Hemos pasado de una época en la que se intentó transformar a los funcionarios estatales en militantes del partido de gobierno, a otra caracterizada por el desprecio de los ciudadanos –exteriorizado en redes sociales con insultos y generalidades canallescas– que los asocia como los únicos causantes del descalabro económico de la república.
El sistema alimentario de las ciudades, así como de producción agrícola industrial con sus intermediarios, está obsoleto. El futuro viene de la mano de la agroecología, la venta directa y el trueque.
Quien llegue a Carondelet asumirá una coyuntura compleja. La producción de bienes y servicios lleva estancada cinco años; en 2019 el 25,7% de los ecuatorianos vivía en condiciones de pobreza y el 7,6% en pobreza extrema; y los resultados del sector externo revelan graves problemas: falta de competitividad, una canasta de exportaciones poco diversificada de productos primarios y alta dependencia de las importaciones.
Contra el coronavirus hay que lavarse las manos, dicen. En los suburbios de Guayaquil, con el agua que dejan los tanqueros, se bañan, limpian, beben, cocinan. El 7% de los guayaquileños no tiene acceso al agua potable. Y aunque esta pandemia no discrimina a quién infectar, al parecer sí lo hace en cuanto a quién decide matar: aquellos que son vulnerables por estilos de vidas precarios e insalubres.
El escenario del coronavirus y las miles de muertes y contagios están siendo usadas maquiavélicamente por el gobierno de Lenin Moreno para imponer las medidas neoliberales condicionadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El coronavirus está impulsando la digitalización. El Sur global corre el riesgo de convertirse en el perdedor de este proceso. Los países desarrollados tienen parte de la responsabilidad.
El jurista Luis Ávila Linzán, docente universitario e integrante del colectivo Acción Jurídica Popular, nos explica la letra pequeña de la controvertida Ley Orgánica de Apoyo Humanitario
El gobierno de Lenín Moreno sigue reciclando a miles de parásitos que antes fueron correístas, profesos neoliberales, conservadores y hasta populistas. Allí se camuflan aquellas sanguijuelas que se prostituyen ante cualquier gobierno por altos cargos burocráticos, pero también pasan de agache los delincuentes que amasaron fortunas con coimas, diezmos y sobreprecios.
El ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Alberto Acosta, señala que la inversión real en salud cayó de 241 millones en 2017, a 175 millones en 2018 y a 110 millones en 2019. La caída del empleo se registra de forma sostenida desde el 2015, agudizándose cada vez más desde el 2018. El 62% de la PEA no tiene un empleo adecuado.
No se entiende si por candidez o por cinismo, hay apologistas del sistema que están abogando por un capitalismo humanizado, más solidario y menos egoísta que nos prevenga contra futuras catástrofes. Al parecer, el coronavirus también tiene la virtud de develar la realidad a los fanáticos del mercado.
La sorpresiva pandemia del coronavirus revela cuán frágiles son nuestras sociedades. De un día al otro el mundo se paralizó y quedó envuelto en el miedo. La actividad económica cayó aceleradamente. Muchas advertencias realizadas por años parecen convertirse en realidad.
En Ecuador, en una buena parte de Latinoamérica y en los EE.UU. se relajan cuarentenas que, de por sí, fueron mal concebidas y aplicadas, deshilachadas e inconexas de una estrategia integral que no aparece hasta ahora por ningún lado en estos Macondos de mascarillas con sobreprecios.
De un solo golpe hemos tomado conciencia de que la salud es un privilegio de pocos y que las grandes mayorías están desprotegidas, nos hemos dado cuenta que la fiebre irracional del consumo nos hace diariamente cavar nuestra tumba y que la competencia frenética entre nosotros nos conduce a la cárcel inexpugnable del individualismo.