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jueves, noviembre 14, 2024

RENOVACIÓN INDÍGENA CAMPESINA.* por Jorge G. León Trujillo

RENOVACIÓN INDÍGENA CAMPESINA*

Jorge G. León Trujillo

La prensa poco o nada ha dicho de la marcha indígena en Guatemala que salió del norte, del Petén, para llegar a ciudad Guatemala, en una marcha igualmente como la ecuatoriana o la boliviana que tiene como función la de llamar la atención sobre sus causas y sobre los rechazos que suscitan, y que termina por ganar razón contra la afirmación de sus gobiernos de negarles derecho a tener sentido y fundamentos.

En Guatemala, el derechista y pragmático Presidente Pérez M. terminó en un diálogo que llamó la atención en el país con mayor población indígena del continente y en el que sigue siendo la más marginalizada del poder y de las ventajas socioeconómicas de todo el continente. Guatemala sufrió la más cruenta guerra, una que fue sobre todo contra los indígenas. América Latina sigue en deuda con Guatemala, por su silencio entonces. Pero ahora los indígenas, parecen acercarse al camino que han hecho sus pares de Ecuador y Bolivia de realizar actos que les permitirán insertarse en la escena política de un modo diferente de las confrontaciones del pasado. Guatemala sin embargo tiene una de las elites que no hace el salto a una clara adhesión democrática y todavía aprecia la herencia colonial, el camino no es simple.

 

Meses antes Panamá conoció una marcha y protestas similares, siendo en cambio Panamá un país en el que los indígenas han logrado un temprano y fuerte reconocimiento de los derechos colectivos. Así, estas marchas como la reciente de Ecuador y Bolivia, e indicios similares al nivel local en Chile y en Colombia algo dicen más allá de los discursos por o contra. Hay los mismos actos de protesta, con los mismos protagonistas y reivindican las mismas causas.

 

Primero, los hechos algo nos indican de un regreso ya no sólo de los problemas de pueblos indígenas sino de los campesinos. En Ecuador, por ejemplo, coinciden organizaciones indígenas y campesinas. Luego, los conflictos urbanos desplazaron a los rurales, ahora parecen recuperar espacio. Hay renovación de causas y de protagonismo.  Más allá de los discursos presidenciales que todos les asocian con los ecologistas “malos” e intervención externa, tal como en el pasado lo hizo la derecha de los 60 y 70 al negar derecho a pedidos que, con el tiempo, supimos fueron necesidades vitales del campesinado de entonces y significaron grandes cambios sociales.

 

Ayer como hoy, los discursos de moda sirven para captar nuevos temas o para dar justificación a reales necesidades del pasado, redefiniendo el discurso primero. La ecología, por ejemplo, es aceptada porque es a la vez una demanda que se construyó ante la real amenaza de sus tierras, el deterioro del suelo y de los recursos hídricos, por el uso indebido que todos han hechos, campesinos e indígenas incluidos, no sólo ahora sino desde hace tiempos. Los fenómenos sociales no son espontáneos tienen maduración y tiempo para emerger.

 

Pero es también rechazo a minería y extracción de hidrocarburos porque son una real amenaza a su espacio. Traducido en otros términos, podríamos ver en eso un modo de proteger su tierra actual o potencial. Y esto por varias razones, hay una demanda de tierra ante una carencia cada vez más sentida y vivida, en Ecuador por ejemplo, la tierra de los sesenta y setenta ya llegó al minifundio hace tiempos, en la Sierra y en la Amazonía avanza este proceso. Muchos quieren fraccionar ya la tierra colectiva o más tierra.

 

La protección colectiva de la tierra es, a su vez, necesidad ante la amenaza a su cultura que significa la urbanización creciente de sus jóvenes. Lo que está en juego así, si su tierra se reduce y es amenazada, es la pervivencia colectiva de su condición de pueblo y el lugar de los indígenas urbanos. Petróleo y minas implican amenaza a su grupo o colectivo, hay una disputa de espacios. Además, cualquiera sea el discurso sobre las bondades de una técnica minera que extrae sin consecuencias, en los hechos sabemos que en ningún lugar eso acontece- ¿cómo no entender que haya gente que se sienta amenazada? Pero es notorio que el conflicto crecerá, pues del otro lado son potentes los justificativos para que otra vez la sociedad calle para tener energía, metales y dinero.

 

Además, de modo general, la gente que ha vivido de la tierra se interroga ahora sobre el espacio del campesino en el campo y la ciudad. Mas allá del discurso campesinista o sobre la soberanía alimentaria, las tendencias de los hechos vuelven incierta o amenazante a su situación. Es notoria la preocupación por definir una nueva situación campesina con menos tierra (para más hijos, con repartición de tierras ahora, el problema volverá a plantearse en una generación); cuando su vida es cada vez más integrada al mundo urbano; lo citadino también llegó al campo, lo que significa más necesidades, y más tareas o trabajos urbanos para vivir. Esta nueva ruralidad es una imprecisa condición de vida que requiere soluciones específicas no las copias del pasado de reformas agrarias. Puede entenderse que la demanda primaria sea pedir más tierra y pedir atención, pero la sociedad debe ahora definir ese futuro con una visión de interés general sin negarse a enfrentar los nuevos desafíos, como otra vez lo están haciendo gobiernos de todas las tendencias.

 

*   Un versión corta de este articulo fue publicado en El Comercio <www.elcomercio.com>  el 10 de abril 2012

 

 

 

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