EE.UU. financió desde 1978 a los talibanes y muyahidines -grupos paramilitares creados por los EE.UU.- para la derrota de las tropas soviéticas de Afganistán en 1989, a pocos meses de la guerra del golfo pérsico en Irak. La industria cultural-militar estadounidense gastó 63 millones de dólares en la película Rambo III para dedicarla a estas fuerzas. En ese contexto surgió la figura de Osama Bin Laden, agente afgano-estadounidense de la CIA, que después sería ajusticiado como el principal actor de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Entre 1989 y 2001 los talibanes recibieron financiamiento y apoyo político de los EE.UU. La escisión entre los talibanes y EE.UU. es de índole fundamentalmente económica en cuanto a recursos naturales, posesión territorial, narcotráfico e intereses geopolíticos.
Bajo la creencia de la doctrina Destino Manifiesto, del infame George W. Bush, EE.UU. invadió a Afganistán en 2001, volvió polvo al país entero e hizo pagar a todo un pueblo por las decisiones fundamentalistas de los talibanes. En 2003, EE.UU. invadiría Irak a pretexto de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, hecho que nunca se comprobó. Afganistán ha derramado sangre en un conflicto que se alarga por más de 40 años. Entre 2001 y 2021, EE.UU. ha tenido victorias pírricas en la zona y ha determinado los rumbos políticos y militares de Afganistán, con graves pérdidas humanas y económicas. Los gastos superan los 820 mil millones de dólares desde 2001.
En febrero de 2020, Donald Trump llegó a un nuevo acuerdo con los talibanes para retirar las tropas de EE.UU.. Este acuerdo tiene como objetivo garantizar el poder estratégico de EE.UU. en el territorio a través de los talibanes, quienes no incluirían a Al Qaeda y al Estado Islámico en su gobierno, y cerrar los agujeros de gasto de millones de dólares.
Joe Biden no hizo más que continuar con el supuesto acuerdo de paz que implica retirar los soldados yanquis hasta el 31 de agosto de 2021. Trump también acordó retirar las fuerzas bélicas de Irak hasta finales de este año.
Para el 15 de agosto de 2021, los talibanes ya controlaban 30 de 34 capitales afganas, con la toma de Kabul se hicieron del poder total. Aunque las tropas de EE.UU. se retiran, los talibanes tienen auspicio y relación directa con EE.UU.. Entre los cuatro principales líderes talibanes, Haibatullah Akhundzada (líder supremo), Abdul Ghani Baradar (el mulá), Sirajuddin Haqqani (jefe de la red Haqqani) y el mulá Yaqub (heredero de Omar), se puede rastrear como, por ejemplo, Baradar, apresado en 2010 en Pakistán, fue liberado por presiones de Washington en 2018.
Las políticas religiosas y económicas de los talibanes tienen el objetivo de reconsolidar las castas y esclavizar a la población como en el caso de las mujeres. Los talibanes han reprimido duramente la migración y las protestas contra su régimen. El pueblo afgano se convierte en una población cautiva, que por su propia cuenta y organización debe exigir una revolución y paz definitiva.
Entre 2001 y 2021, EE.UU. ha tenido victorias pírricas en la zona y ha determinado los rumbos políticos y militares de Afganistán, con graves pérdidas humanas y económicas. Los gastos superan los 820 mil millones de dólares desde 2001.
*Jaime Chuchuca Serrano es abogado. Licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.