Será una década sin lograr un COS satisfactorio para los derechos a la salud. El infructuoso diálogo liderado por los gobiernos lleva a algunas conclusiones: los intereses contrapuestos en el sector salud son significativos y difícilmente reconciliables, a tal punto que no han hecho viable una perspectiva común. No es cuestión exclusiva de las personas y equipos que han dirigido o dirigen el MSP, responsable gubernamental del diálogo, sino del desajuste estructural entre los actores del sistema sanitario existente, sus intereses específicos, sus posturas ideológicas y una rectoría que resulta no pertinente. Las personas son importantes pero la estructura lo es más. El harakiri es patético para la institucionalidad, pero abre una puerta para otro sendero.
Al gobierno le salió una. Chiripazo, se diría en el juego de canicas en el recreo escolar. Con la obvia intervención del ministerio del ramo, vetó entero el Código Orgánico de la Salud. La Asamblea Nacional aprobó este instrumento y esperaba, cuando más un veto parcial. Pensaron que era lo mejor que habían hecho. Seguro, fue su mejor esfuerzo.
Ante la presión de los grupos que abanderan el retroceso en derechos, se juntaron las voces de distintas organizaciones para hacer un llamado al Presidente, Lenín Moreno, para que la sanción al Código Orgánico de la Salud (COS) sea pensando en la progresividad de derechos y considerando que “en un estado laico, la Iglesia no puede colegislar”.