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sábado, abril 27, 2024

Semblanza de un showman fiscalicencio

Por Hugo El Búho

Cuentan, quienes lo conocen desde pequeño, que Fernando siempre fue puro show. Era adicto a llamar la atención. Cuando sacaba un siete sobre diez, le pelaba a su profesor para que registre 7.2, porque siempre se creía más que un decimal. Sus compañeros de colegio lo odiaban, puesto que si acordaban una fuga masiva, él denunciaba el particular a sus profesores, con nombres y apellidos; además los tildaba de corruptos, pues esas fugas afectaban al bolsillo de todos los ecuatorianos, decía. Armó un grupo de teatro donde solo él actuaba, a la vez que escribía los textos, dirigía y ponía las luces y sonido.

Cuando estaba por graduarse del colegio le fue concedido el pabellón nacional. Las autoridades lo gratificaban así por su esmerado talento para denunciar todo acto estudiantil que se aleje de la moral y las buenas costumbres. Sumaba puntos por:

  • Denuncia pública a estudiantes que copiaban en los exámenes
  • Denuncia pública a compañeros que no se sabían el Himno Nacional
  • Denuncia escrita en donde acusaba a estudiantes que vacilaban sin que él se entere.
  • Denuncia verbal a profesores que les hablaban de justicia social a sus alumnos.

Dicen que se graduó en la Universidad Cooperativa de Colombia de Licenciado en Periodismo, la misma que fue cerrada en el 2008 por obtener una calificación de 2 sobre 10. Es decir, cualquiera se graduaba en esa Universidad de licenciado, cualquiera era periodista, cualquiera era abogado, cualquiera era cualquiera.

 

Ya en la vida política se dedicó a denunciar todo lo que le caía mal, incluso lo que le caía bien. Se hizo publicitar como hombre probo, puro, casto, virtuoso, benevolente, vello en pecho y justiciero. En el tiempo de Correa fue perseguido y tuvo que huir con sus trastes a distintos lugares. Cabe destacar que Fernando fue uno de los mejores egresados de la Universidad Cooperativa de Colombia, su puntaje: seis punto cuarenta y ocho sobre diez lo encumbró entre propios y extraños. Su tesis se titulaba: La denunciología periodística como una forma de ser y estar.

Como no puede vivir sin las cámaras, y tiene una obsesión porque se hable de él como si fuera un tarzán de la investigación, busca -a como dé lugar- cualquier noticia o escándalo donde él sea el protagonista. Sus investigaciones siempre se quedan en denuncias; necesita estar vigente aunque la denuncia sea falsa. El show lo persigue donde quiera que vaya, y él se deja llevar.

Fue elegido asambleísta en el 2021, y apoya a ojo cerrado a un tal Lasso. Contra él y su combo nunca hay denuncias, lo que habla a las claras que duerme con zapatos rojos. Fue nombrado presidente de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, y desde ahí está seguro que la culpa siempre será de todos menos de él, y si no alcanza, para eso está su secretaria.

Hoy, dice que se declara en resistencia porque lo quieren censurar. Él, como mosquetero de las causas mosqueadas, siempre pondrá la mano derecha en su corazón, y se proclamará honestísimo, hijo de la virtud y referente ético de los denunciadores que en el mundo han denunciado todo tipo de denuncias. En declaraciones a la prensa se le escapa, por pura casualidad, que solo él es honrado, solo él trabaja, solo él es perseguido y criticado. Cuando muera, quiere que en su epitafio –lleno de espejos- se lea lo siguiente: aquí yace un hombre que denunciará incluso hasta los muertos que lo miren mal.

VILLAVICENCIO Se hizo publicitar como hombre probo, puro, casto, virtuoso, benevolente, vello en pecho y justiciero.

 FOTOGRAFÍA: Archivo fotográfico/Asamblea Nacional

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