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viernes, noviembre 15, 2024

OJOS QUE NO VEN (3ª. parte) : EL GOBIERNO DE CORREA EN LA MIRADA DE LAS IZQUIERDAS

EL GOBIERNO DE CORREA EN LA MIRADA DE LAS IZQUIERDAS

OJOS QUE NO VEN (3ª. parte)

Mario Unda

La historia y la mirada

Se podría realizar una periodización tentativa en la construcción de las miradas de izquierda: un primer período cubre desde los orígenes de la izquierda (1925-26) hasta la revolución del 28 de mayo de 1944; el segundo período abarca desde la revolución de 1944 hasta la caída del último velasquismo en 1972;  el tercer período es el de la época petrolera (1972-1979). Y el cuarto período se abre con el “retorno” a la constitucionalidad, en 1978-79 y transcurre hasta la actualidad

El primer período corre desde el origen (o desde la prehistoria inmediata) de la izquierda hasta la revolución de mayo de 1944, quizás hasta la Constituyente del 45. El mantenimiento, incluso la formulación, de la independencia política de clase fue siempre un nudo problemático nunca resuelto para las izquierdas desde muy temprano, cuando, a partir de 1926, surgen el partido Socialista y el partido Comunista (y, alrededor de la revolución juliana, otras agrupaciones, de las que hoy no queda mucha memoria, pero que tuvieron entonces un importante papel, como Vanguardia Socialista Revolucionaria).

La izquierda podía tener claro el posicionamiento frente a gobiernos de derecha, pero ya no resultaban tan claras las cosas cuando se trataba de gobiernos más o menos progresistas (en lo que pueda haber sido “progresista” en cada momento). Se diría que siempre sufrió la tentación de situarse como una suerte de ala izquierda de los reformismos burgueses y pequeñoburgueses, y eso encontró un cauce casi natural de continuidad debido a la presencia de gobiernos progresistas desde la revolución juliana y los militares de los años 30. Fue un tiempo largo que llegó hasta la revolución del 44, y que marcó duraderamente las mentalidades de izquierdas.

En esta época predominó en la izquierda la concepción de los “frentes populares” (alianzas con sectores “democráticos” de la burguesía), que, en la Internacional Comunista estalinizada, había sustituido a la táctica del frente único (alianza de todos los sectores del campo obrero y popular).

Durante la segunda guerra mundial, la izquierda ecuatoriana, como buena parte de la izquierda latinoamericana, acogió la versión del entonces secretario general del partido Comunista estadounidense, Earl Browder: la alianza de los comunistas con los “imperialismos democráticos” (los aliados) frente al fascismo. A nivel local, esta línea se traducía en alianzas incluso con sectores de la burguesía oligárquica para enfrentar “fascismos” reales o supuestos. Una visión que terminó dando lugar a la ADE (Alianza Democrática Ecuatoriana), en la que confluyeron socialistas, comunistas, conservadores y una fracción liberal para hacer frente al gobierno de Arroyo del Río… y terminar entregando el poder a Velasco Ibarra, a quien fueron a buscar en comitiva hasta Ipiales.

Pero, enseguida, el consabido autogolpe de Velasco, en 1946, cierra violentamente este período y crea un vacío político e ideológico en la izquierda, que se verá profundizado con la estabilidad bananera (1948-1960) y con la relativa modernización capitalista que ella trajo aparejada. Da inicio, así, el segundo período.

Por una parte, el vacío político reforzó las tendencias reformistas y colaboracionistas, moderadas y “realistas”, que se amoldaron a la estabilización del capitalismo dependiente y de la renovada dominación política de la oligarquía modernizadora. Nuevamente, la participación en gobiernos “progresistas”.

Sin embargo, el vacío fue también el inicio de una promesa de renovación en el pensamiento de las izquierdas. Antes de eso, en la segunda mitad de la década de 1920, la izquierda ecuatoriana había generado pensamientos independientes, como el de Ricardo Paredes o el de Enrique Terán[i]. Paredes es autor de importantes señalamientos para la comprensión de las realidades latinoamericanas, como la distinción entre los países dependientes y los países coloniales y semicoloniales, como por entonces se conceptuaba a las naciones latinoamericanas, tesis presentada en la conferencia de 1928 de la Internacional Comunista; una distinción que sólo en los años de 1960 y 1970 sería teorizada con profundidad por los dependentistas[ii]. Terán fue un adelantado del socialismo revolucionario, resistiendo el desplazamiento paralelo del socialismo hacia las capas medias, la conciliación de clases y la degeneración burocrática, reclamando, igual que Mariátegui, un profundo estudio de nuestra realidad[iii]. Pero no fue suficiente para consolidar una posición que (como reclamaba Mariátegui) no fuera “ni calco ni copia”.

A inicios de la década de 1950, Manuel Agustín Aguirre publica “¿Revolución Burguesa o Revolución Proletaria para América Latina y el Ecuador?”, que iría a convertirse en el paso inicial de la izquierda revolucionaria de las dos décadas siguientes, y del reencuentro con un paradigma que se sitúa más allá visión “etapista” de los procesos revolucionarios. Pero para que esta tendencia se afirme tendría que acontecer primero la revolución cubana, que impactó fuertemente en la conciencia social, sobre todo de los jóvenes, y se convirtió en verdadero revulsivo de la nueva época de la izquierda. El horizonte socialista vuelve entonces a abrirse; empero, fraccionado sobre bases que no siempre tenían que ver con las condiciones específicas de las posibilidades de transformación social en el Ecuador. En cualquier caso, junto a los ya afirmados pensamientos progresistas y reformistas comienza a abrirse paso el pensamiento socialista revolucionario.

Pese a su fragmentación y a los recelos mutuos, aún incapaz de encontrarse o tan siquiera de convocarse, la izquierda revolucionaria fue ganando espacio social junto a las organizaciones populares que enfrentaban a un régimen oligárquico que vivía, de cualquier modo, sus últimos años entre golpes, dictaduras y la visible “influencia” de la CIA, la Escuela de las Américas y la doctrina de seguridad nacional. Justamente al amparo de esta doctrina se introduciría en la legislación ecuatoriana (y latinoamericana en general) la figura del “terrorismo” para enfrentar al “enemigo interno” (los movimientos sociales y las izquierdas). Una figura que, como sabemos ha sido nuevamente puesta en circulación en estos tiempos de “revolución ciudadana”…, y para los mismos fines que tuvo en sus orígenes.

[Continuará. En la próxima entrega: el pensamiento de las izquierdas a partir de la época petrolera][1]


[i] Ricardo Paredes (1892-1979), fundador y dirigente del partido Socialista Ecuatoriano y del partido Comunista del Ecuador. Enrique Terán (1887-1943), fundador y dirigente del partido Socialista Ecuatoriano.

[ii] Ricardo Paredes: Informe de la Delegación Latinoamericana sobre el Programa de la Internacional Comunista, Moscú, Conferencia de la III Internacional, julio de 1928; http://www.yachana.org/earchivo/comunismo/paredes-ipc-25sept28_es.php (fecha de consulta: 8 de mayo de 2011).

[iii] Enrique Terán: La dictadura del proletariado [julio de 1928].

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