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domingo, diciembre 22, 2024

PARADOJAS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO. POR CARLOS GRANÉS

El Espectador  www.elespectador.com 

18 Septiembre 2014

 

Los libros emblemáticos de este período no son sistemas que proponen modelos del ser humano y de la sociedad, sino racionales diagnósticos sobre la forma en que pensamos, damos sentido a las cosas o creamos discursos sobre la historia y nosotros mismos. El marxismo, la fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo, la hermenéutica, la deconstrucción: todos son modelos que durante décadas nos han ayudado a diseccionar el mundo en que vivimos. Gracias a ellos las ciencias sociales se han vuelto críticas, el arte denuncia los males del mundo y la teoría contemporánea reivindica a los oprimidos y olvidados. Las instituciones educativas modernas nos han enseñado a buscarle una quinta pata al gato, y ya nadie que se considere inteligente traga entero ni se limita a ver la superficie de las cosas. Esto, desde luego, ha sido muy positivo. Prueba de ello son los avances sociales y morales que han transformado a las sociedades modernas. Sin embargo, cuando toda una sociedad se vuelve crítica, ¿dónde queda la crítica?

Me explico: la crítica sólo es tal en la medida en que encuentre oposición. Crítico es quien desafía un gusto mayoritario o una opinión general. Pero si a todos nos gusta la crítica y consumimos arte crítico, teoría crítica, programas de televisión crítico, humor crítico, ¿seguimos siendo personas críticas? Cuando nuestros profesores nos enseñan a pensar de forma crítica, ¿estamos entrenando nuestra mente para que opere como un escarpelo, o asimilando de manera dócil y complaciente el gusto y las opiniones de nuestro profe contestatario? Cuando en los museos y bienales se exhiben obras críticas que denuncian algún problema social o nos “hacen reflexionar”, ¿estamos de verdad ante algo nuevo, o lo que vemos es la obviedad que ya sabíamos: que el colonialismo es atroz, que los oprimidos sufren, que el cambio climático es malo?

Cuando todos los productos de una sociedad se hacen críticos, y cuando los cargos de poder en las academias e instituciones culturales empiezan a ser ocupados por personas críticas, la crítica se convierte en el statu quo. Hoy se dice que la Modernidad fracasó y que el síntoma de su fracaso es la posmodernidad. En realidad, pienso que en ciertos sectores de las democracias occidentales la Modernidad triunfó, y que este triunfo la neutralizó. Convirtió la crítica en un tic irreflexivo, en un producto de consumo seductor o en una estrategia para ganar popularidad como profesor, artista, intelectual, entertainer o líder. Basta ver los eslóganes publicitarios: Dodge propone una rebelión, Orange cambia la vida, Nike incita a la acción, Adidas despierta sueños utópicos, Apple ayuda a pensar diferente. La nuestra es una sociedad fascinada por la crítica y la rebelión. Lo curioso es que en ella cada vez hay menos espacio para los críticos profesionales, esos dinosaurios que solían dedicar su tiempo a escribir sobre arte, literatura o teatro en los medios escritos. Sospecho que ahora que todos nos sabemos críticos y rebeldes, nadie quiere que venga un aguafiestas a decirle que se ha dejado deslumbrar por la bazofia del capitalismo contemporáneo.

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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