11 de julio de 2016
En su última obra el esloveno Slavoj Zizek se aventura a analizar las distintas perspectivas, alcance y posibles soluciones de la conflictiva situación actual.
En plena crisis de legitimidad, las instituciones europeas han apostado recientemente por una serie de políticas encaminadas a satisfacer los intereses y demandas de los mercados. Los organismos financieros a su vez son cada día más conscientes de que los valores culturales basados en el igualitarismo y en la idea del Estado de Bienestar tienen cada vez menos cabida en el mundo actual, capitalista y globalizado.
La izquierda europea, condicionada por sus tabús y carente de un discurso coherente respecto al multiculturalismo, atraviesa serios problemas a la hora de generar una identidad transformadora y solidaria que plante cara a la otra gran amenaza: el ascenso de la extrema derecha xenófoba y el islamofascismo nihilista. Ambos peligros, por opuestos que parezcan, representan las dos caras de la misma moneda.
Tras constatar las afirmaciones anteriores, el filósofo esloveno Slavoj Zizek, en su libro La Nueva Lucha De Clases, se aventura a analizar las distintas perspectivas, alcance y posibles soluciones de esta conflictiva situación actual.
Toda crisis es una oportunidad. La “superación” del convulso periodo socioeconómico que atraviesa Europa desde 2008 ofrece dos alternativas: una de ellas supone la adecuación de la economía del viejo continente al nuevo orden global imperante, con el objetivo de competir con los mercados asiáticos mediante la asimilación de su cultura laboral. La otra opción pasa por repensar los principios de la Unión, reconocer sus fracasos y, con actitud crítica, intentar corregir la deriva que, a lo largo de las últimas décadas, ha situado a la población a merced de las grandes empresas y ha cosificado hasta la propia existencia.
El exilio, los desplazamientos migratorios y las guerras y situaciones de violencia extrema que se producen lejos de “la Cúpula” que protege a Occidente son la consecuencia y, en muchos casos, una mera teatralización de la pugna entre EEUU, China y Rusia por el control de la economía mundial. Estas naciones, junto con sus aliados y el beneplácito de la comunidad internacional, son los responsables directos del fracaso de multitud de proyectos estatales a lo largo de África, Asia y América Latina. Así, mientras las grandes potencias llevan a cabo un enfrentamiento encubierto lejos de sus fronteras, allí donde intervienen se propaga el caos, los conflictos étnicos se acrecientan y se desarrolla un clima que propicia el fanatismo.
La extrema derecha ha sabido servirse de estas convulsas circunstancias situando en el centro de la diana a los miles de desplazados que, como consecuencia de conflictos como las guerras de Iraq o Siria, solicitan asilo en Europa. Es por tanto tarea de la izquierda combatir el poderoso discurso xenófobo, defendiendo la integración y la tolerancia pero sin miedo a reconocer que la recepción de estas olas migratorias puede suponer un conflicto cultural. Si bien es fundamental denunciar las contradicciones de las dinámicas capitalistas y su relación con la aparición de enfrentamientos armados y el desplazamiento de refugiados, una crítica acérrima al eurocentrismo podría resultar contraproducente. No hay nada de malo en reconocer el valor de ciertas conquistas europeas (igualitarismo, derechos fundamentales, Estado de Bienestar…), que pese a ser insuficientes, bien podrían servir como base de un proyecto político emancipador.
Estas y otras muchas reflexiones a través de ejemplos, citas y múltiples referencias son abordadas por Zizek en su libro, donde también hay espacio para señalar la grave amenaza ecológica a la que se enfrenta nuestro planeta o para reflexionar en profundidad sobre la violencia fundamentalista. Este tipo de terrorismo es cruel, autodestructivo y carece de una meta concreta, pues no se centra en la consecución de un ideal, sino en la eliminación de todo aquello que se opone a dicho ideal.
Urge unificar las luchas y proponer un proyecto que ofrezca soluciones universales. Un movimiento que esté basado en una cultura dominante que no sólo respete sino que incluya y concilie las distintas reivindicaciones y civilizaciones en pos de la libertad y la coexistencia positiva. Zizek, quien no duda en reconocer la complejidad de sus aspiraciones, defiende el análisis marxista de “la lucha de clases” como herramienta de diagnóstico que permitiría llevar a cabo la utopía de aunar las batallas por la justicia social. Finalmente concluye que, si bien se trata de un objetivo casi inalcanzable, renunciar a luchar por un mundo solidario supondría asumir la propia derrota y nos convertiría en merecedores del fracaso.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/saberes/30959-zizek-y-la-nueva-lucha-clases.html