevos sujetos sociales habría que encontrarlos en la llamada “población objetivo” de los programas desarrollistas; en la ecología, las mujeres, los LGTBI, agrupaciones culturales o etnias.

Los movimientos sociales asumieron doble connotación: de un lado descategorizaron los conceptos clasistas de la izquierda proletaria y de otro descartaron la necesidad histórica de un partido revolucionario. Siendo los movimientos una masa amorfa de contenido y acción, será esta, la línea basal desde la que se elabora el discurso reformista de la corriente electoral de la  llamada  izquierda nueva; representación de los afanes desarrollistas de la burguesía emergente. En suma lo que ha ocurrido es  un ‘desarme’ intelectual y político de las “clases subalternas”

La  representación colectiva como totalitaria

Una de las claves del juicio supuesto a lo viejo realizadas por el post modernismo innovador es el rechazo a lo totalitario. Para el efecto recogen una versión que nació del seno  del movimiento comunista europeo (erocomunismo) en franco revisionismo y de la intelectualidad disidente que primero  asumió la crítica al estalinismo  y fue moviéndose  a continuación desde lo extremo hacia el centro con un sutil encuadre socialdemócrata.

La lucha contra el totalitarismo tiene propiedad y origen en el anticomunismo de Winston Churchil y Harry S. Truman, se corresponde a la nueva situación a partir de la  post guerra con la derrota de la Alemania nazi y el triunfo de la Unión soviética. Ellos  en la promoción de la democracia occidental proclaman el rechazo a los dos totalitarismos  e inauguran la guerra fría. En otra fase es bueno recordar que el estribillo de la ideología burguesa imperialista siempre fue la defensa del pluralismo ideológico, hoy  parte del lenguaje asumido por el esnobismo.

La lucha contra el estalinismo desde la izquierda,  no asimila un  juicio al  totalitarismo, porque  la pérdida de la democracia socialista no fue efecto de una concepción de totalidad, sino extravió metodológico de la esencia democrática del marxismo que se sostiene en principios de universalidad. Tampoco se trata  de defender la totalidad, pero el concepto   se rechaza si es efecto de una falsa integración de la diversidad.

Desde  las categorías del marxismo (que no es pasarse al dogmatismo) vale recordar que la antropología de Karl Marx es humanismo centrando en el hombre como valor esencial, partiendo de lo general para fundamentar la igualdad. La valoración de la raza humana  como única, le permite al marxismo superar el debate sobre la supremacía de una sobre otra, aun reconociendo las diferencias y las escalas de desarrollo. El hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios

La unicidad del marxismo le da fundamento igualitario a la condición de la mujer, a las nacionalidades y a las creencias, a  los derechos de género,  sin pasar a la cacofonía recordatoria y enfática de las diferencias. Cuando Marx y  Friedrich Engels llaman a la defensa de las naciones oprimidas, las razas sometidas, las religiones perseguidas  no lo hacen en defensa de las naciones sino en contra de la opresión, ni se  defiende a las razas, sino que se oponen al sometimiento como se oponen también a la persecución . Aquí estriba la riqueza del marxismo, su unicidad y si no nos asusta el término su totalidad.

Pero la trampa está en que mientras las corrientes post modernas le rinden homenaje a las “diferencias” y enaltecen la tolerancia hacia el “otro”, el mercado mundial hegemoniza y aplana toda diversidad. El mercado y el terror imperialista son la auténtica expresión de totalitarismo que reina entre bombardeos  e invasiones, mientras en la jerga izquierdosa se sueña con una entelequia de democracia inexplorada que se estrella con la realidad cuando, siendo poder legítima el abuso de la fuerza desde el Estado.

Los medios y la construcción de la hegemonía en el lenguaje del poder

La estrategia del silencio en  la ideología imperante es  no permitir que el léxico marxista se involucre, esto se debe también a la escasa reelaboración teórica del marxismo o  a que estos (los marxistas) son minorías en los propios partidos comunistas y los recursos comunicacionales  que usan son escasos.

En la nueva realidad intelectual  se vive el interés por  omitir lenguajes no invitados en la dualidad admitida  de confrontación entre la hegemonía del poder imperialista burgués y la expresión posmodernista del neo revisionismo.  Los medios  canalizan expresiones del poder constituido o constituyente, del poder del Estado o los opositores temporales, con actores oficiales y discursos legitimados por la encuesta del poder.

La delegación está y fuera de ella los excluidos deben caer en el silencio para dejar que sus representantes hablen. Se trata en la misma relación de expulsar la opinión del marxismo no siquiera obligándola a callar (fea y no democrática seria tal actitud) sino de alejar los oídos de los órganos de opinión para sentenciar su ausencia. Destaca y se acepta solo la interdependencia entre las instituciones que detentan el control, en tanto los medios de comunicación serán la verbalización de las fuentes de poder y de autoridad social. Los mensajes serán activos  al servicio de quienes poseen el poder político y económico, o para críticos funcionales.

Son noticia,  verdad en discusión, las que se emiten de parte de  los detentadores del dominio o la oposición. El marxismo será una tercera vía no consentida y la intención será jamás abrirse al debate con sus tesis, pues la experiencia indica que en ese terreno es batalla perdida, pues la dialéctica con  su peso específico y contundencia pondría en entredicho sus verdades. También faltan nuevos interlocutores y difusores del socialismo científico y eso es tarea a construir.

El marxismo no puede ni debe quedarse en la retaguardia. El reto comunicacional y pedagógico es un desafío para lograr el consenso o la hegemonía revolucionaria como lo propone Gramsci. Ahora en condiciones más difíciles por el sorprendente ascenso y velocidad de los monopolios de  medios. La gente (y la clase) subordinados a la determinación de las imágenes y a los planteos habituales del sistema dominante (escuela de Frankfurt) no pueden ser una fatalidad, la verdad revolucionaria no es fuerte por su nivel ideal sino por su necesidad históricamente determinada, la tarea, es construir los canales adecuados para educar y movilizar, para construirse en poder dual que irrumpa contra las lógicas de  falsedades y errores de quienes detentan el poder de dominación o de quienes pretenden maquillarlo.

Una nueva industrial cultural que emerge y se dirija al debate cotidiano, con la calidad axiomática del marxismo como eje orgánico, debe dotar a una intelectualidad comprometida para que sea  la base  sostenible de una oferta política profunda y máxima que  reivindique la verdad del socialismo.

Fuera de la noción de clase, es una trampa auspiciar  las formas de  luchas diversas porque pierden sentido estratégico. Las experiencias de base en los azares de la recomposición del campo popular,  suministraron y suministran la clave singular de decodificación de los sucesos.  Lo diverso encajado en una concepción clasista  potencia la práctica revolucionaria, así como lo local  bien enfocado multiplica los factores de reivindicación y lucha central: Chiapas con el EZLN y el Movimiento Sin Tierra (MST),  del Brasil,  son experiencias revolucionarias locales bajo el signo de la autonomía y el poder popular que en  alguna medida, revelan  y cuestionan  la elitización de la tarea revolucionaria y de resolución desde arriba.

Por otra parte,  desde la izquierda vieja se tilda de posmoderno a todo presupuesto y esa perspectiva también es errónea porque lleva a satanizar la heterodoxia, favoreciendo  el dogma y no permitiendo la autocrítica urgente y necesaria para soñar y construir un mundo mejor a los sueños de ayer y radical frente a la pesadilla capitalista actual.

lalineadefuego
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