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SOBRE ETNIA Y POLÍTICA A RAÍZ DE LA CANDIDATURA A LA VICEPRESIDENCIA DE A. TITUAÑA[1] Jorge G. León Trujillo

 Lalineadefuego

06 noviembre 2012

 

El candidato Lasso sorprende. Su lanzamiento, su pre-campaña, su esmerada preparación desde hace años revelan una organización elaborada para la inserción de Lasso como político de grandes competencias. Ahora, este candidato de la tendencia de derecha, de CREO, el nombre dice mucho en todas sus acepciones, ha escogido a un indígena como su binomio vicepresidenciable, Auki Tituaña y será una mujer y afroecuatoriana, vale recalcar el género y la etnia, Mae Montaño, quien encabece la lista nacional. La derecha no fue la promotora de los pueblos indígenas y afroecuatorianos, ahora gana medallas. Sánchez de Lozada hizo una opción similar en Bolivia con V. H. Cárdenas (1993). Lasso, con un indígena al lado aunque no le de muchos votos, atenúa la imagen no-popular de banquero y de derecha. Le acerca más a un centro. Como imagen electoral es un buen punto de logrado.

 Estos aspectos que son más que simbólicos, denotan cambios sociales, cada vez más se borran ciertas distinciones referente a lo social de las tendencias políticas, hay otros puntos que los diferencian, pero estos como el de género o de lo étnico, fruto de las presiones de la lucha social, terminan por no ser más propio a ese amplio espectro político llamado progresista.

 No son, en cambio, buenas noticias para las organizaciones indígenas ni para la organización política Pachakutik que una persona que, por momentos reivindicaba ser uno de ellos, esté ahora como candidato a vicepresidente en una corriente que no ha sido con la que se identifican. Tituaña ha bregado siempre por el mismo y sus acercamientos a la CONAIE o a Pachakutik han sido puntuales y a conveniencia. No por ello deja de encarnar a los indígenas cuando asume un sitial tan importante. Al nivel público contribuye a modificar la imagen de los excluidos indígenas, sin que lo haga por la acción de las organizaciones, él no las representa.

 Los ecuatorianos se han acostumbrado a que las fronteras económicas, sociales, culturales, hasta las aparentemente invisibles que separan a las personas, causadas por diferencias étnicas, se modifiquen por las grandes leyes que cambian en algo esta condición, tal el voto para los analfabetos, los derechos colectivos, la promoción a puestos públicos de los excluidos. Y nos acostumbramos a que esto sea fruto de grandes movilizaciones de las organizaciones sociales como las indígenas.

Sin embargo, existen también las acciones individuales, como esta de Tituaña, que marcan un paso para desplazar esas fronteras de la discriminación. Lo hicieron frecuentemente los otavaleños o algunos panzaleo y zaraguro. Un indígena vicepresidente sería un hito, de cualquier tendencia sea. Daría más afirmación a los indígenas y a los excluidos de ayer en general, ayudaría a que la sociedad asuma más el pluralismo. Desde luego, en función del valor de las organizaciones y la importancia de la sociedad civil, en cualquiera de sus acepciones, habría sido preferible que también este acto  sea  fruto de las organizaciones.

 Por otro lado, la opción de Tituaña vuelve visible al nivel público no sólo que existen indígenas en todas las tendencias políticas sino que la competencia mutua es persistente y ahora creciente. Siempre hubo indígenas de todas las tendencias como acontece en todo grupo humano. No es en sí novedoso.  Los pobres no son necesariamente de izquierdas, ni los ricos de derechas. Pero al nivel público se construyó la idea que eran todos de izquierda, y que la CONAIE, una federación de organizaciones con personas de diversas condiciones y pensamientos también lo era. Pero en esta organización la diversidad de todo –ideológica, cultural, social, religiosa, económica-  siempre hubo, por ejemplo, un Shuar y un Bolivariense casi siempre se contraponen, igual que los que son pro y anti-gobierno. Recordemos que la primera organización formal que apela al nombre étnico, nace del partido comunista, la FEI (Federación ecuatoriana de indios) y se contraponía a los indígenas que estaban bajo las normas de la Iglesia Católica. ECUARUNARI nace bajo la égida y control del clero católico, pero al poco tiempo nace otro ECUARUNARI laicizante en el que pronto se disputan tendencias políticas de la Izquierda Cristiana y variantes socialistas, así como otras contrapuestas a las dos, que se identificaban como independientes.

 En suma, nada nuevo que haya disputas o diferendos ideológicos y partidarios en las organizaciones indígenas.

 En cambio, el éxito de la CONAIE fue que atraía a la mayoría, fue una afirmación colectiva. Logró integrar en la acción a diversas posiciones con la promoción de la causa de ser pobres, de su reconocimiento de pueblos y diversas culturas, recuperar en algo su pasado y borrar la Colonia con un país diferente. Afirmar a los excluidos y constituirlos como sujetos activos en la lucha social fue un poderoso medio de integración. Sin embargo, desde hace unos años esa causa parece perder terreno por lo que en Ecuador se ha logrado en relación a la propuesta, sobre todo en varias leyes o en la Constitución, pero también en la práctica es mucho lo alcanzado, aunque sigue siendo muy insuficiente; además, por la integración creciente de indígenas y afroecuatorianos con los demás; baste pensar el número en aumento de urbanos y de ocupaciones que ahora tienen. La idea de promover empresarios –como promueve la propaganda de CREO- cuando muchos indígenas tienen eso como ideal, atrae, es parte de la movilidad social. También, el sueño de subir políticamente ya es aspiración de la mayoría de jóvenes sobre todo luego del golpe de Estado contra Mahuad. La CONAIE ha sido para muchos un medio para ello; pero no hay espacio para tanto candidato. En cada elección crecen los que buscan otras banderas políticas,  cada organización provincial vive la disputa de tendencias políticas. Hay idas y vueltas. Y, crecen las disputas para la dirección de la organización.

 Así, en la CONAIE, como antes en ECUARUNARI, siempre hubieron gente de todas las tendencias políticas, pero el conflicto público los integraba y hacía que las diferencias no emergían o no eran las prioritarias. Ahora es otro contexto y la disputa se intensifica, porque las demandas clásicas ya han sido respondidas en buena parte, y porque en cambio han crecido los interés de cada cual par convertirse en actores políticos, por eso además la creciente disputa por controlar la organización.  En 1978, ya hubo candidatos y electos de todas las tendencias. Ahora, el gobierno y AP cooptan dirigentes, desvaloriza a sus dirigentes y las amenazas no les faltan. Ello pesa. El fraccionamiento puede ser mayor por todos estos aspectos, pero el fenómeno no es reciente.

Igual que acontece con el resto del país, los indígenas dentro y fuera de las organizaciones, viven la polarización política que ha promovido Correa como su estrategia de afirmación en el poder.

 Pero tanto dentro de las organizaciones indígenas como fuera de ellas, la cohesión ideológica se ha descompuesto. No sólo por la perdida de referentes como proyecto que tuvo la izquierda, cuando socialistas y comunistas alimentaban la posibilidad concreta de una alternativa al mundo actual. En la actualidad, este referente no existe más y es al contrario un proyecto a definir el que predomina, frente al cual un discurso como el del Socialismo del Siglo XXI, simplemente se autodefine por la postura de estar en construcción y de no ser lo que los otros fueron. Esta no-definición, si bien alimenta la idea que la izquierda persiste, no ayuda a construir proyecto alguno y más bien contribuye a la confusión al poder incluirse cualquier idea o propuesta de cualquier proveniencia en una definición que sigue el cálculo del momento. Los indígenas así, que ya tenían dificultad de articular la causa étnica en un discurso de izquierda, fuera del hecho de ser vistos como pobres,  tienen ahora menos referentes para redefinir sus posiciones. Ha bajado por lo mismo el conflicto o oponente del pasado y su causa, y los referentes ideológicos se han vuelto aún más tenues que antes,  por consiguiente no es sorprendente que afloren con más facilidad las disputas o los diferendos de posiciones políticas. Desde luego, algo similar podemos decir de las otras corrientes políticas.

Es así un desafío para la CONAIE   buscar un consenso que corresponda a sus principios primeros. Es acaso un llamado para una puesta al día o una renovación, de posiciones y acciones, que le permita aglutinar a los diversos que se encuentran en tanta condición de vida.

 Como toda organización social tiene subidas y bajadas, si bien el conflicto social cambiante en la sociedad, le da mayor o menor presencia, sus definiciones y posiciones  bien pueden convocar a más gente a integrarse a sus acciones en la siempre cambiante escena política ecuatoriana; depende pues, de cómo articula su renovación.

Muchas personas, analistas incluidos, simplifican la idea de movimiento social reduciendo el concepto a lo que hacen o dicen los dirigentes de las organizaciones, pero acabamos de indicar que también acciones individuales como las de Tituaña o de Montaño pueden ser parte de un movimiento de la sociedad que modifica la condición étnica. Las acciones en la sociedad como la de un movimiento social, tienen ciclo, un tiempo, y su propia dinámica según como evoluciona el conflicto social en relación a lo cual se han constituido, dependiendo del contexto, de la estructura social y de la posibilidad de acción en el espacio público. Los conflictos, por ejemplo, se expresan más y las organizaciones contribuyen a volverlos presentes y resolver lo que implican, cuando la escena política es permisiva. Los conflictos laborales y sociales, por ejemplo, se incrementaron con los gobierno de Roldós- Hurtado y de Borja, mientras bajaron con los militares, Febres Cordero y Durán Ballén por la contención o represión que hubo de ellos y de las organizaciones. Ahora nos encontramos en un momento de cerrazón de la escena  política, no son apreciadas las organizaciones por el poder político y viven los embates de la coerción y control.

 Por lo mismo, los análisis o posiciones que con una facilidad extrema consideran que tal organización o sin más un movimiento social (indígenas, mujeres, trabajadores), “desaparece” o no “ha sabido dirigir”, “podía esto o lo otro”, etc., generalmente tienen un exceso de voluntarismo. Ven a dirigentes y organizaciones como si  fueran actores con el poder extremo de hacer y deshacer,  unos titanes que podrían cambiar todo, claro esta “si tuvieran la línea justa”. Las declaraciones de los dirigentes, en estos análisis, son tomadas como el “ábrete sésamo”, sin análisis de por medio, y cuando fallan son inculpados de todas las desgracias. Casi nunca se considera la condición de sus miembros, el contexto y la permisibilidad o no de la escena política. Pues, es en está ante otros actores que disputa sus propuestas, gana credibilidad su planteamiento y logra convocatoria y seguidores. En la inevitable competencia de causas y de convocatoria con organizaciones de todo tipo, partidos, poderes, medios de prensa, las organizaciones sociales no logran reconocimiento sino por momentos y en ciertas circunstancias. 

Por las características del sistema político ecuatoriano con sus conflictos y aceptación de la contestación con la protesta, en el período anterior de varias crisis que lo han paralizado,  atizaba la contestación -legitimaba a esta- y de este modo  permitió que los modos de contestación -con levantamientos o paros- le de posibilidades de persistir al movimiento indígena, pero eso tenía límites.  Ahora estamos en el reflujo de todo ello, por la emergencia de un poder que tiende todo copar y a eliminar a los contendores; es una primaria disputa de supervivencia. Una organización como la CONAIE resiente ello, ya no es para muchos el mejor camino para sus diseños. Nada sorprendente. Pero todo tiene ciclos, y prepararse para mejor emerger hace parte de una renovación.

 

  

 


[1] Una versión sintética salio’ en EL COMERCIO del 5 de noviembre de 2012

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