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jueves, noviembre 21, 2024

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SUMAK KAWSAY Y EL SOCIALISMO*. por Jorge Oviedo Rueda

Hay, además, otras causas del robo. Existe otra, a mi juicio, que es peculiar de vuestro país.

-¿Cuál es?, preguntó el Cardenal.

-Las ovejas -contesté- vuestras ovejas. Tan mansas y tan acostumbradas a alimentarse con sobriedad, son ahora, según dicen, tan voraces y asilvestradas que devoran hasta a los mismos hombres, devastando campos y asolando casas y aldeas. Vemos, en efecto, a los nobles, los ricos y hasta a los mismos abades, santos varones, en todos los lugares del reino donde se cría la lana más fina y más cara. No contentos con los beneficios y rentas anuales de sus posesiones, y no bastándoles lo que tenían para vivir con lujo y ociosidad, a cuenta del bien común –cuando no en su perjuicio- ahora no dejan nada para cultivos. Lo cercan todo, y para ello, si es necesario derribar casas, destruyen las aldeas no dejando en pie más que las iglesias que dedican a establo de las ovejas. No satisfechos con los espacios reservados a caza y viveros, estos piadosos varones convierten en pastizales desiertos todos los cultivos y granjas.

 Tomás Moro, Utopia, 1515.

Cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente elestrecho horizonte del “derecho burgués” y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!

Marx, Crítica del Programa de Ghota, 1875.

 Yo soy un salvaje y no entiendo cómo el caballo de hierro que fuma pueda ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué sería del hombre si los animales desapareciesen? El hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque cualquier cosa que les pase a las bestias también les pasará a los hombres. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiera a la tierra, también herirá a los hijos de la tierra.

Sheatl, Jefe Piel Roja, 1885

 

UN CAJON DE SASTRE

 

Rafael Correa es un experto en poner las cartas sobre la mesa. Desde su primera campaña electoral se ha dado formas  de enlistar en la agenda nacional los temas de mayor interés para la conciencia colectiva. Dueño de una poderosa intuición política ha hecho aflorar todos los temas que interesan a la moral insurgente del pueblo: la necesidad del cambio, en primer lugar; el machismo, el feminismo, la caducidad de los paradigmas tradicionales, la ecología, lo que él, en más de una intervención ha llamado el cambio de época y no sólo la época de cambios. El discurso político de Correa pretende abarcar, desde la estructura económica hasta la estética social, sin descuidar detalles de educación formal y comportamiento individual que parecen llamarle poderosamente la atención. Lo hace todo desde “la estética del poderío”, como lo señala el antropólogo Eloy Alfaro (Alfaro, 2012) y desde la visión civilizadora del escultismo liberal, añado yo. Para Correa “el otro” es el inferior, el atrasado, el diferente a quién es imperativo hacerle caer en cuenta de los eternos “valores” que rigen nuestra civilización, ya que la “injusticia social” lo ha mantenido al margen de los mismos durante siglos. Una actitud civilizadora, dentro de la misma civilización, tomando como instrumento el discurso y los símbolos manejados por la izquierda tradicional desde su surgimiento.

Pero es experto en poner las cartas sobre la mesa, nada más. Es un motor con la marcha en punto neutro. Acelera, mete mucho ruido y no avanza ni un solo centímetro. Nada de lo que el régimen correista ha hecho desde sus inicios tiene un carácter verdaderamente revolucionario; todo se mueve en la lógica de la construcción del Estado-nación. Lo que fue obligación de las élites dominantes desde el siglo XIX, Rafael Correa ha decidido llevarlo a la práctica. Nada de lo que hace cambia la estructura de la sociedad ecuatoriana, sólo sus formas y favorece directamente a las élites de siempre y sólo de carambola al pueblo. El ejemplo de la vialidad es sintomático. En el siglo XIX y en el XX la necesidad de carreteras era un clamor nacional (Hurtado, 2009). Mandatarios como García Moreno, Eloy Alfaro y Velasco Ibarra hicieron grandes esfuerzos para mejorar este aspecto, pero nunca lo lograron. Unas veces por falta de recursos, las más porque en esta actividad se empozaba la corrupción institucional.Dotar al país de una red de carreteras de primer orden no era, no podía ser, un acto revolucionario. Era una obligación de las élites que jamás cumplieron. Igual en las reformas tributarias, en el reordenamiento del Estado, en la reforma educativa, en la salud y en todos los ámbitos de la sociedad ecuatoriana. Haber hecho lo que los terratenientes y la oligarquía nunca hicieron por el Ecuador, es su mérito, todo en la perspectiva de la construcción y consolidación del Estado-nación, proyecto trunco del Viejo Luchador o, mejor, del “liberalismo machetero”.

Nada de lo que ha hecho Correa hasta ahora hubiera sido posible sin la audacia de haberse apropiado del discurso y los símbolos revolucionarios. La izquierda tradicional en el Ecuador no tiene agallas para reconocer que fue ella la que permitió que esto sucediera. No fue la derecha la que le puso a Correa la alfombra roja para su entrada triunfal en la política nacional, fue la izquierda. Socialistas, comunistas, miristas, ex guerrilleros, emepedistas y toda esa fauna menor de oportunistas de izquierda, vieron en la figura de Correa la materialización del líder revolucionario que nunca pudieron crear en sus propias filas y, con ese espíritu de titiriteros que siempre les caracterizó, calcularon que desde adentro podían manipular al “fenómeno”. Hoy está claro que Correa los usó a todos para recomponer el maltrecho capitalismo que la propia oligarquía nacional había exprimido casi hasta el agotamiento.

Sin autocrítica no es posible avanzar. No es suficiente señalar “que nos equivocamos.”La nueva izquierda en el Ecuador sabe que el problema actual no es Correa, sino el proyecto que defiende. No podemos tener nostalgia del “país que queríamos” (Véase Acosta, 2013) porque para los revolucionarios el país que queremos no es el de Correa, sino el del Estado-plurinacional, es decir, otro proyecto, otra concepción, otra constitución, otra izquierda, otra civilización.

Es por esta razón que Ñucanchi socialismo levanta la bandera de la lucha ideológica contra Rafael Correa, proponiéndose tajantemente impedir que de hoy en adelante se apropie del discurso y de la esencia del Sumak Kawsay (Ramírez, 2012), haciendo lo mismo que hizo con el discurso de la izquierda tradicional. Correa ha hecho del Sumak Kawsay un cajón de sastre de donde pretende sacar, a retazos, los justificativos para llevar adelante la modernización del Estado-nación capitalista. Desde ya, advertimos que dejaremos nuestras vidas en la lucha por impedir que Correa y su equipo de seguidores se apropien de la esencia revolucionaria del Sumak Kawsay.

 

CRITICA A FONDO DE LA CONCEPCIÓN CORREISTA DEL SUMAK KAWSAY

La crítica a la concepción correista del Sumak Kawsay no hay que buscarla en el constructo teórico elaborado por la Revolución Ciudadana. Como en cuestiones educativas, tributarias, del Estado, la salud, etc., etc., todos los discursos son casi perfectos, porque están inspirados en la tendencia histórica al cambio revolucionario. Con gran entusiasmo Correa señala que los planteamientos del Sumak Kawsay son una respuesta al “hedonismo neoclásico” que pone énfasis en la “maximización del consumo” (Ramirez, 2012) dejando de lado los llamados “bienes relacionales” como “la amistad, el amor y participación civil o política” del ser humano. Ramírez, en ese mismo libro al que Correa le pone prólogo  anota: “Podríamos señalar –en términos generales y siguiendo a Aristóteles- que los tres espacios a través de los cuales el ser humano puede conseguir la mayor felicidad posible –luego de haber satisfecho necesidades entre las que se incluye gozar de buena salud- están asociados al goce contemplativo que puede obtener a través del ocio emancipador (tiempo libre); a la posibilidad que cada individuo tiene de participar en la vida pública, civil o política (philia); y a la voluntad de amar y ser amado.” Estos son “los componentes” de lo que ahora se llama “producción/consumo de “bienes relacionales”, dice. En otra publicación del gobierno de la Revolución Ciudadana (Varios autores, Los nuevos retos de América Latina, Socialismo y Sumak Kawsay, 2010) Ana María Larrea señala: “…el pensamiento andino es eminentemente colectivo. La comunidad es el sustento y es la base de la reproducción de ese sujeto colectivo que todos y cada uno “somos”. De ahí que el ser humano es una pieza de ese todo, que no puede ser entendido en sus partes. La totalidad se expresa en cada ser y cada ser en la totalidad.”

Nada puede ser más perfecto en el discurso. El detalle está en que Rafael Correa y Alianza País llevan siete años en el poder y el poder, como ningún otro elemento de la política, nos obliga a ser coherentes entre lo que pensamos y la práctica. Más de siete años de práctica política no avalan las concepciones que el gobierno de Correa tiene sobre el Sumak Kawsay. En este terreno se está consumando un fraude histórico colosal que supera al engaño que Correa hiciera al apropiarse del discurso de la izquierda tradicional y de nada valen los argumentos de que es necesario primero construir una sociedad posneoliberal, luego un capitalismo popular o socialismo de mercado y finalmente un bio-socialismo republicano (Varios autores, Socialismo y Sumak Kawsay, 2010).

Aristóteles nada tiene que ver con el Sumak Kawsay ancestral Andino. Aristóteles, como Platón, San Agustín, Santo Tomás, Maquiavelo, Lutero, Descartes, Newton, Smith, Locke, Montesquieu, Rousseau, Keynes o  Fridmanestán en los cimientos de la civilización occidental, con sus ideas se ha construido. Ellos son los artífices de la relación producción/consumo quees la base de la actual sociedad. No porque algunos de los personajes nombrados están fuera del tiempo capitalista se salvan de esta responsabilidad. Aristóteles pensaba que el buen vivir sólo era posible para los patricios, no para los esclavos; San Agustín para los señores feudales, no para los siervos; de Smith en adelante, hasta Friedman, Hayek o Fukuyama para los dueños del capital, no para los trabajadores.

Correa no puede apropiarse de las frescas concepciones del Sumak Kawsay ancestral así como hizo con todos los temas de la reivindicación socialista. Como ejemplo, quizás el caso más paradigmático sea el de la educación nacional. Después de la reforma educativa de Alfaro, en el Ecuador del siglo XXI era evidente que esa reforma se había agotado. El Ecuador del siglo XX fue producto de esa reforma. El laicismo, la libertad de cátedra, la autonomía universitaria eran sus cimientos. Cuando las universidades fueron tomadas por el dogmatismo stalinista, la educación laica de Alfaro entró en un callejón sin salida. La misión medular de la universidad, que es la de producir conocimientos, se esfumó. Las universidades pasaron a ser botín político del revolucionarismo estridente, enemigo del rigor y la calidad crítica. Muchos años de desprestigio reclamaban de urgencia un cambio. Consciente de esta realidad Correa arremetió con fuerza en la educación nacional. Tirios y troyanos estuvieron de acuerdo con la intervención del Estado en esa tarea. Comenzó promulgando una nueva Ley de Educación Superior y, con ella en la mano, suprimió las universidades de “garaje” e implantó el criterio de que la visión crítica de la sociedad no es compatible con la calidad. Hoy el Estado tiene la misión de calificar a las universidades y exigir a su personal docente su preparación científica. Como en todo lo que hace la Revolución Ciudadana, hasta aquí no hay pero; pero el pero viene ahora: ¿para qué toda esta reforma? Dice Correa que para crear la sociedad del conocimiento. ¿Qué conocimiento? El conocimiento clasista del capitalismo, la ciencia oficial del sistema que lo reafirma en un grado superior de calidad y refinamiento (Véase: Villavicencio, 2013). Así en todo. Sino, fijémonos en la reforma jurídica, tributaria, cultural, etc. Pone las cartas sobre la mesa, pero no pasa de ahí, con lo cual deja los problemas intactos.

Sostiene la ideología oficial que primero será necesario construir una sociedad posneoliberal y es en este argumento dónde se esconde la trampa. Después de la “negra y larga noche neoliberal” no hay otra sociedad posible que la del Sumak Kawsay, como demostraremos. La sociedad posneoliberal es un invento genial de la nueva derecha, no sólo ecuatoriana, sino latinoamericana. Lo demuestran casos dramáticos como los de Brasil y Argentina, en cuya lógica se encarna la nueva hegemonía del capitalismo mundial. Posneoliberalismo es llana y simplemente darle nuevas alas al capitalismo. En ningún caso, peor en el Ecuador, esa tesis está respaldada por un poderoso movimiento popular que empuje el proceso hasta playas revolucionarias (Cueva,2013). En todos los casos lo más probable es que desemboquen en fascismos criollos o democracias fuertemente autoritarias y “disciplinarias” como ha dicho un autor (Dávalos, 2010). Sólo a mentes gravemente distorsionadas en lo teórico se les puede ocurrir que la vía de crear más capitalismo nos llevará a un cambio revolucionario. Casi seguro serán la antesala de la represión, como nunca antes hemos conocido los ecuatorianos. Crear la burguesía nacional es una tesis comunista que se ha venido demostrando equivocada desde comienzos del pasado siglo y que sólo mentes débiles como la de Correa y sus pupilos se han atrevido a desempolvar, porque encaja perfectamente en sus concepciones sobre el Estado-nación.

Pero dónde Correa muestra el hueso de sus concepciones es en el tema de su modelo productivo (Véase: Plan Nacional del Buen Vivir, período 2013-2017). La propaganda oficial ha machacado hasta el cansancio que en este nuevo período su meta principal será el cambio de la “matriz productiva”. Al igual que en la educación y en la justicia y en todos los campos, hay un clamor nacional por hacer cambios revolucionarios en este terreno. Cambiar la “matriz productiva” significa sentar las bases para un nuevo modelo de producción que comienza por alterar radicalmente la naturaleza de la actual estructura de la propiedad, ir del industrialismo extractivista a una matriz agrícola altamente tecnificada que cuide y proteja el medio ambiente, siente las bases de una nueva forma de vida y vaya construyendo, a golpe de esfuerzo y sacrificio de todos los ecuatorianos, una nueva civilización, cuyo eje primordial no sea el de la producción/consumo, sino el de la producción de bienes de uso que satisfagan las necesidades vitales del ser humano, tanto materiales como espirituales, una nueva sociedad construida en torno a los auténticos valores del Sumak Kawsay.

Lejos está Correa de concebir el desarrollo de esta manera. Él ha comenzado a usar el discurso del Buen Vivir aristotélico, camuflado en el del Sumak Kawsay ancestral, para meternos de contrabando el desarrollismo capitalista, funcional a su concepción del Estado-nación y acorde con las exigencias del capitalismo corporativo mundial. Este es el marco conceptual de su actual discurso extractivista, oculto ahora en los argumentos tecno-científicos, según los cuales la explotación de la naturaleza casi no reviste peligro. La explotación del Yasuni ITT, la apertura a los transgénicos, la conservación de las termo eléctricas y hasta la misma generación hidroeléctrica de energía, no son compatibles con las bases gnoseológicas y civilizatorias del Sumak Kawsay. Afirmar con desparpajo prepotente que “no podemos ser mendigos sentados en un saco de oro” demuestra la implacable lógica del consumismo secular que ha puesto a la humanidad al borde del abismo.

El correismo es una concepción integral que no pude ser combatida sólo en la persona de Correa, hay que combatir su integralidad que está recogida en el programa que defiende, programa que busca la construcción del Estado-nación. Un proyecto afín con los intereses de la oligarquía ecuatoriana y sus aliados internacionales. De triunfar el correismo en toda su extensión, la dominación capitalista sobre el pueblo ecuatoriano se prolongará durante el próximo siglo.

Correa es un reformista armado con el discurso revolucionario, es el artífice histórico de la construcción del Estado-nación en el Ecuador, etapa que para la nueva izquierda del Sumak Kawsay Revolucionario (SKR) no es necesaria. Sostenemos que en el Ecuador están maduras las condiciones históricas para pasar de inmediato a la construcción de la Civilización del Sumak Kawsay. Correa es un embustero ideológico. De nosotros depende no dejarnos engañar. Con Lincoln pensamos que “se puede engañar a mucha gente por poco tiempo, a poca gente por mucho tiempo, pero no se puede engañar a toda la gente por todo el tiempo.” Ñucanchi socialismo se encargará de ir desenmascarando sistemáticamente las pretensiones tramposas de Correa en el terreno del Sumak Kawsay.

 

EL SUMAW KAWSAY REVOLUCIONARIO (SKR) Y EL SOCIALISMO

La sociedad actual, como hemos dicho en renglones anteriores, se encuentra al borde del abismo. No es una frase o una exageración (Lovenlok, 2012). Los informes de las comisiones especializadas de Naciones Unidas sobre el calentamiento global dejan en claro que a este ritmo frenético de producción capitalista, en menos de cincuenta años, nuestra civilización estará colapsando. La crisis no sólo es financiera, es una crisis total, que va desde la economía hasta la moral (George,2010). Es una crisis civilizatoria, lo que significa que la forma de producir los bienes que el ser humano necesita se ha vuelto opuesta a su instinto elemental de sobrevivencia. Producir como ahora lo hacemos, no nos ayuda a vivir, por el contrario, nos está matando (Klein, 2010).

En el siglo XIX Carlos Marx desentrañó los ocultos secretos del régimen capitalista y, lo que es más importante, advirtió que la tendencia creciente a la acumulación del capital llevaría a la humanidad al borde del abismo (Guerrero, 2008). Esa advertencia se ha hecho realidad en nuestro tiempo. Nadie que piense honestamente puede negarle a Marx este mérito que no es el de un  adivino, sino el de un científico. Sus predicciones, basadas en el método dialéctico, han sido exactas.

Pero el método dialéctico de Marx no sirvió sólo para desentrañar la esencia depredadora del capitalismo, sino para proponer también su superación. En el límite de las posibilidades del capitalismo están las señales del nuevo tiempo, que los revolucionarios tenemos que aprender a ver. Eso es lo que debemos entender por cambio de época. Este es un momento histórico similar al que se vivió en la época del cristianismo, en la que el esclavismo había agotado sus posibilidades o, a la del siglo XVIII, en que el feudalismo expiraba y el capitalismo, precisamente, anunciaba su nacimiento.

Es evidente que estamos viviendo ese proceso de cambio en estos precisos momentos. Lo que no es cierto es que ese cambio se encamina al surgimiento de un socialismo como el que inspiró la revolución bolchevique de octubre a inicios del siglo XX. Pensar de esa forma sólo demuestra que no se ha sido capaz de asimilar las lecciones históricas que ese hecho nos dejó, y, demuestra además, que la sabia stalinista está metida hasta los huesos de los seudo revolucionarios de nuestra época. Nunca más un socialismo cosificado y anti dialéctico, como el que Stalinimplantó en la ex Unión Soviética, deberá volver a nacer.Junto con el capitalismo, deben ser botados al tacho de la Historia.

De Marx nos queda su método (Marx, 1976), aporte valioso para la crítica permanente que se debe hacer a la vida de las colectividades, nos queda su lúcida interpretación del régimen capitalista y su humanismo profundo sobre la sociedad del futuro, que para él era la sociedad comunista (Marx, 2009). Sus enseñanzas están incorporadas a la cultura humana de la misma forma natural que las conquistas de la física, de la biología o de cualquier otra ciencia que hayan contribuido a la ampliación de los conocimientos de nuestra especie, es uno de los gigantes, sobre cuyos hombros, otros seres humanos podrán avizorar el futuro, lo que no necesariamente significa que tenemos que ser marxistas para cambiar el mundo.

Marx fue el crítico más lúcido del capitalismo decimonónico y sus proyecciones científicas sobre la economía, la filosofía y la política han alumbrado la senda de los revolucionarios que han buscado honestamente una solución a los problemas de la humanidad, pero al ser su pensamiento fruto auténtico de la cultura occidental, se demuestra incompleto, en tanto no tuvo en cuenta el aporte de la forma de vida -y el pensamiento que la sustentaba- de los pueblos americanos que fueron sometidos por la civilización occidental europea. Hoy, quinientos años después, ha llegado la hora de la integración complementaria de lo mejor que produjo la crítica política de occidente, con el pensamiento pre colombino que se vio obligado a ocultarse para no desaparecer bajo la acción brutal de la conquista, extendida en el tiempo por el neocolinialismo y su apabullante cultura. Ese es el desafío teórico de nuestro tiempo.

El punto de coincidencia axial entre el socialismo científico de Marx y el pensamiento ancestral andino está en el carácter de la propiedad como fundamento de la organización social. Los pueblos originarios de América no conocieron la propiedad privada, habiéndose organizado en torno al colectivismo de la tierra y del trabajo. Los estudios históricos de Marx le llevaron a la conclusión de que la propiedad privada sobre los medios de producción determinaba la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre y que, por lo tanto, había que abolirla. Este es el punto de fusión entre el pensamiento ancestral andino y lo mejor del pensamiento crítico occidental, que es el socialismo.

El “pachamamismo” retórico desconoce la importancia del pensamiento socialista. El marxismo dogmático hace lo mismo con el pensamiento ancestral. Ambos están equivocados y, con su actitud, cierran las puertas al desarrollo de un nuevo pensamiento.

Ñucanchi socialismo sostiene que el cambio de época a nivel planetario viene rodando sobre los rieles de este nuevo pensamiento, enterrando con sus concepciones la visión dogmática del pensamiento marxista y la ilusa pretensión pachamamistade dar las espaldas al mundo occidental, del cual, aunque no lo queramos, somos parte. El nuevo mundo, la nueva civilización, nacerá de esta necesaria fusión teórica. Ella ha comenzado a perfilar, en el pensamiento y la conciencia de los revolucionarios de esta época, el mundo del futuro.

Ñucanchi socialismo trabaja incansablemente en la formulación teórica de todo lo que se desprende de la reflexión anterior. Sabe que ella es la estructura del nuevo pensamiento, comprende que ahora es cuando tenemos que agotar nuestras vidas en la batalla por demostrar la justeza de estas nuevas concepciones y no se engaña al afirmar que el enemigo que ahora tenemos al frente es el gobierno de Rafael Correa. Su concepción del Buen Vivir es antagónica con la concepción del Sumak Kawsay Revolucionario. Sabemos que para construir la sociedad del Sumak Kawsay tenemos que “hacer saltar en añicos” el capitalismo depredador y brutal. Como ya lo dijimos en otro documento: “No puede haber sociedad del Buen Vivir si antes no se cambia la matriz productiva. El SKR propone invertir la importancia de la propiedad en el Ecuador, colocando en primer lugar la propiedad comunitaria en todos los sectores y dando impulso prioritario a la producción agrícola. Esta tarea no es de unos, es de todos y será la base sólida de la construcción real del Estado Plurinacional e intercultural. El SKR supera la falsa discusión de si esto será postcapitalismo o socialismo. Será el estado Plurinacional, con todos y para bien de todos, como quería Martí. Nuestro Estado, nuestra sociedad, nuestra vida, nuestro futuro, la sociedad del Sumak Kawsay que recupera la memoria y rompe con las raíces de la dominación colonial y neocolonial. Otra realidad, otra civilización (Oviedo, 2013).

Las siguientes premisas son necesarias para iniciar este proceso:

1.            Respeto a la naturaleza. Significa estar en contra de las bases civilizatorias del Buen Vivir: el industrialismo, el extractivismo, el desarrollismo,  la quema de combustibles fósiles y todas sus consecuencias. Al rescatar esta premisa de las sociedades ancestrales la ubicamos en la base de la nueva civilización.

2.            Respetar al individuo como portador de su libertad que se convierte en libertad colectiva cuando el individuo  toma conciencia de los objetivos que la sociedad persigue. El colectivismo sólo es real cuando se anula, no al individuo, sino al individualismo. La libertad individual, que está en la base de las sociedades occidentales, tiene que ser respetada.

3.            Cambiar las bases gnoseológicas del conocimiento. El método cartesiano se ha vuelto obsoleto, tiene que ser sustituido por otro. Las nociones ancestrales del conocimiento integran la unidad, no la desintegran. Es un sistema de sistemas, en el que uno existe en función de otro y así sucesivamente hasta el infinito. Dañar uno, significa afectar el todo. Si el sistema educativo no prepara al ser en estas concepciones, no hay esperanza. La nueva civilización tiene que acercar al ser humano a la naturaleza. Los niños tienen que volver a recordar que la leche viene de la vaca y no de la funda.

4.            La civilización del Sumak Kawsay debe sustentarse en la agricultura. Los bienes industriales, en última instancia, son prescindibles; los que nos da la tierra, no. La lucha por la seguridad alimentaria a nivel mundial se sustenta en esta premisa. La humanidad tiene que recuperar la memoria de que su esencia es la tierra, el agua, el viento y el fuego. Para un ciudadano de Nueva York, o de Hong Kong, será difícil aceptarlo, pero al fin, la realidad le impondrá esta verdad.

5.            La lucha más efectiva contra el capital es controlarlo desde el Estado, lo que no quiere decir eliminarlo. Si no es posible eliminar al individuo, tampoco es posible eliminar la iniciativa individual. El emprendimiento no puede desaparecer, pero debe dar para vivir. Dar calidad, bienes perdurables. La plusvalía de su producción debe tener un límite, cuyo estándar debe ser la dignidad humana, tanto para el capitalista, como para el trabajador, así como para la naturaleza y el medio ambiente

6.            Reducción de la plusvalía. La reducción de la plusvalía crea más oportunidades para todos los individuos, porque evita la mega concentración de la riqueza. Esto hace posible la reciprocidad ancestral, superando el error del socialismo del siglo XX de la igualdad absoluta entre los seres humanos y del antagonismo irreconciliable de las clases sociales. Hoy sí existen clases diferenciadas, como una muestra monstruosa de la inequidad. Debido a la concentración de la riqueza los seres humanos han perdido hasta la esperanza. El SKR estimula la superación individual porque el ser humano recupera la confianza en su esfuerzo. El trabajo deja de ser una esclavitud, pasa a ser la base de la libertad en el marco de una competencia creadora y estimulante.

7.            Un Estado popular que lleve adelante el SKR es necesario, pero para hacerlo tiene que estar en manos de quienes así piensan. En este nivel de desarrollo de la sociedad humana, sin ser la única,  la forma más adecuada de llegar al poder  es la participación política en el sistema vigente. Las concepciones del SKR, donde mejor se pueden concretar, son en una estructura partidaria. De su ideología surgirá su organicidad.

8.            Todos podremos participar de esta cruzada civilizatoria, menos los que defienden y representan el viejo capitalismo. El nuevo amanecer es obra de todos. La nave en que viajamos siete mil millones de seres humanos, más todas las especies animales y vegetales y todos los recursos naturales que tenemos para sobrevivir, no puede seguir en manos de pequeñas minorías voraces a las que poco importa la suerte de las mayorías.

9.            Dar por superada la discusión al interior de la izquierda como requisito para avanzar en la lucha por una nueva civilización. La izquierda stalinista, en todas sus variantes, es un lastre que impide el avance. El SKR es otra izquierda, que comienza a construirse sin los vicios de la vieja (Ver: Oviedo, 2013).

 

* Escrito para el libro: Sumak Kawsay vs. el Buen Vivir.

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