“El rey está rodeado de gentes que no piensan sino en divertirlo y en impedir que piense en sí mismo. Porque, por muy rey que sea, es desgraciado si piensa en ello”
Blaise Pascal
La acción revolucionaria en la historia construyó dos fundamentos: la ilegalidad y la clandestinidad. Los revolucionarios confrontan la legalidad y son clandestinos, su acción no solo desconoce el marco jurídico sino que deliberadamente pretende destruir el orden existente. El militante de la revolución es un hombre de acción ante el poder que es la reacción, obra sobre la realidad con arbitrariedad, su palabra y su ejercicio es no consentido, y en su obra no pide permiso para soñar, ni busca jamás la aprobación de sus gestos ni sus actos. El retrato de los militantes como hombres-de-acción expresa el rechazo acrático al orden jurídico y se funda en una nueva visión moral no legal, su constructo metodológico no se legaliza pero se legitima a los actores de base de su utopía . Los revolucionarios creen en la justicia no como idea jurídica
Para el ordenamiento estatal los tres de Sarayacu – Carlos Figueroa, Fernando Villavicencio y Klever Jiménez – son delincuentes contumaces, lo que hace más enfática su condición de revolucionarios, tanto como la conducta reaccionaria del poder. Al pretender derribar el orden existente que evidentemente es lo quieren hacer, su proceder se califica de mala manera para una institucionalidad no modificada e inflexible que quiere hacer revolución con mentalidad usurera, usurpando imaginarios y cobrando impuestos de pertenencia
La inmensa estupidez de los supuestos jurídicos se esgrimen a discreción direccionando sus energías contra los que piensan diferente, sobre todo de quienes elaboran pensamiento subversivo, endiabladamente se ensañan contra los revolucionarios, en una nueva realidad contundente y cínica. Mientras se sentencia a una maestra a 8 años de cárcel, dos años a quienes ofendieron temerariamente al altísimo, un año a veedores que vieron lo que el poder no admite que se vea. A un ex ministro corrupto se le da tres meses de prisión. ¡Más honesto hubiese sido declararlo inocente¡
Que dirán nuestros “especialistas” jurídicos que agregan capítulos de duda mientras se afirma la exposición apologética a una nueva institucionalidad que no por más abusiva es más fuerte. El pulso revolucionario asoma en los tres de Sarayacu con maestría, cuando ya no apelan, sino que actúan como los revolucionarios de siempre: no huyen, se refugian en las masas, no buscan argumentos, denuncian desde la selva y cual guerrilleros sin armas se enfrentan en una guerra de movimientos contra el eje gobernante. Es inadmisible su conducta, el estado tiene sus razones y son las clásicas razones del estado burgués y clasista las que se esgrimen: la defensa del estado unitario, el monopolio de la razón legal, la obligatoriedad policial de cumplir la sentencia panóptica .¡Aleluya¡ Los tres de Sarayacu, han cometido el peor de los delitos: tiraron abajo el antifaz del estado y del gobierno¡
No se puede, ciertamente, verlo todo con los espejuelos de entusiasmo, la silueta del poder resentido por la reiterada “mala” conducta de la izquierda arma su cólera ya no basta calificarla de infantil, inmadura y boba. Ahora tras acentuar la acusación a la “extrema izquierda” con los mismos verbos de la derecha vieja, y al evidenciar la solidaridad de la izquierda latinoamericana con los revolucionarios y los movimientos sociales, el poder se alista para incrementar su fuerza represiva y panóptica. El perfil de pánico suma circunstancias; perdida electoral, desconcierto emocional, ganas de dañar las alegrías ajenas.
…Y un hecho redunda con lógica más que burguesa feudal, se repiten las sentencias contra el ofende al supremo