La ausencia del Estado candidato fue un elemento diferenciador entre los procesos electorales de 2014 y 2019. Esto evidencia en el destape de las organizaciones políticas y los candidatos como participantes de la competencia electoral lo que muestra una profunda fragmentación por la multiplicidad de actores sin trayectoria política que intentaron de una u otra manera obtener la mayor cantidad de puestos de elección popular.
Elecciones 2019
Las alianzas entre la derecha, el centro y la izquierda en la designación de las nuevas autoridades. El presidenciable y los partidos que sirvieron de vientres de alquiler para ubicarse en el mapa político del país.
¿Desde donde analizar los resultados de las elecciones seccionales del 24 de marzo en el Ecuador?, mirarlos como una serie de acontecimientos con una lógica provincial o, pese a su ámbito seccional, desde una óptica desde las tendencias nacionales. Optamos en este artículo iniciar por lo segundo y en un siguiente análisis abordaremos lo local.
¿Juntos y revueltos?
La modernización del Estado correísta alteró el tejido social y organizativo de las expresiones sociales. Las primeras fracturas de la hegemonía correísta se pueden recoger empíricamente en los años 2010 y 2011, pero la primera gran crisis estalla en el 2013, la que se traduce en el revés electoral de 2014 y en grandes movilizaciones.
Dedicado a quienes luchan y defienden el agua, los páramos y la vida
La resistencia contra la destrucción de la Naturaleza se multiplica. Hay acciones que ganan fama en poco tiempo. La Skolstrejk for Klimatet, la huelga escolar por el clima, es claro ejemplo.
Hay muchos semblantes de las elecciones. Algunas alcaldesas ganaron ampliamente como Cynthia Viteri, en Guayaquil (52,76%) por Madera de Guerrero, y Lucía Sosa (44,9%), en Esmeraldas por Unidad Popular; o los alcaldes Agustín Casanova (43,77%) en Portoviejo en una alianza del Partido Social Cristiano; Abraham Freire (42,09%) en Lago Agrio en una alianza de Suma; Ricardo Ramírez (54, 6%) en una alianza de Unidad Popular; Javier Altamirano (44,1 %) en Ambato en una alianza de la Izquierda Democrática.
¿Alguien sabe cómo se llama el partido que ganó la alcaldía de Quito? Seguramente los más acuciosos se acuerdan de Unión Ecuatoriana, la agrupación que formó el exfiscal Washington Pesántez y que en las elecciones de 2017 apenas logró el uno por ciento de la votación nacional. Pero la mayoría de los electores quiteños no tiene la más mínima idea.
La colonización siempre ha sido el punto de partida del racismo, según Franz Fanón las relaciones que se establecen entre colonizador y colonizado desatan vínculos donde lo paradójico da contigüidad y rechazo.
Los partidos políticos han contaminado la sociedad y dividido a los ciudadanos en todo el mundo y haciendo uso del poder ganado en el juego “limpio” de la “democracia”, se han atrincherando en el Estado, del que se han apropiado. Estos, han decidido dividir y alejar la ciudadanía, a la que ya no sirven con prioridad, con tal de mantenerse en el poder.
¡Qué se han de querer reelegir ahora los mismos! ¡Quince, veinte y hasta treinta años! Si no están los mismos, están las mismas familias. Como táctica Matusalén, ahí mismo calentando el asiento; con un negocio en un lado, hacienda en otro; radio en un cantón, televisión en otro; contratos con sobreprecio por aquí, compadre huido por allá, amigo hecho enemigo más allá, ¿cuál también será el gusto?
Si no fuera por la consulta popular de Girón, las elecciones del 24 de marzo serían las más intrascendentes y fofas de los últimos 40 años. El solo hecho de que viejas figuras y partidos encabecen las encuestas en las principales plazas electorales del país refleja la inercia en que ha caído el sistema político ecuatoriano.
El proceso electoral del próximo domingo, 24 de marzo de 2019, para elegir dignidades seccionales evidencia elementos del nuevo escenario político del Ecuador, que entre 2017 y 2019 ha cambiado sustancialmente y la imagen que asoma es de una enorme fragmentación política y fuerte dispersión ideológica, donde asoma como repetitivo el “sentido común” neoliberal.
El filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría nos anticipó diciendo que los tejidos ampulosos de la modernidad capitalista suprimen, pero no absolutamente, la fiesta y por tanto la política como irreverencia. Es común hoy escuchar: “en Quito no se juega carnaval”. Lo profano ha sido sacralizado. Pero también ha sucedido al revés. La fiesta se ha recreado con objetivos enajenantes. Despidos y paquetazos se hacen previos a los feriados.