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martes, noviembre 5, 2024

SALVAR DEL OLVIDO. Por Ileana Almeida*

Igual que en otras civilizaciones antiguas, los incas-quechuas de la época del Tahuantinsuyo levantaron ciudades, construyeron arquitectura monumental, sistemas de irrigación y redes de caminos, elaboraron calendarios, desarrollaron la metalurgia, la alfarería, pero no han encontrado  huellas de una verdadera escritura. Cómo se organizó un imperio tan grande sin el respaldo de escritura, es una inexplicable paradoja para los historiadores.

Sin embargo, los incas crearon singulares sistemas de símbolos con los que organizó la memoria cultural. El primero, fueron ciertas líneas imaginarias llamadas ceques que  seguían las cuatro direcciones de los caminos que salían del Cuzco y ordenaban los huacas o “lugares píos” (Bernabé Cobo). Cada huaca era cuidada por un ayllu o familia. De esta manera se llevaba la cuenta de las acequias, de las canteras, de los bosques y además se censaba a la población.

El segundo sistema fueron los quipus, cordeles de nudos para ejecutar  operaciones matemáticas complejas para llevar las estadísticas del gobierno (M. Rostworowski). Se ocupaban de ellos especialistas llamados  quipukamayuk. Se sabe que Atahualpa en prisión, los recibía para informarse de la situación del Imperio.

El tercero y más complejo, es el uso de los tucapu  (el que porta sabiduría).  Son estos, figuras geométricas enmarcadas en cuadrados  con los que se narraba los sentidos más profundos de la religión,  la filosofía y la unidad sincrética de los gobernantes y el cosmos, solo se encontraban en los vestuarios de la nobleza inca.  No eran jeroglíficos ni letras, no estaban unidos por relaciones gramaticales, más eran signos de impactante belleza formal. (Últimamente Gail Silverman afirma que los tucapu estaban ya al borde de la escritura).

En el Museo de Historia de Bogotá se exhibe como la  obra más preciada, un manto inca donada al museo por Antonio José de Sucre. I. Acosta y C. Plazas, expertas en el tema han hecho un estudio detenido del llamado  “Acso de la mujer de Atahualpa”. Entre otras cosas las dos investigadoras proponen que la capa pertenecería al propio Atahualpa. Hay indicios para esta proposición: las dimensiones del manto resultan inapropiadas para una  mujer, además, el tejido no guarda huella alguna de haber sido perforado por el (tupo),  prendedor femenino, más bien,  a la manera de los incas, la prenda, por lo visto, se anudaba o se llevaba sobre los hombros.

De acuerdo a las convenciones universales del significado de las figuras geométricas y en correspondencia a la cultura específica, podemos “leer” el manto de Atahualpa  como confeccionado de lana finísima de color “rojo Inca” (Bautista de Salazar), con franjas que expresan división y unión de las oposiciones del Alto y Bajo Cuzco. También se aprecian los hexágonos regulares como símbolo de la belleza y del Sol, y las líneas paralelas como pronosticación de la inmortalidad, como un enorme deseo de salvar al personaje del olvido eterno.

*Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.

 

 

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2 COMENTARIOS

  1. Siempre es refrescante leer a Ileana, con temas que nos sacan de los rutinarios y tristes tópicos de la política y la corrupción. Nos invita a leer y a investigar. En efecto encontramos las referencias y las imágenes del manto de la “ultima reina”, hay muchísimo que aprender… siempre.

  2. Muy interesante la identificación de las lineas o ceques que direccionaban las huacas, así como la interpretación tanto de los quipus, que se identifican como un lenguaje matemático contable y por lo tanto, no se puede desdeñar la posibilidad de que fuera simplemente matemático, como de los tucapu, que permitirían identificar artísticamente las relaciones terrenales con las teológicas, eventualmente cósmicas, pero eso todavía no explica cómo se transmitía el conocimiento básico de las ciencias y sobre todo, la graficación de los fonemas que corresponden al diario vivir y sus derivaciones artístico poéticas e históricas. Es evidente, no solo entre los incas, sino también en las culturas preincaicas de nuestros territorios, hubieron formas de lenguajes que las acciones anti históricas de las conquistas pretendieron sepultar en el olvido para garantizar la hegemonía de los invasores.
    Felicitaciones por la obra de esta distinguida científica sobre nuestra ancestralidad

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