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PARADOJAS DE NUESTRA CULTURA POLÍTICA. por Arduino Tomasi

 Gkillcity.com

 Nov 04 2012

 

 En varias ocasiones, sea en conversaciones de pasillo o en las más estables reuniones con birras, he escuchado reclamos –que yo mismo, por supuesto, he secundado- en torno a la actitud de los ecuatorianos en una diversidad de circunstancias: respeto por la ley; apoyo a caudillos en tiempos electorales; participación en el quehacer político que parece resumirse cómodamente en el sufragio (como si éste agotara nuestra histórica conquista de derechos políticos); actitud en temáticas íntimamente ligadas tanto a la mínima garantía de derechos básicos como a principios igualitarios. En fin, un abanico de interrogantes que creo que debemos intentar comprender, o a los que al menos debemos aproximarnos de manera más sistemática, particularmente porque estamos en vísperas electorales.

Para ello, resulta útil echarle una hojeada a los informes del Barómetro de las Américas (en adelante, “Barómetro”), en especial al último: “Cultura política de la democracia en Ecuador, 2010”. Y es que desde la ciencia política, el caso de Ecuador es un deleite por la cantidad de paradojas que se forman y que se re-producen como si se tratase de reacciones en cadenas. Mencionaré algunas que arroja la investigación del barómetro, con tan solo una finalidad: exponer la contradicción; en espera del efecto contenido en la fábula de Andersen “El nuevo traje del emperador”; aquel rey que andaba desnudo por las calles: todos lo sabían, pero hizo falta que alguien lo gritara para que quedara expuesto (en particular a la burla) y, solo entonces, se abriera la puerta a una nueva posibilidad de construcción de otro orden.

Un primer ítem, para ubicarse en el contexto continental, tiene que ver con el apoyo al sistema político (la pipol del Barómetro incorpora dentro de la categoría “sistema político” algunos componentes: apoyo al sistema político; respaldo a las instituciones; orgullo de vivir bajo el sistema político ecuatoriano; la creencia de que los derechos básicos del ciudadano están bien protegidos por el sistema político) en perspectiva comparada (en escala de 0 a 100): Ecuador se ubica en los más bajos niveles, junto a Jamaica y Perú; encontrándose Uruguay y Costa Rica en los niveles más altos de apoyo:

 

 

Debe mencionarse que el apoyo al sistema político, para el caso de Ecuador, ha aumentado: de un 39,5 en 2001 a 48.9 en 2010, esto es, casi un aumento de casi 10 puntos que traduce fortalecimiento (aun cuando en clave comparada estemos en niveles más bajos).

De acuerdo al Barómetro, dicho apoyo no es en sí mismo elemento de estudio suficiente para analizar la estabilidad democrática (y su devenir); la legitimidad del sistema debe ir de la mano con la tolerancia a la oposición política: “la teoría indica que las dos actitudes son necesarias para mantener una estabilidad democrática a largo plazo”, recalca en informe (pág. 93). Lo que se tiene es que los ecuatorianos tienden a ser más tolerantes con aquellos que critican constantemente al gobierno en lo que respecta a sus manifestaciones pacíficas (58.2 puntos en escala de 0 a 100) y su derecho al sufragio (53.9), y menos tolerantes a su libertad de expresión (44.6) y su posibilidad de ocupar cargos públicos (44.4).

Y, en esa línea, en una perspectiva comparada nos ubicamos –al igual que lo anterior- en uno de los niveles más bajos, junto a Guatemala y República Dominicana:

 

Y desde un punto de vista histórico, el Barómetro muestra que se ha incrementado dicha tolerancia: del 2001 al 2008, la variación fue casi insignificante: de 46.1 en 2001 a 47.3 en 2008; pero de 2008 a 2010, se dio un incremento al resultado del gráfico: de 47.3 a 50.2; esto es, Ecuador logró ubicarse por encima del punto medio de la escala.

A partir de los dos resultados (apoyo al sistema político y tolerancia a la oposición política), el Barómetro creó una tipología de ciudadanos “con respecto a su propensión a la estabilidad democrática a través del tiempo” (pág. 101); mostrando, de esa manera, cuatro tipo de ciudadanos, que se ilustra en el siguiente cuadro:

 

Así, de acuerdo a la tipología, los ciudadanos con alto apoyo al sistema y alta tolerancia, favorecerían la estabilidad democrática, mientras que una coincidencia en bajo nivel de ambos elementos traduciría democracia en riesgo. Y es posible ver cómo de 2001 a 2010, el porcentaje de encuestados ha caído en la primera posición: de 13.4% a 19.7%; y en la segunda, sobre democracia en riesgo, ha disminuido: de 45.2% en 2001 a 28.8% en 2010.

Pero lo interesante ocurre con la posición entre una baja tolerancia y un alto apoyo al sistema (que el Barómetro describe como estabilidad autoritaria): hay un aumento del 15.5% en 2001 a un 26.4% en 2010; lo cual demuestra “una tendencia creciente de apoyo entre los ecuatorianos a una cultura de estabilidad autoritaria” (pág. 102).

En perspectiva comparada, Ecuador se ubica entre los últimos lugares de la coincidencia del primer tipo de ciudadano, junto a Bolivia, Guatemala y Perú, como se ilustra:

 

Y aunque la evidencia empírica muestra un aumento estadísticamente significativo en los elementos de análisis, seguimos ubicados en los niveles más bajos en perspectiva comparada tanto de apoyo al sistema político como a la tolerancia de la oposición política; de preocuparse, toda vez que se vinculan profundamente con la estabilidad democrática.

Otro de los elementos que investigó el Barómetro, es el relativo a la legitimidad de otras instituciones políticas. Y es esto en particular lo que me llama la atención: los ecuatorianos (en una escala de 0 a 100) tienen mayor confianza en la iglesia católica –con 67.3 puntos- que, por ejemplo, en los partidos políticos –con tan solo 26.4 puntos-.

De hecho, los ecuatorianos confían más en la iglesia que en el gobierno nacional (55.8), en el presidente (56.1), en la Asamblea Legislativa (41.5) o en los medios de comunicación (56.0). Y la confianza en la Corte Nacional de Justicia y en el Sistema de Justicia se ubica en los últimos niveles de confianza, con 36.9 y 38.2 puntos respectivamente.

 

Aunque analizado a través del tiempo, la confianza en todas estas instituciones se ha visto fortalecida desde la entrada de Alianza País a la arena política: en partidos políticos, la confianza aumentó de 15.1 en 2006 a 26.4 en 2010; en el Gobierno Nacional, de 21.7 en 2006 a más del punto medio en 2010, con 55.8 puntos; y en la Asamblea Nacional, de 16.7 en 2006 a 41.5 en 2010. En lo relativo a la justicia, en las dos instituciones mencionadas se ha aumentado un promedio de 10 puntos en cada una.

Como lo veo, y aunque hayan mejorado los índices a través del tiempo, es necesario preguntarse lo que traduce que en el Ecuador se tenga mayor confianza en la iglesia católica que en el Gobierno Nacional, en la Asamblea Legislativa o en los partidos políticos. Preguntarse por el hecho de que se crea más en una institución religiosa que en el propio sistema de justicia o en nuestros legisladores.

¿No puede aquí comprenderse incluso el modo de debatir de los asambleístas en cualquier temática, usted escoja (que, como señala Xavier Flores acá y acá, cuando es hora de debatir no hacen sino papelón tras papelón, actuando de cualquier manera menos bajo sus obligaciones constitucionales de satisfacer principios garantistas y laicos)?

Interrogarse, a su vez, por la paradoja de que se confíe tan poco en los partidos políticos pero que se haga poco por remediarlo: en términos de participación cívica, los ecuatorianos participan más activamente en organizaciones de carácter religioso que en otro tipo de comités de mejora. Y en términos de interés en política y activismo, el Barómetro arrojó que cerca de un 75% de ecuatorianos no se interesa en la política, y un 20% está “mucho o algo interesado” (pág. 130) en ella.

Y aunque el Barómetro muestra que el interés en política ha ido aumentado en particular desde el 2006, sigue ubicándose en niveles en extremo bajos.

¿Qué ocurre cuando la ciudadanía no se muestra conforme con el sistema político, confía poco en la organización y desempeño de la justicia, pero a su vez se muestra poco interesado para discutir sobre política o para participar en alguna forma de activismo?

¿Qué ocurre cuando los ciudadanos no se sienten conformes con el sistema de justicia pero apoyen el que las autoridades actúen por fuera de la ley? Como lo mostró, por ejemplo, otro de los rubros investigados por el Barómetro, bajo la pregunta: “Para poder capturar delincuentes, ¿cree usted que las autoridades deben respetar las leyes o en ocasiones pueden actuar al margen de la ley?”; y se obtuvo que más de la mitad de los entrevistados (un 54.5%) respondieron de manera afirmativa a la pregunta: que las autoridades pueden, de hecho, actuar por fuera de la ley en esos casos, en contra de principios mínimos como el debido proceso.

De hecho, en términos de apoyo al estado de derecho, en perspectiva comparada nos encontramos en último lugar, superados por El Salvador.

Contradicciones y paradojas que debemos tener en cuenta en estas vísperas electorales, con un escenario que desde ya va perfilando su forma. Y más allá de lo netamente electoral, lo arrojado por el Barómetro de las Américas son datos que nos interrogan sobre nuestra actitud (más pasiva que activa) cotidiana en la esfera de lo político.

Ruptura de los 25 nació lanzando de manera brusca y tosca una pregunta: “¿quién jodió al país?” Pero, ¿qué tanto somos (y fuimos) nosotros mismos partícipes (tanto en el hacer como en el dejar de hacer) de aquello de lo que criticamos?

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