“Con el sueldo no me alcanza para nada, todo es: paga, paga, paga”, dice Felipe, azuayo de 23 años, después de haber decidido irse a EE.UU. Lo toma como una aventura. Ha conversado con varios migrantes, coyotes; se sabe los trámites, las frases que ha de decir, lo que ha de comprar, y a quien acudirá. En sus ojos brilla el entusiasmo. Se muestra optimista.