“Es absolutamente necesario asegurar el mayor campo posible a la iniciativa personal, a las inclinaciones individuales, una mayor amplitud al pensamiento y a la fantasía, a la forma y el contenido”
Lenin
Hay una disyuntiva: definir al hombre como re-productor de objetos materiales o como realizador de obras de arte (sostenía Sartre que los revolucionarios y los artistas enfrentan mejor la crisis de la vida). Este axioma aclara distancias también ideológicas, porque marca el camino entre la vieja y la nueva dimensión estética, la que hoy proyecta una sociedad con sentido existencial distinta, en la condición del Ser ¿o la nada? Las colonias humanas dominadas por el poder económico o por las formas de gobierno político mal (más) jerarquizadas, no solo extravían la libertad, sino la vida, y son por lo demás, estructuras feas. Todo gira desagradablemente entre fatalidades pendulares de gobernar o ser gobernados, o entre estereotipos rancios que sitúan a la existencia entre el control y la obediencia, entre ganar o perder. La revolución es una alternativa cierta, solo cuando es la búsqueda renovada de lo humano, lo intensamente humano que es búsqueda, a su vez, de justicia, justeza y liberación. Hay que procurar liberar también a la creación de la trampa mortal de producir para sobrevivir, porque no da tiempo para el arte o para el amor, que es arte.
La cosificada esclavitud asalariada produce cosas ajenas, y para desenajenar y liberar al hombre de esa y otras esclavitudes Marx propone el comunismo: una sociedad sin estado, sin explotación del hombre por el hombre, con jornadas de trabajo reducidas al máximo, para que el ser social bien determine su conciencia social, donde la realización del trabajo es arte y ocio creativo. Sociedad del futuro donde la humanidad estará en posesión de todas sus fuerzas esenciales ya recuperadas. La creación artística y el goce serán formas de apropiación de las cosas[1], y la naturaleza preservada. Será el salto “del reino de la necesidad al de la libertad”. El socialismo, necesidad para Marx (el estado proletario), fue, admitamos, una concesión lamentable, no desde el punto de vista político, sino libertario y estético, pues asomó como versión política del comunismo, deformando su esencia. Nació una versión centralista, estatista, represora, fatal y contraria a su esencia, que era común, comunidad, comunión… era (es) propuesta de libertad sin estado ni propiedad. El comunismo paso a ser sinónimo de dictadura estatal, cuando con el marxismo, el anarquismo, e incluso antes con el comunismo utópico, era la aspiración de una sociedad libre de explotación, cárcel, leyes y fronteras. La estética de la mala palabra, en uso de la reacción mundial, se sumó a los defectos y logró que COMUNISMO sea versión de opresión y no de libertad.
Retornemos. Los obreros y trabajadores en general ven frustradas sus potencialidades creativas en un mundo mecanizado, y una sociedad monótona que es parda en la fábrica, en las avenidas y neurótica en el descanso familiar…sin arte…ni parte. Esta realidad, horrible en el capitalismo, en el socialismo tampoco es perfecta, porque es aburrido trabajar para el estado proletario o popular repleto de consignas. Tenemos un largo y milenario proceso de alienación con cadenas de ilusión, promesas terrenas y celestiales, que hoy enajenan al hombre a una pluralidad ataviada de: cosas, patrias, tiempos, rutinas, amores y desamores, que el hedonismo barato no compensa.
Hasta el arte es hoy actividad humana accidental, otra sensación ligada a la producción y el consumo, a la transacción monetaria… Una noche fue extraordinario escuchar la perorata de artistas plásticos que despotricaban en debate bizantino contra el mercantilismo del arte …y luego, en el brindis social, llega un magnate a comprar arte y los entonados creadores trasformaron su altanera ira en placentera amabilidad hacia el burgués… solo la revolución con esencia comunista puede hacer del arte y los artistas creadores- curadores, un trabajo superior donde su destino se hace para disfrutar y sentirse plenamente libres.
El arte realista existe, pero pierde por su estructura, fantasía sensible y subjetividad. Un dibujo o una pintura o una música sin subjetividad puede representar la vida real, pero precisamente ahí radica su debilidad. La revolución es bella, y el comunismo un sueño, solo si son utopía permanente que transita de la voluntad a la creación. Caso contrario dejan de ser magia. Sin el arte y la estética, las utopías son insoportables e inhumanas, y vivir se vuelve fatuidad. La sociedad pierde estética, equilibrio y decencia cuando el unísono discurso de los poderes se vuelve al mismo tiempo altisonante y ensordecedor ¡inaudible¡ aunque uniforme.
La política vulgar no puede ser arte, porque es una banalización mayor que busca espectadores acríticos, al más alto precio. Es una forzosa estandarización para el consumo de masas. Ideología de relaciones enajenantes, codificación que manipula las conciencias en escalas mórbidas, donde el sueño se mezcla con pesadillas y la ilusión con letargos.
El poder no puede ni debe ser arte, porque responde a objetivos contra libertarios que tratan a los sujetos como objetos y a los valores subjetivos como valores de uso y de cambio. La revolución comunista libertaria, despreciando al mismo tiempo al poder estatal y al poder de los explotadores, funda un compromiso estético con la expresión del individuo y de las masas. Siendo el arte un lenguaje que contribuye a solventar vacíos espirituales, no podrá ser creación para el silencio, porque es necesidad y recurso para la esencia universal de la vida humana…
Porque:
“Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”
[1] En la sociedad de consumo las cosas se apropian de los sujetos