Dimitri Barreto P.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/politica/entrevista-Miguel_Angel_Cabodevilla-huaorani-taromenane_0_901109951.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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Dimitri Barreto P. El Comercio <www.elcomercio.com>
14/04/2013
Miguel Ángel Cabodevilla es vasco, aunque no heredó la lengua euskera, con ojos azules como zafiros y barba clara.
Miércoles, 09:00 en Quito, 16:00 en Pamplona. Se conecta a Skype y saluda con la sencillez de la sabiduría. Es enérgico para reclamar por las muertes del huaorani Ompure y de los taromenane, en marzo. Lo hace con la autoridad que le da su experiencia de 13 años de convivencia con indígenas en la selva de Sucumbíos y Orellana, de 29 años dedicados a la protección de los pueblos vulnerables dentro y fuera del Yasuní, como misionero capuchino, como sacerdote del Vicariato de Aguarico, como seguidor del obispo Alejandro Labaka.
¿Quiénes son los tagaeri y los taromenane? Son dos grupos diferentes. Los tagaeri son una escisión de grupos huaorani bien conocidos. Mientras que los taromenane son grupos de un mismo tronco etnográfico, pero separados al menos desde hace más de un siglo de los huaorani. Desde fines del siglo XIX, huaorani y taromenane no han tenido una relación amistosa. Lo que pasa es que taromenane y tagaeri quedaron excluidos del contacto y de alguna forma eso les unificó a los ojos de los menos conocedores. Creo que los taromenane prácticamente acabaron con los tagaeri; si quedan, serán mujeres o gente integrada a los taromenane.
¿Por qué usted no comparte la definición de pueblos en aislamiento voluntario para referirse a los taromenane? Yo prefiero llamarlos pueblos ocultos, aunque tampoco es un buen término. Pero me opongo a ese nombre porque con él muchas de las gentes utilizan una serie de tabúes que no se sostienen. Suelen identificar a estos pueblos con gente que vive feliz en la selva. Todo lo contrario, las señas que hemos podido recoger no indican que quieran seguir exactamente igual, que quieran seguir aislados y que quieran aislarse más. Lo que indican más bien es que quieren estar cerca de lugares con gente contactada, con gente ecuatoriana de cualquier tipo, porque necesitan de nosotros una serie de instrumentos que no tienen.
¿Por qué los taromenane lancearon al huaorani Ompure y a su esposa Buganey (el 5 de marzo último), qué significan sus muertes? Algunos dicen, de una forma absolutamente absurda, que lo atacaron a Ompure porque había ruido de pozos petroleros. A 200 metros de Ompure y de Buganey había un grupito de trabajadores de Repsol, operando allí desarmados. No asaltaron a los trabajadores del petróleo. Asaltaron a Ompure que vivía cuatro o seis horas adentro en el monte solo y que compartía con ellos cazaderos, que no quería vivir en un poblado huaorani, que vestía con gumi, el más parecido a ellos, con el que se habían encontrado un montón de veces en el monte y con el que yo había hablado largamente y me había contado de los taromenane. Lo atacaron fuera de la zona intangible.
¿Por qué lo mataron? ¿Había hecho Ompure alguna violencia contra ellos? No sé. Simplemente han matado a Ompure porque no pudo repartir como ellos le pedían las cosas que le pedían: machetes, hachas, ollas para todos. Y repartió pocas, y la gente de adentro se peleó por las cosas que no llegaban para todos. Es una hipótesis que no hay que descartar.
El 29 de marzo, un grupo cobró venganza por Ompure y, según la dirigencia huaorani, mató a 30 taromenane. ¿Por qué murieron tantos si se habría atacado a una sola casa? Nosotros tenemos nuestra propia información. Ellos viven en casas bastante grandes. Uno de los datos que manejamos es que los asaltantes, los huaorani, agarraron a los taromenane en un momento en que estaban celebrando una especie de fiesta, así que talvez se habían unido de varias casas, porque en esa zona hay como tres o cuatro casas habitadas por taromenane. Después el que un dirigente huaorani diga que eran 30 y otro que eran 10… Nos tememos que los números de muertos se acerquen más a los de 30 que a los de 10.
El sábado 6 de abril, el presidente Rafael Correa dijo que se trataba de una pelea entre clanes. ¿Qué opina? Que es un choque entre clanes es evidente. El problema es por qué chocan. ¿Por qué después del ataque del 2009 en Los Reyes, cuando los taromenane mataron a una mujer y dos niños, el Gobierno no ha tenido ningún seguimiento de los grupos taromenane que haya ayudado a evitar otras muertes como las de Ompure y Buganey? ¿Por qué cuando ocurren unas muertes nadie del Gobierno llega allí, nadie de Medidas Cautelares entra, es rechazado por los mismos huaoranis de la vía? Los taromenane son los protegidos del Estado. Si sus protegidos causan daños, el Estado corre con esos daños. El Estado no ofreció, no tenía preparado ningún plan, ninguna reglamentación, nada. ¿Por qué el Gobierno en cuatro años no ha preparado ningún plan de indemnizaciones para las víctimas de sus protegidos? Luego de la muerte de Ompure, a algunos conocidos les dije: ‘Entren de inmediato, hagan una propuesta justa a los huaorani, generosa, y digan que eso se dará inmediatamente; pero que si ellos van a ejercer una venganza entonces no se podrá dar esa indemnización’. Pero no se hizo nada. Las gentes (huaoranis) han hecho tres entradas en la selva para buscar a los taromenane, la primera fracasó, la segunda fracasó, la tercera ha triunfado. Cómo se puede decir que es simplemente una pelea entre clanes, cuando hay un Plan de Medidas Cautelares precisamente para que no haya pelea, de eso se trata, si no para qué son.
Las medidas cautelares para cuidar a los taromenane fueron solicitadas en el 2006 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). ¿Usted no rescata nada del Plan de Medidas Cautelares del Gobierno? No, no. Yo he dicho siempre y sostengo que este Gobierno es el primero que ha organizado algo de protección. Y lo que pretendo es tratar de colaborar buenamente para que esos pasos sean más efectivos. Mire, si el Gobierno de Ecuador ha hecho miles de kilómetros de carreteras, puentes, etc., ¿no cree que en cuatro años organizar un plan de salvamento para tan poca gente no puede ser tan complicado como hacer el puente majestuoso sobre el Coca? Si ahora tienen la increíble audacia de decir que no se sabe si ha habido un asalto, es que hay otra intención. Me asombra que los periódicos ecuatorianos no digan que en cuatro años, con la cantidad de dinero y medios que ha habido, no se ha preparado un plan efectivo para que cuando haya un asesinato la familia de las víctimas sepa, de inmediato, que tiene derecho a una reparación y que la recibirá siempre y cuando no ejerza venganza.
El Ministerio de Justicia, a cargo del Plan de Medidas Cautelares, dice que no hay pruebas de la última masacre. Pero si tienen a dos niñas raptadas. El periódico El Telégrafo en la edición de ayer (9 de abril) decía: ‘Brigada médica evalúa a las niñas rescatadas’. ¡Ya las han convertido en rescatadas! Es más que probable que la familia de esas niñas fue masacrada delante de ellas. A las niñas, que según la Ley ecuatoriana son las protegidas del Gobierno y que cualquiera que haga algo con los taromenane comete genocidio, las raptan, les quitan su familia, las ponen obligadamente en otra familia, y la señora Gobernadora (de Orellana) se fotografía con los autores de este hecho, publica la foto en la página web y el periódico del Estado les llama niñas rescatadas. Es verdad que las mamás de varios huaoranis son así, han sido raptadas violentamente después de matar a los de su clan. Pero a estas alturas de la vida en Ecuador no podemos decir que eso es un rescate. No lo podemos decir si tenemos un Plan de Medidas Cautelares serio. Estamos haciendo una burla del Plan.
¿En las matanzas a los taromenane hay alguna intervención de madereros ilegales? Es que ese es otro de los tabúes y no hay forma de desmontarlo. Cuando ocurrió la venganza del 2003 (23 no contactados masacrados), toda la gente de los alrededores, los supuestos expertos que hay tantos por ahí, dijeron que la culpa la tenían los comerciantes ilegales de madera. ‘Los huaorani son hermanos de los taromenane’, repetían ‘y por tanto a ellos no se les podía ocurrir’. Les dije ‘no’. Yo conocía bien a Babe (huaorani), creo lo conocía bien. Cuando vieron cómo había sido la matanza, que se trajeron una cabeza y que quemaron vivos a los niños, siguieron diciendo que la culpa la tenían los madereros. ¿Los madereros prendieron fuego a las casas con los niños vivos? ¿Los madereros cortaron la cabeza? ¿Los madereros? Y ahora lo dicen de los petroleros.
Si no es la actividad extractiva, ¿qué causa la violencia? Si usted tuviera que convivir en el mismo pasillo con un enemigo, su vida no sería muy amable ¿verdad? Ahí se empeñan en repartir un mismo territorio entre huaoranis y taromenane. No son hermanos. No son amigos. Se tienen miedo. Se tienen mucho recelo. Y, a veces, se tienen odio. Ese, que es el tema fundamental, lo de fondo, no lo afrontan, y dicen tonteras.
¿La CIDH puede contribuir a esclarecer las cosas? No soy un especialista en esto, pero creo tiene un papel importante. Mire lo que está ocurriendo en Ecuador. Me temo que si no hay otra actuación externa que presione un poco al Gobierno, no se va a romper esta omertá (ley del silencio siciliana) que se tiene en torno al tema, este control absoluto para que nada se sepa y para hacer creer que nada ha ocurrido.
¿Cuáles son las consecuencias de las últimas matanzas? Mire, llevo en Ecuador desde el año 84 y hasta este año no se ha dado ninguna matanza general, ninguna matanza así, global, fuera de la del 2003 y la de esta. Para mí esto ha sido un fracaso colectivo. Que haya una matanza y que además la sociedad reaccione de una forma tan tibia, que no se horrorice, que permita que lo tapen. Todavía no sabemos lo que pasó en 2003. Usted recuerda al fiscal de Pastaza, se tomó fotos con los cadáveres y luego dijo públicamente que no podía hacer nada porque no había cédulas de identidad. Y el actual fiscal qué piensa decir después de lo que ha dicho ya, teniendo dos niñas secuestradas. Pues ¿qué otras evidencias necesita? Hay una autoridad en Coca que dice: ‘Sí. Son dos niñas, pero no sabemos si son taromenane’. Pues yo les digo pregúntenles, ¡caramba! ¡Pregúntenles! Ellas les dirán que sí son taromenane. Frente a toda esta operación política de encubrimiento yo me rebelo. Es una falta de ética fundamental. Ocultar estas cosas, ser tan cínicos, no me parece aceptable.
Tras la muerte de Ompure, la dirigencia huaorani pidió al Gobierno que se le transfiera el manejo del Plan de Medidas Cautelares. ¿Es la salida? La dirigencia huaorani no tiene ningún derecho a hacer ese pedido. Me remito a los hechos. En 2003, los dirigentes huaorani dijeron: ‘Esto es un asunto nuestro’. Recuerde que eso mismo dice la mafia. ‘Esto es un asunto nuestro, nadie se debe meter, pero prometemos y hemos dicho a nuestras comunidades que es la última vez que esto ocurre; si vuelve a ocurrir una represalia, una venganza, actuaremos’. Ahora los huaorani han hecho exactamente lo mismo. Han dicho, los de fuera no deben meterse en nuestras cosas. Han pasado 10 años y la dirigencia huaorani no ha demostrado ni que controla a sus grupos ni que tiene dominio sobre las actividades ni que tiene capacidad de reparar ninguna de las barbaridades.
¿Quién debe pagar por las muertes del 2003 y del 2013? En 2005 hubo una manifestación huaorani en Quito, llegó incluso al Congreso. Pedían que les dejen manejar el parque Yasuní. Sabe quién iba en la cabecera de la manifestación, y yo tengo las fotos, el mayor maderero ilegal huaorani de la zona. En Ecuador tenemos que ser serios. En aquella manifestación iban gentes que en 2003 habían entrado a bala y mataron a mujeres y a niños, y uno de ellos, un profesor, habló en el Congreso, en público, pidiendo derechos humanos, el asesino de mujeres y niños. Si no conocemos siquiera a los huaorani y a los que valen y a los que no, a los que tienen capacidad y a los que no… Si los huaorani pueden hacer de la ley lo que a ellos les convenga, estamos creando una mala ciudadanía.
¿Cómo juzgar las masacres? Tanto por lo del 2003 como por lo de ahora tiene que haber algún signo de que la ley en Ecuador existe. No creo que deban ir presos, pero debe haber algún signo claro y contundente, que ellos lo comprendan, que una matanza a los taromenane no se puede hacer, que si se hace trae consecuencias.
Cómo hcer ñla paz ¿Cómo hacer la paz?
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¿Cómo hacer la paz? Los protagonistas de todo eso son los huaorani. Ellos son los ecuatorianos encargados de hacer ahí la paz. Ahora bien, para que los huaorani la puedan hacer hay que preparar a los huaorani, hay que ayudar a los huaorani y hay que controlar a los huaorani, como a cualquier otro ciudadano, no a ellos de forma especial. Usted tampoco puede hacer lo que le da la gana, usted tiene que atenerse a la leyes, y los huaorani, que ya hace muchos años que las conocen, deben atenerse a las leyes de su país.
¿El desconocimiento puede llevar a estos pueblos al exterminio, es una amenaza? Así es. Fundamentalmente echo de menos al grupo de antropólogos ecuatorianos. Imagine que en Ecuador se descubriera un maravilloso yacimiento y que empezara a ser saqueado o destruido; estoy seguro que los arqueólogos ecuatorianos se levantarían, gritarían, dirían ‘esto no puede ser’. El lugar de la venganza es un lugar de tragedia, pero es un lugar donde hay miles de datos de conocimiento sobre los taromenane. Ahí podríamos saber cómo son sus casas, cómo están construidas y qué cosas tienen; y quiénes se están comunicando con ellos, quiénes les están arrojando cosas, de dónde sacan las ropas que están obteniendo; podríamos saber cómo son sus relaciones, hasta dónde llegan sus excursiones, obtener muestras de ADN; podríamos tener un conocimiento que nos permita una protección mayor de ese grupo. En la zona del ataque, Ecuador tiene un tesoro de humanidad mucho mayor que las tortugas de las Galápagos.
Hoja de vida Miguel Ángel Cabodevilla Trayectoria. Nació en Navarra, 1949. De 1984 al 2000 estuvo en el Aguarico como miembro de la orden religiosa de los padres Capuchinos. Tres libros. Pueblos no contactados ante el reto de los DD.HH. (2005), Zona intangible: Peligro de muerte (2008), Lanzas en Los Reyes (2009).
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