En nuestro país existe una posición pseudo-racional que identifica a la explotación de la naturaleza como la vía privilegiada para la eliminación de la pobreza y la construcción del desarrollo. Desde un punto de vista crítico, esto ocurre como efecto de “haber dejado de cuestionar los fundamentos” de un racionalismo construido bajo la lógica económica utilitaria.
La construcción del porvenir social es una construcción colectiva y por lo tanto negociada, y la razón debe ser entendida como un instrumento de esa construcción, no obstante, en caso de que la razón pretenda convertirse en el fundamento mismo de la construcción social, la razón se vuelve instrumental y sufre serias aberraciones, pues al priorizar la realización de su fin, y por tanto legitimar su sentido, sufre una fiebre utilitaria en la que los medios empleados para alcanzar el fin, no necesariamente son adecuados o coherentes con ello. Entonces, si el fin instrumental es el desarrollo económico y el progreso, a través del cual la humanidad alcanzaría la tan ansiada libertad, la destrucción de la naturaleza sería un simple costo que habría que asumir obviando, desde luego, el hecho de que sin la conservación explícita de la naturaleza como sustrato fundamental de la vida, sería imposible cualquier sueño desarrollista.
Lo mismo ocurriría con ideas como la reelección indefinida levantada en función de garantizar la permanencia y hegemonía de un solo proyecto político sin considerar los costos que ello supone a las formas democráticas que dan cabida a una sociedad de libertades. Ejemplos que nos invitan a repensar el Buen Vivir como la pauta crítica de las ideas de desarrollo y progreso ortodoxo que indican que a pesar de todo, la humanidad siempre evoluciona.
Esas posiciones ideologizadas no admiten que en el devenir social puedan generarse retrocesos, y que no todo lo real es racional. De ahí también que es necesario repensar el Buen Vivir desde la recuperación del “sentido común” entendido como el proceso colectivo sobre el cual se establece la construcción de la vida, el “sentido de lo común” que nos obliga a ser y a actuar de manera tolerante y razonable en la gestión de la vida social, origina el criterio de priorización de lo que es fundamental y se alza contra las aberraciones pseudoracionales.
Lin Yutang decía que “la sabiduría de vivir consiste en eliminar lo que no es indispensable”. Quizá es hora de desechar esos criterios ortodoxos y comenzar a entender que el sostenimiento de la buena vida para todos, es una tensión que nos convoca a tod@s de manera permanente.