Tal como afirma Wolfran Sach, la época del desarrollo está llegando a su fin. ¿Ocurrirá este 21 de diciembre? Ojalá, pues no existe mayor fraude en la historia del pensamiento humano, que aquel que ha sido levantado sobre el concepto de desarrollo, concepto que además está acabando el mundo.
Este fraude consolidado en espesas estructuras mentales, se extiende transversalmente sobre todas las esferas de la vida. Hasta el arte claudica a sus perspicaces criterios. De hecho cuando se habla de “progreso cultural” no se hace otra cosa que pensar en los términos del progreso económico, la modernización perpetua que persigue la elevación permanente del estándar. Lo que no se dice es que detrás de las propuestas de eliminación de la pobreza, de eliminación del desempleo, de eliminación de la crisis, se encuentran mecanismos que no solo permiten, sino que necesitan la existencia de la pobreza, del desempleo, imposibilitando la erradicación de la crisis. La razón es muy sencilla y la logró ver Marx en los inicios mismos del capitalismo industrial: mientras que la producción capitalista es una producción social, la distribución y apropiación de sus beneficios es individual. Gravísima contradicción económica que hace que haya pocos que se apropian de mucho y haya muchos que se apropian de poco. Mas la apropiación desigual (que genera pobreza) es una de las caras del problema.
El otro es lado está en que el sistema no produce bienes o servicios destinados a satisfacer una necesidad, primordialmente el sistema produce mercancías, y no existe un límite racional que regule esta producción pues la lógica de la ganancia aparentemente no tiene límites. Ello nos conduce a la sobreproducción, al endeudamiento, y a la crisis sistémica. Sin embargo, el progreso hizo metástasis e invadió la médula cultural de las sociedades al punto que vivimos en una permanente escases, no solo porque se asienta en la iniquidad, sino porque el modelo garantiza que siempre se tenga menos de lo que se desea.
El desarrollo es un discurso cultural para la dominación absolutamente vigente, y está promocionado en encuentros y campus internacionales donde no se habla de postdesarrollo, porque no es beneficioso para la hegemonía reinante, pues este concepto plantea una radical ruptura con la forma de articular la economía política del capital, expresada fundamentalmente en la construcción de nuevos criterios culturales para organizar la vida colectiva, el profundo cuidado de los territorios (y la naturaleza), de sus ciclos ambientales, así como el fomento de otra forma de pensar, de sentir y de actuar de las personas en relación con los otros y con su comunidad.