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viernes, mayo 3, 2024

EL ECUADOR DE YUNDA, PABÓN, SONNENHOLZNER Y LOS OTROS. Por Tomas Rodríguez León

La colonización  siempre ha sido  el punto de partida del racismo, según Franz  Fanón las relaciones que se establecen entre colonizador y colonizado desatan vínculos  donde  lo  paradójico da contigüidad y rechazo.

El pensamiento colonial traducido hasta en las manifestaciones sociales simples se ciñe a la razón del colonizador. A diferencia del negro que se considera un afro descendiente, el indio aun sabiéndose  dueño de casa, es el  otro. Para el colonizador y el pensamiento dominante,  es un excedente, un resto  que solo se válida  para la producción y  la concentración de la riqueza. En la piel del colonizado se instala   un  extractivismo cruel  que es indispensable  para dominar toda  voluntad de resistencia,  aun la resistencia  que se manifestará con la lúdica del placer. El racismo y el colonialismo detestan la alegría de las razas “inferiores”.

Extracción, expoliación y despojo expresan  continuidad  de humanidades suprimidas y a la vez productivas. Como  ordenamiento político, el racismo colonial  es indefectiblemente una   radicalización de prácticas depredadoras, que   acogen  la  política como eje expresivo,  donde se  manifiesta lo peor del racismo. Lo curioso es que los colonizadores criollos son más sádicos  que los imperiales. La falta de piedad de los conquistadores conmovía  a las esferas de la realeza española y lo que no es posible en Ecuador lo fue en EEUU,  un presidente negro.

Pero las guerras  entre verdugo y  víctima son  asimétricas, la ideología de la sociedad es la ideología de la clase que domina y la clase que domina es blanca y quiere parecerse lo máximo al formato blanco  americano  o europeo,  al tiempo que  muchas resistencias  se equivocan queriendo desatarse de la exclusión blanqueando sus prácticas cotidianas, mientras el ascenso social  encuentra una complicidad inédita entre lo económico y lo biológico,   peso de  otro imaginario de racismo, porque está bien que tenga dinero y hasta que participe,  pero que gane poder político ¡Dios mío¡ ¡Qué se hagan futbolistas¡¡

En política y en “estética” se trata de que lo elegible  sea lo más parecido a la percepción del colonizador; a muchos energúmenos les repugnó una miss Ecuador negra y en la mismísima Otavalo se cuestionó a una candidata indígena por su vestimenta “imagínate  han de pensar que todos somos negros o indios ¡Dios mío¡”. Y el pensamiento “blanco”–criollo-colonial sufre lo indecible.  Guayaquil pone  al simpático e impronunciable  Otto Sonnenholzner y Cinthya Viteri en tanto el sur de Quito presenta al triunfo  a Jorge Yunda y Paola Pabón. Esta maravilla de la diversidad merece mejor comprensión que el retardo de mentalidad racista.

La búsqueda  de  simpatías  en campaña hace  que  la cosa pase desapercibida y es de demócratas “darles espacio” así,  en el parlamento y en la tropa política  han estado los indios, los cholos y los negros, pero si quieren dirigir algo en política que vayan a Pachakutik. También la izquierda y los intelectuales  de esta vertiente no escapan de la lógica  racista en este caso semi oculta y disfrazada de racionalidad “no se lo acusa de negro o de indio sino de bruto y corrupto”.

Es en ese contexto donde se ha desatado una histeria racista en las redes sociales y en otras redes sobre el triunfo de dos  indo mestizos: el doctor Jorge Yunda y la abogada  Paola Pabón, el primero ex correístas y la segunda correísta  autónoma sancionada por haberse abstenido de votar en  la penalización del aborto por violación,  calificada  de traidora por Rafael Correa. Aclaremos,  no se trata de defender a estos dos actores sino de repudiar el racismo imperante. En el caso de Yunda  excelente animador y buen cantante del grupo Sahiro pocos conocen su preocupación en salud pública (a mí me consta).

En este mi lindo Ecuador gana el blanco, gana el indio, gana el cholo y hasta un muerto gana;  en Progreso, camino a la mar del Guayas,  el pueblo decidió votar por el presidente de la Junta Parroquial que murió en campaña y lo hizo a sabiendas por gratitud.  No hay derecho a racismo alguno, en este macondo insuperable,  ni hay derecho a que Quito (el del norte) no supere sus prejuicios. Ese Quito relindo de Quitumbe; Guajalo, Guamaní, del Aucas, de las señoras de los mercados, de los cholos imitadores de la calle, de los vendedores con culebra y pomadas milagrositas. Quito ya   se ha pronunciado.  Repita fuerte Dr. Jorge  Yunda ser feliz no es un derecho sino una obligación.

Y claro ya es hora de que el racismo sea declarado por la Organización Mundial de la Salud como enfermedad mental con su código CIE.

 

 

 

 

 

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