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lunes, diciembre 23, 2024

MI VIAJE AL INTERIOR DE UN CARACOL ZAPATISTA. Por César R Espín León*

Era un 30 de noviembre del 2012, mis vacaciones de Navidad y Año Nuevo ya estaban organizadas. Desde mi oficina en la fría Indianápolis estaba ultimando mentalmente detalles sobre lo que habría que preparar para dichas vacaciones; entonces el sonido de una campana digital del email irrumpió en mi computadora con un título que me hirvió el corazón: “Invitación para visitar a Oventik”.

Había estado esperando una contestación a mi petición de poder visitar las comunidades zapatistas en Chiapas por más de un año y nunca tuve una respuesta… ¡Hasta hoy! Mi amigo y colega de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Francisco Guadalupe, me escribía para avisarme la posibilidad de pasar el año nuevo en las regiones autónomas rebeldes del sur de México y yo sin dilación respondí: ¡Claro, voy sin duda!

Era mi oportunidad de conocer de primera mano un proceso revolucionario que lo había estado estudiando y siguiendo con mucho interés desde sus inicios. Cuando más joven soñaba poder visitar y convivir con un ejército rebelde; ahora tenía una posibilidad real de conocer de forma personal una organización insurrecta mayoritariamente indígena, a sus miembros de base y, quizás con algo de suerte, a alguno de sus líderes. Esa misma noche ya estaba preparando mis pertrechos de viaje con especial atención a mi vieja compañera: mi cámara.

No tuve que esperar mucho tiempo y ya estaba en México DF esperando que mi  Boeing 737 de AeroMéxico parta hacia San Cristóbal de las Casas. Francisco me esperaba ya en esta ciudad que es la cabecera del municipio que lleva el mismo nombre y está en el centro del Estado de Chiapas en el sur de México.

En San Cristóbal de las Casas, Francisco Guadalupe y yo nos juntamos con un grupo de expedicionarios europeos con algunos argentinos, colombianos y costarricenses en la travesía que nos llevaría hacia las montañas chiapanecas donde nos esperaban los guías zapatistas quienes nos escoltarían hasta Oventik. Francisco me llevaba años luz en el tema del zapatismo en México, sobre el cual había escrito un libro y muchos artículos académicos; sin embargo, la adrenalina y emoción de poder estar en persona dentro del territorio zapatista era igual en ambos compañeros de aventura.

Después de 40 km y una hora de trayecto por una carretera de curvas por sobre los 2.000 metros de altitud llegamos a la entrada del Caracol. El cartel en la carretera anunciaba claramente: “Está usted en territorio zapatista. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”. Siempre he sentido simpatía y admiración por el movimiento zapatista y su dignidad rebelde. Así que, uno de los momentos que estaba esperando desde hace mucho tiempo, se estaba finalmente cumpliendo. Después de ver algunas figuras pequeñas luciendo pasamontañas negro mis pulsaciones cardíacas se multiplicaron impetuosamente dándome cuenta instantáneamente que no estaba en otro lugar más que en el corazón del movimiento rebelde indígena del sur de México.

Entrada a Oventik. Foto de Césa R. Espín para La Línea de Fuego

Los “Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas” (MAREZ) son pequeños territorios bajo control de las comunidades zapatistas que se encuentran dentro de los municipios oficiales.

Los MAREZ se coordinan mediante Consejos Autónomos y se encargan de promover la educación y la salud en sus territorios. También los problemas de tierras, trabajo, comercio, vivienda, alimentación y promoción de la cultura especialmente de su lengua y tradiciones aplicando siempre su propia administración de justicia.

Los Caracoles vendrían a ser los centros desde donde se organiza y coordina un conjunto de Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas de una misma región. Sus funciones son las de coordinar la relación entre comunidades con el EZLN y éstas con el mundo exterior.

Caracol Oventik.

La gestión de los Caracoles se hace a través de las Juntas del Buen Gobierno (JBG) que están conformadas por los representantes de los Municipios Autónomos Zapatistas. Sus miembros son rotativos; reemplazables en todo momento y cumplen el principio zapatista de “mandar obedeciendo”. Los zapatistas actualmente están organizados en cinco Caracoles: Oventik, Morelia, La Realidad, Roberto Barrios y La Garrucha. Estos Caracoles son formados por una treintena de municipios y gestionados por las Juntas del Buen Gobierno que funcionan de forma autónoma y totalmente desvinculada del gobierno mexicano.

Oventik (Caracol en Tzotzil) es uno de estos centros organizativos en las comunidades autónomas zapatistas. Nosotros nos encontrábamos en el llamado: Caracol Resistencia y Rebeldía por la Humanidad. Cada 31 de diciembre los Caracoles abren las puertas al público en general; ya que en dicha fecha se conmemora el Aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y se lleva a cabo el Festival Mundial de las Resistencias y Rebeldías contra el capitalismo.

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Las comunidades de Chiapas se componen principalmente de indígenas de San Juan Chamula y los Mayas Tzotziles. Los hombres de San Juan Chamula usan Chujes (túnicas de lana negra o blanca) mientras que las mujeres visten huipiles morados y faldas largas de lino negro. En las comunidades se palpa el universo de telas indígenas sumergidas en rojos, azules y púrpuras que se entremezclan con los susurros de las conversaciones en Tzotzil y los olores del pozole hirviendo en un lado de las calles.

Mi camisa negra se estaba confundiendo con la obscuridad de la noche mientras el guía con pasamontañas negro me llevaba al lugar donde pasaría el resto de mi estancia en la comunidad. Me habían asignado una familia indígena Tzotzil de tres miembros con los que inmediatamente hice amistad y con quienes aprendería un poco de su dialecto y a comer tamales de cáscara de maíz rellenos de hoja santa. Una vez dentro de su modesta vivienda me indicaron los espacios habilitados que yo podía usar. Acomodé mi mochila al pie de lo que sería mi cama (una estera vieja al lado de una tulpa); coloqué mi botella de agua con mi libreta de notas en un costado, extendí mi bolsa de dormir sobre la estera y me caí tendido sobre ella con los estragos de un cansancio extremo pero con el sueño entre mis manos.

Entre la niebla blanca de la primera mañana destaqué mi nueva casa con su estrella estampada en la puerta y los destellos de las demás casitas de madera cubiertas por murales de colores brillantes con las figuras de Emiliano Zapata, El Che Guevara y El Subcomandante Marcos. Al tiempo que, delante de mí, advertía al grupo de visitantes extranjeros que miraban, al igual que yo, atónitos y estremecidos un batallón con docenas de zapatistas que marchaban erguidos luciendo su ajuar rebelde: pasamontañas, pantalón negro, camisola café, gorra, paliacate, botas de cuero o de hule y sus infalibles rifles de madera. A mis espaldas, mi “sponsor” rebelde, me comunicaba que era tiempo de salir hacia una especie de “centro de convenciones” donde los líderes comunitarios nos darían la bienvenida. Tembloroso y entusiasmado saqué mi cámara, la sostuve frente a mi y pensé: “el resto de la historia será contada a través de este instrumento”.

*(Otavalo, 1976) está radicado en Indianápolis USA. Es Ingeniero y Analista en Sistemas de Información Geográfica y Teledetección por Indiana University. Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Costa Rica. Ha realizado trabajos de investigación académica, así como también ha colaborado con varias plataformas de información en línea y en físico de varios países, aportando con artículos, columnas y ensayos de opinión e investigación social independiente.

 

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