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domingo, diciembre 22, 2024

20 AÑOS DEL MTST: UN HORMIGUERO CONTRA EL NEOLIBERALISMO

por Carolina Freitas
10  de diciembre 2017

Un movimiento nacido en el neoliberalismo

Campinas, febrero de 1997. Millares de familias llegadas de Hortolândia afincan con palos y lonas una gran área abandonada por muchos años en el margen de la ciudad. La ocupación es bautizada Parque Oziel, en homenaje a Oziel Alves Pereira, el más joven entre los trabajadores rurales asesinados en la Masacre de Eldorado de Carajás por la policía militar paranaense (NdT: estado de Paraná) un año antes.

En el mismo período en que ocurre la ocupación de ese pedazo de la periferia de la ciudad, es realizada la Marcha Nacional por la Reforma Agraria, Empleo y Justicia, organizada por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), mayor movimiento social del continente en aquel momento. Salida de varios estados brasileros, por los pies de millares y millares de trabajadores, la gran Marcha llegó a Brasilia en abril de 1997, exigiendo justicia por la alta criminalización y asesinatos en el campo.

No eran apenas los asesinatos que mataban, a fines de los años 90, a las familias trabajadoras en el medio rural y en la ciudad. Por un lado, el desempleo agudo, la caída brutal del valor de los salarios y la restructuración de la producción, que debilitó el nivel de empleos industriales en las ciudades e hizo inflar los sectores caracterizados por la informalidad y la precariedad. Por otro, la nueva realidad en las grandes metrópolis brasileras: una explosión de favelas, ocupaciones y el crecimiento feroz de la población viviendo en las periferias de las grandes regiones metropolitanas.

Considerando los problemas estructurales de empleo y vivienda, propios del nuevo régimen que se regimentaba en los planes neoliberales, el MST pasa a reflexionar sobre la importancia de afincar raíces en la ciudades. Surgen, de esa reflexión de parte de la dirección nacional y paulista del movimiento, el Movimiento de los Trabajadores Desempleados (MTD) y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST).

Aunque sea heredero directo del MST, el MTST luego de sus primeros años de consolidación, va afirmando su independencia, tanto en la elaboración política como en los métodos de accionar, apropiándose de elementos de la realidad urbana con los cuales el movimiento rural no se familiarizaba hasta entonces y que la práctica de las ocupaciones en las periferias de São Paulo imponía.

Desde el inicio, los documentos de orientación del MTST demuestran su autonomía como valor central, lo que hace que el movimiento se distinga nítidamente de otras iniciativas populares de la lucha por la vivienda en São Paulo, principalmente de sin techos en la región central de la ciudad en aquella época, que eran asociadas a un proceso general de institucionalización (participación en consejos, dependencia política y financiera de las bancadas y de los gabinetes, etc.), propio de las experiencias de gestión municipal del Partido de los Trabajadores (PT) desde el fin de los años 80.

El MTST utiliza la estrategia de rechazo en la adhesión a ese proceso institucional y se basa en una crítica radical a la adaptación, desde aquel tiempo nítida, de movimientos populares. Posiblemente, por esa característica, es brutalmente criminalizado desde rápidamente enemigo especial de los tucanos (NdT: apelativo de los miembros del Partido de la Social Democracia Brasileira-PSDB) de São Pablo.

“… afirmamos que el MTST no es un movimiento de vivienda. Luchamos por vivienda, pero entendemos que esta lucha es parte de una lucha mayor por condiciones de vida dignas. Es aquí que entra nuestra propuesta de una Reforma Urbana. Defendemos una transformación profunda en el modo como las ciudades están organizadas. Hoy las ciudades sirven para dar lucro y son gerenciadas como una empresa por los gobernantes. Hay gente que gana billones con la expulsión de los trabajadores hacia las periferias y con la precariedad de los servicios públicos. Expulsando los más pobres del centro, los especuladores de tierra y constructoras ven valorizarse cada vez más sus condominios de lujo, predios de oficinas y otras obras. Manteniendo la salud pública precaria, ganan las empresas de planes de salud; manteniendo la educación pública precaria, ganan los dueños de las escuelas privadas; manteniendo el transporte público precario, ganan las grandes empresas de producción de automóviles y así por delante. Así, la bandera de una Reforma Urbana profunda y popular se torna una lucha fundamental contra los intereses del capital”. (Carta de Principios, 2005, p. 4)

De la ocupación Anita Garibaldi en Guarulhos en 2001, pasando por el campamento Carlos Lamarca en Osasco en 2002, duramente reprimido, llegando en la ocupación Santo Dias, en el terreno de la Volkswagen en São Bernardo do Campo, el año en que Lula fue electo por la primera vez presidente de Brasil, son muchas las experiencias que marcarían la trayectoria llena de transformaciones y revaluaciones des esta fase inicial del movimiento.

Las ocupaciones Chico Mendes en Taboão da Serra y João Cândido en la frontera de la zona sur de San Pablo, en 2005 y 2007, son simbólicas de un giro y de una maduración organizativa [1]. Bajo la amenaza de desalojo de la ocupación Chico Mendes, los militantes del movimiento hacen una huelga de hambre en frente al predio de Lula en São Bernardo do Campo, exigiendo que el gobierno federal interviniese en la decisión de la justicia de retirar las familias del terreno. En este momento, la prensa burguesa ya conocía de cerca el movimiento y cubría con gran destaque sus acciones.

Un movimiento nacionalizado en los gobiernos del PT

Es nítido que, en esa década inicial, el MTST se presenta como algo nuevo. No refleja las características de los movimientos urbanos de los años 1970, inspirados en las Comunidades Eclesiales de Base, como el Movimiento Costo de Vida y el Movimiento Popular de Salud, entre otros motivos, por las propias transformaciones en el suelo urbano experimentadas después de ese período; tampoco se inspiraba directamente en el MST o en el movimiento sindical (especialmente la CUT-Central Única de los Trabajadores) de los años 90, por el propio proceso de independencia política que caracterizó su crecimiento.

Sus acciones y resoluciones reflejaban, casi obligatoriamente, sobre el papel de las luchas sociales en el régimen neoliberal y todos los impasses políticos de esa nueva fase de acumulación. Por eso, se tornó un movimiento que cuestionaba, de modo innovador, sobre el papel del Estado en el siglo XXI y las relaciones democrático-institucionales desgastadas, ya experimentadas por los movimientos sociales de la órbita petista.

Durante esa maduración político, el MTST pasó a promover acciones en diversas otras regiones de Brasil por medio de la creación de nuevos grupos de actuación, como en Pará, Roraima, Amazonas, Sergipe, Pernambuco, Rio de Janeiro, Minas Gerais y Distrito Federal.

Bajo el análisis de que la relación de representación de la clase trabajadora, principalmente no organizada en categoría sindicales, que menguaba la base propia del movimiento, sufría un desgaste como el PT, el MTST pasa a tener más vínculo con iniciativas como la Conlutas, justamente porque el potencial agregado de sectores rompidos con el gobierno reconfiguraban un frente único de trabajadores en Brasil. En 2010, el movimiento ayuda a fundar la Central Popular e Sindical – Coordinación Nacional de Luchas (Conlutas), rompiendo con ella sobre la base de críticas a su dirección dos años después [2].

“… Nunca colocar la lucha y el poder político institucional (partidos, elecciones, voto, cargos en el gobierno, etc.) como parte principal del movimiento. No sólo debemos establecer alianzas y apoyos con partidos y políticos que puedan colaborar con el avance de nuestra lucha, sin nunca perder ni subordinar nuestros objetivos y nuestras formas de lucha”. (Cartilla del militante del MTST, 2005).

En la segunda gestión del gobierno Lula, que iniciaba justamente esa fase, Guilherme Boulos, por entonces ya coordinador del movimiento, declara en una entrevista a una corriente del PSOL (Partido Socialismo y Libertad):

“No veo ninguna señal de cambio importante en la política del gobierno Lula para el próximo mandato. Pienso que será completamente fiel del primero: más reformas neoliberales, más cortes de inversión, más dinero para los inversores financieros. Las elecciones servirán para mostrar la fuerza que todavía preserva la figura mesiánica de Lula, principalmente cuando es apoyado y financiado por el gran capital. Pero es posible obtener conquistas para el pueblo pobre a través de movilizaciones unitarias de los movimientos populares” [3].

Un año después de la reelección, en 2008, el gobierno Lula lanza el Programa Mi Casa, Mi Vida (PMCMV) por medios del Ministerio de las Ciudades. El número creciente de ocupaciones y la nacionalización del movimiento fuerzan al MTST a presionar al gobierno para que asuma el compromiso de incluir a las familias acampadas en el nuevo programa y a crear políticas efectivas de reforma urbana.

Sobre este punto, es preciso decir que es nítido el fracaso de la Reforma Urbana como horizonte presente entre las políticas del gobierno federal petista, algo que las movilizaciones y protestas de Junio de 2013 demostrarían más adelante. La opción por el crecimiento intensivo del sector empresarial de la construcción civil y consecuente incorporación concentrada en las metrópolis, un sistema absolutamente inédito de finaciarización de la producción y del consumo de inmuebles en el país, alarmó a niveles decadentes de vida en las grandes ciudades, especialmente para el proletariado.

El PMCMV, lejos de ser una excepción a esa realidad, operó como su alabanza. Un programa diseñado y construido por las empresas constructoras en conjunto con la dirección de la Caja Económica Federal definió como sería, a lo largo de la década de implementación, la fuente unívoca de las políticas habitacionales para la población de baja y media renta.

El Programa contrató 4,2 millones de unidades habitacionales hasta el inicio de 2016, de las cuales 2,7 millones fueron entregadas efectivamente. Se contabiliza que, en los 7 años de implementación, el programa invirtió R$300 mil millones. Es un número que hace, en la proporción del tiempo, lo convierte en el mayor programa habitacional de la historia del Estado brasilero.

A pesar de ser usado como argumento déficit habitacional en Brasil por los gobiernos Lula y Dilma, el PMCMV no respondió, en primer lugar, por la suplencia de la demanda de vivienda de los sectores más pauperizados de la sociedad. Por el contrario, en gran medida fue estimulado como línea de crédito popular para el financiamiento de casas y apartamentos para familias de renta media.

En segundo lugar, fue utilizado como el gran laboratorio de la política neoliberal de transferencia de administración casi integral para el sector privado de una política pública en larga escala, todo bajo la égida de los recursos públicos venidos del fondo de garantía. Para los grandes grupos empresariales que protagonizaron el Programa, los riesgos de entrar en el mercado de la vivienda popular fueron casi cero, con derecho de reapropiarse de los inmuebles en caso de morosidad.

De todos los efectos nefastos de la política neoliberal implementada en esos años, sea por cuenta del PMCMV, sea en razón de la ampliación del crédito inmobiliario, la onda inédita de valorización del suelo urbano a nivel nacional es la más catastrófica, creciendo siempre muy arriba, en todas las ciudades, de los índices de inflación a lo largo de los años.

Las metrópolis brasileras se tornaron más injustas, más fragmentadas y mucho peores para vivir. Las estadísticas habitacionales, el aumento del número de “techos construidos”, no consiguen mapear los verdaderos índices del escenario urbano en Brasil: la peor sensibilidad de calidad de vida en las ciudades, de la mercantilización del espacio y de los servicios en general, arraigados en una nueva supremacía del capital financiero.

La medida política compensatoria vendría con la edición del PMCMV Entidades, una ínfima parcela del programa que, a partir de 2009, fue implementada y dirigida a los movimientos sociales de vivienda. Bajo esa modalidad, el recurso para la construcción de habitaciones pasó a ser gerenciado por las entidades representativas de los movimientos populares, que poseen autonomía para contratar empresas constructoras o promover planes de construcción, aumentando la calidad de las obras (infraestructura y localización de los terreno) con un costo más bajo en comparación a las unidades producidas por la modalidad administrada directamente por las constructoras. Incluso presentando resultados superiores, la modalidad Entidades tiene un ritmo mucho más lento de negociación, contratación y construcción, habiendo relativamente pocas experiencias de entrega de unidades hasta su segundo ciclo en 2015.

Ampliando las regiones y haciendo ocupaciones masivas a lo largo de los años que corren esta segunda década del movimiento (ocupación, Pinheirinho, Nova Palestina etc.), el MTST participa intensamente en el episodio de la reintegración de pose de la ocupación del Pinheirinho, en São José dos Campos.

En el año siguiente, a lo largo del mes de las protestas contra el aumento de la tarifa del transporte público en todo Brasil, el MTST, junto al Movimiento Pase Libre, se ubica como polo dinámico y dirigente de las movilizaciones de masa. No apenas, pero especialmente en San Pablo, el movimiento se pone al frente de la convocatoria de los actos de calle y acciones directas. Organiza la base de las ocupaciones, cuando se estima que al menos 50 mil personas participan con las camisetas y banderas rojas del movimiento rumbo al Palácio dos Bandeirantes (NdT: sede del gobierno estadual de San Pablo).

A partir del mes siguiente a Junio, es impresionante el número de ocupaciones de terrenos en las periferias que comienza a expndirse:

“Paraisópolis, Grajaú, Parque Ipê, Jardim Ingá, Parque do Gato, Jardim Ângela, Jardim Pantanal, Sacomã, entre otros. Solamente en la ocupación Vila Nova Palestina, en Jardim Ângela, son más de 8 mil familias. ¿De dónde vino esa masa de millares de trabajadores sin techo? ¿Por qué es que de repente pasaron a ocupar espacios ociosos de la ciudad? La respuesta está en el barril de pólvora que hace años viene creciendo en las grandes metrópolis brasileras. Está cada día más caro vivir en las grandes ciudades, inclusive en sus regiones periféricas. Los índices de valorización de los últimos años son asombrosos” [4].

Montado sobre ese escenario, el movimiento es responsable por la continuidad de junio. En 2014, año de la Copa del Mundo, con la bandera “Copa Sin Pueblo, Todos en la Calle de Nuevo”, el MTST ocupa un terreno en Itaquera, al lado del estadio de la ceremonia inaugural del mega-evento, conocido como Ocupación Copa del Pueblo, atento al hecho de que los mega-eventos sólo acelerarían el proceso de expulsión de los pobres de las grandes ciudades. En Itaquera, los alquileres subieron cerca de 300% en los primeros meses de 2014.

Durante semanas y semanas antes comenzar la Copa, el movimiento pone en marcha más de 30 mil personas en las calles, presionando la negociación con la presidencia de la República. En aquel año también estaba siendo formalizado el Nuevo Plan Director de la Ciudad, con directrices de demarcación zonal de área de interés social para la construcción de vivienda popular en la ciudad.

Además del compromiso arrancado a Dilma de que el terreno de la Ocupación Copa del Pueblo tendría como destino la construcción de un conjunto habitacional popular para las familias, el MTST también consiguió algunas conquistas y alteraciones del Plan Director, después de las movilizaciones frente a la Alcaldía en el período. Todavía, en el mismo año, Lula hace cuestión de entregar al movimiento las llaves de las primeras unidades de la historia del PMCMV-Entidades en Taboão da Serra, conquista de las ocupaciones Chico Mendes y João Cândido, de 2005 y 2007.

“El MTST tal vez sea el que consiguió consolidarse de forma más unitaria y con mayor visibilidad. Nuestra crítica -y ahí entra la táctica de acumulación de fuerzas del movimiento- va en el siguiente sentid: nosotros tenemos la claridad de que los grandes problemas que vive la mayor parte de la clase trabajadora no serán resueltos en las actuales relaciones sociales, económicas y de poder político. Es preciso tener un cambio estructural en la sociedad para construir una vida digna. En ese sentido, nuestra lucha no es pautada por un avance determinado. Ayer (9 de julio), nosotros conseguimos una gran conquista, muy bien, la gente de la Copa del Pueblo va a tener una vivienda, se fortaleció el “Mía Casa, Mía Vida Entidades”, conseguimos avances hasta para la propia política habitacional en el país. Pero eso no basta, es un paso importante, pero eso es un paso más en la acumulación de fuerzas. Nosotros tenemos que llegar al momento -y es en eso que el movimiento cree, y para eso trabaja- en que la fuerza del poder popular podrá lidiar de igual a igual con la fuerza del capital. Ahí nosotros vamos a obtener conquistas en otro nivel. Sólo que no adelanta tener posiciones radicales sin tener condiciones para acciones radicales, eso es gigante con pies de barro. No adelanta tener ideas muy revolucionarias, muy socialistas, si usted no crea las condiciones en la base, desde el punto de vista de fuerza social, para que eso se efectivice […] El MTST es un movimiento que, en su estrategia, entiende que el capitalismo no va a resolver el problema de los trabajadores, y que es preciso una nueva forma de sociedad, que nosotros no tenemos vergüenza alguna de llamar socialista” [5].

Un movimiento sin miedo de luchar contra el golpe

Ya en la segunda elección de Dilma, considerando, por un lado, la estafa electoral del PT que en días disolvió las promesas de campaña para ganarse apoyo popular, con la implementación de una agenda económica al servicio de los intereses del capital financiero, y, por otro, con el fortalecimiento de la organización de la derecha brasilera, con actos de contenido reaccionario y patrocinados por las fuerzas mediáticas hegemónicas, el MTST capitanea el lanzamiento del Frente Pueblo Sin Miedo (FPSM), conformando un campo amplio, desde la CUT y la Intersindical, desde el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) a sectores a la izquierda del PSOL, con el objetivo de consolidar una unidad más sólida en las calles y en las luchas contra los planes de austeridad y el avance conservador. Anticipándose al impeachment en el segundo semestre del año siguiente, el MTST, junto al FPSM, articulan todas las movilizaciones callejeras contra el ajuste fiscal y el impeachment.

Además de la pauta más específica del movimiento, contra la paralización de las obras del PMCMV, que genera la ocupación de la Secretaría de la Presidencia de la República en la misma semana que Temer asume efectivamente, el movimiento realiza, por medio del FPSM, actos en todo Brasil el día 4 de setiembre de 2016, cuando es ejecutado el golpe parlamentario, ganando notoriedad no solo por tornarse el mayor movimiento nacional de sin techos en el país, sino también la principal fuerza política contra el impeachment.

La continuidad en 2017 de la lucha contra el golpe se revela en las movilizaciones contra la reforma laboral y de la previsión social. El FPSM organiza actos y bloqueos de rutas el día de la Huelga General del 28 de abril, compone una gran marcha en Brasilia frente al Congreso Nacional el 24 de mayo, lanza una campaña por “Directas Ya” con manifestaciones y shows, reuniendo artistas de renombre, en la apuesta de que Temer podría caer en unos días, según la prensa, tras el conocimiento de los audios del grupo frigorífico JBS; además de los días de lucha que se sucedieron contra las reformas hasta el día hoy.

Ante el embate político y económico conservador, Pueblo Sin Miedo lanza en 2017, en São Paulo, la iniciativa Barrios Sin Miedo, una táctica local de enraizamiento del Frente en los territorios periféricos para articular luchas regionales y enfrentar con más fuerza al gobierno municipal de João Dória (NdT: alcalde miembro del PSDB) y sus planes de privatización de la ciudad.

Cuando se piensa que no habría más hechos significativos este año, explota en São Bernardo do Campo la ocupación Pueblo Sin Miedo. Con cerca de 12 mil familias (casi 34 mil personas), es considerada la mayor ocupación territorial urbana del país. Mientras tanto, esperan el veredicto del juez responsable del GAORP (sector del Tribunal de Justicia responsable de los conflictos por la posesión de la tierra), quien decidirá (probablemente el 11 de diciembre) sobre el destino de los destino de los habitantes de la ocupación. Ellos están acampados en la Secretaría Estadual de la Habitación exigiendo del gobierno de Geraldo Alckmin (NdT: miembro del PSDB) un alternativa al desalojo.

Sin-Techos y Trabajadores, dos nombres para un sujeto

Una reciente encuesta articulada entre DIEESE (NdT: Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos) y la CUT, registra números sobre la ocupación Pueblo Sin Miedo de São Bernardo do Campo, dando una muestra importante sobre la característica de la base social del movimiento, desechando mitos y preconceptos. Evidentemente, los datos colectados son ilustrativos para la realidad de San Pablo, debiendo ser relativizados para el análisis de ocupaciones de otras regiones de Brasil.

La base de la ocupación está formada mayoritariamente por mujeres (54%), negras y negros (61%), jóvenes (26% de jóvenes hasta 14 años y 15% de jóvenes de 15 a 24 años) y nordestinos (34% nacieron en la región, fuera de aquellos que son hijos de migrantes). Muchos cursaron la escuela hasta los 14 años, pero a partir de los 15 hay una caída expresiva, mayor de que la media general de la región metropolitana de San Pablo, siendo que apenas 24% de los ocupantes entre 18 y 24 años estudian.

Casi la mitad de las familias tiene como referencia una mujer (47,7%), que son corresponsables en 61,5% de ellas. Gran parte vive en inmuebles alquilados (69,3%); otras parcelas viven en casas cedidas (21,5%), y muchas familias viven en favelas, en otras ocupaciones y algunas hicieron financiamiento para adquirir casa propia, pero no consiguen pagar los préstamos. El precio de los alquileres cuesta, mayoritariamente, entre $250,00 a R$500,00 (49,2%) y entre R$500,00 y R$750,00 (37,9%).

Importa resaltar el perfil de trabajo encuestado en la ocupación: 73,1% son económicamente activos, contra 62,1% de la tasa de participación de la RMSP (NdT: Región Metropolitana de São Paulo), lo que derrumba el mito de que los sin-techo son vagabundos y no trabajan. La tasa de desempleo es alarmante y representa el doble de la RMSP, cerca del 42%, en comparación con el 18% de la realidad más general. La tasa de asalariados es de 60,4%, en cuanto la de São Paulo es de 68%, lo que significa que más personas en la ocupación tienen trabajo eventual, trabajos domésticos o son autónomas.

Los trabajadores con carta de trabajo firmada son 61% de la población económicamente activa de la ocupación, mientras que en la RMSP este número llega al 88%, lo que refuerza que los trabajos informales y precarios se dan en mayor cantidad entre los sin-techo. La tasa de cobertura previsional es de 65%, en cuanto la de la RMSP es de 73%, aunque muchos ancianos no consiguen jubilarse, así como los enfermos no logran recibir beneficios.

La renta media es de R$1.137,00, versus los R$2000,00 de la media general. Los principales sectores que emplean a esos trabajadores son los servicios 50% (% (contra 59,95% en la RMSP) y el segundo es la industria (23,8%, mientras el 15% en la RMSP), destruyendo el mito de que la clase obrera fabril (considerando que la región del ABC es un polo industrial) representa siempre los trabajadores con mejores salarios y con mejores condiciones de vida.

De las ocupaciones preguntadas en los cuestionarios, las más frecuentes son, en este orden, la de: diariero, empleada doméstica, ayudante general, auxiliar de limpieza, mozo de bar o restaurante, chofer, auxiliar administrativo, operador de máquinas, operador de telemarketing, peón, portero, vendedor ambulante y vigilante.

Preguntados sobre la razón de estar en la ocupación, la gran mayoría afirma el precio de los alquileres (59,4%), porque viven de agregados en otras viviendas (22%) o porque fueron desalojados. El 30% de las familias reciben Bolsa-Familia; el 25% intentaron, sin éxito, inscribirse en programas habitacionales y el 68% nunca consiguieron acceder a esas políticas, ni se inscribieron.

Es curioso notar que, a pesar de expresivo el número de desempleados en la ocupación, incluso los asalariados formales (que no son minoría) sufren la persistencia del problema de la vivienda y del acceso a los derechos sociales en general, como la dificultad del uso del SUS (NdT: Sistema Único de Salud) y de la previsión social. Con el escenario absolutamente defensivo abierto con la reformas que quitan derechos sociales y laborales del pueblo brasilero, es cierto que las dificultades van a aumentar.

Las inestables y precarias relaciones de explotación debilitaron, en estas décadas que pasaron desde la creación del MTST, el proceso de identificación y organización tradicionalmente sindicales del proletariado a partir del ambiente de trabajo. Al mismo tiempo, todo ese proceso de restructuración también ganó una dimensión espacial nueva, inflando las periferias y haciendo brotar identidades geográficas (pero también raciales y de género) a partir de los locales de reproducción de la vida No es tan fácil, ni tan bonito como puede parecer.

La identidad espacial del proletariado más explotado y oprimido en las grandes metrópolis, la condición periférica, no alcanza directamente la contradicción entre capital y trabajo presentes en la producción inmediata. Pero es imposible cerrar los ojos, en toda América Latina, ante las grandes luchas de potencial anticapitalista que se hace a partir de la tierra (sea en el campo, las selvas o en las ciudades), como reacción al movimiento del capital de colonizar el espacio para resolver su crisis de reproducción. Esta crisis del capital se torna, inevitablemente, en crisis de reproducción social.

El MTST, hoy, representa la práctica más radicalizada de defensa de las ciudades, al mismo tiempo en que fue el polo articulador de la unidad de acción contra todos los ataques más recientes que los derechos sociales y laborales sufridos.

Es preciso comprender las experiencias vividas en estos veinte años, apostando en la defensa hecha por el movimiento desde el origen, de un modelo de producción y de vida urbana anticapitalistas, radicalmente diferentes de las experiencias de conciliación con el capital de los años del PT, sin miedo de ser grande y dejar, con eso, de enfrentar implacablemente el empeoramiento de la situación política pos-golpe.

¡Larga vida al MTST, un hormiguero contra el neoliberalismo!

Notas

[1] El MTST hizo en Encuentro Estadual en 2007 que es decisivo en ese proceso de cambios: la ampliación territorial del movimiento es deliberada y las ocupaciones nuevas pasan a ser extendidas en nuevas ciudades del estado de San Pablo, no necesariamente en la región metropolitana, lo que fuerza una relación de tensión permanente con el gobierno federal. Además de las ocupaciones, muchos trancazos paralizando las principales rutas de circulación de mercaderías en San Pablo, son hechos para impedir la reintegraciones de los terrenos ocupados, es decir, los desalojos. Un año después, el movimiento da un paso adelante y, efectivamente, adquiere un carácter nacional.
[2] Carta de Salida del MTST de la CSP-Conlutas. Disponible en: http://psol50sp.org.br/blog/2012/07/15/carta-do-mtst-de-saida-da-csp-conlutas/
[3] https://www.lsr-cit.org/2006/11/01/o-mtst-e-mais-do-que-um-movimento-por-moradia/
[4] BOULOS, Guilherme. ¿Por qué Ocupamos? Una introducción a la lucha de los sin-techo. Sao Paulo: Scortecci, 2014. p. 75.
[5] Entrevista de Guilherme Boulos a la Revista Fórum, en 23/06/2014. Disponible en: https://www.revistaforum.com.br/2014/06/23/guilherme-boulos-nossa-cor-e-cor-vermelha/

Fuente: https://esquerdaonline.com.br/2017/12/10/20-anos-do-mtst-um-formigueiro-contra-o-neoliberalismo/

Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa.

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