La noticia del aluvión en La Comuna y La Gasca, en enero pasado, no solo alertó a la opinión pública quiteña o ecuatoriana. A la investigadora y académica colombiana Andrea Gómez Salazar ese suceso le recordó sus investigaciones en las laderas del Pichincha y también una catástrofe ocurrida en Cali en 2019.
Yerling Aguilera, exiliada tras su participación en las revueltas nicaragüenses de 2018, ha vivido en varios puntos de Europa desde entonces, y acaba de visitar Quito para participar en la presentación del libro Desbordes. Estallidos, sujetos y porvenires en América Latina, editado por la Oficina Región Andina de la Fundación Rosa Luxemburg (FRL).
Desbordes. Estallidos, sujetos y porvenires en América Latina, reúne seis estudios de caso y otros tantos comentarios contextualizadores sobre las protestas y manifestaciones que, en tiempos recientes, agitaron la vida social y política de varios países de la región como Nicaragua, Chile, Ecuador, Colombia y Perú.
"Las personas trans e intersex han estado autogestionando su salud por años, y esto ha llevado a que haya intervenciones de alto riesgo, como las trabajadoras sexuales trans en ocupación de calle, que recurren a los polímeros, a la silicona, al aceite de bebé o al aceite de cocina, todo por alcanzar la libertad estética y una nueva construcción corporal e identitaria”, detalla la antropóloga cultural María Laura Andrade, coordinadora del proyecto Salud en Cuerpos Distintos.
La población trans afronta un largo calvario para acceder a servicios de salud que merecen por derecho, ante la ceguera –real o fingida- de las autoridades políticas, sanitarias y de la mayoría de la sociedad. ¿Con qué ojos seremos capaces de sostener sus miradas?
María Arboleda, autora de “El indigenismo perdido”, en tiempos de su trabajo en la revista Nueva. La imagen fue tomada por la directora de ese medio, Magdalena Adoum.
Si sortea todos estos escollos, aquel “hijo doctor” que soñaba Florencio Sánchez consigue graduarse del tercer nivel educativo y puede lanzarse a realizar estudios de postgrado como becario. Claro que el Programa de Fortalecimiento del Talento Humano, vigente desde 2007 bajo la órbita de la Senescyt, también atraviesa momentos confusos de la mano de la pandemia y el relevo presidencial. De hecho, durante su campaña, Guillermo Lasso propuso reformar la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), cerrar la Senescyt y reemplazar el sistema de becas por otro modelo cuando asumiera su cargo: el alboroto que causaron esas declaraciones entre los propios beneficiarios –13 mil internacionales, 25 mil nacionales- lo obligó luego a desmentirse, aunque no por completo.
Todo el tiempo, los seres humanos entramos o buscamos salir de diferentes prisiones, reales o simbólicas. Esa faceta de nuestra condición es lo que explora “Sansón”, el primer largometraje de ficción del cineasta ecuatoriano Pável Quevedo Ullauri. La película se centra en la historia de Baldomero, un exboxeador que recupera su libertad luego de un largo período en la cárcel, solo para advertir que algunas rejas lo han seguido y otras lo estuvieron esperando.
A comienzos del siglo XX (en 1903, para ser precisos), el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez publicó la que sería una de sus obras más reconocidas: M’hijo el dotor. En ella, los sueños de ascenso social de una familia campesina que envía a su hijo a la ciudad para cursar la universidad, se ven interpelados por la forma en que sus saberes tradicionales colisionan con los conocimientos y costumbres adquiridos, en su nuevo entorno, por el joven aspirante a profesional.
“En varios aspectos, la nueva Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) es una colcha de retazos, le falta unidad y visión de sistema”, nos dice el exviceministro de esta cartera, Alfredo Astorga, y miembro del Contrato Social por la Educación (CSE). Se refiere, como es obvio, a la desprolija urgencia con que esa herramienta legislativa, ahora analizada por la Corte Constitucional, fue diseñada y aprobada, en los últimos meses de la gestión presidencial de Lenín Moreno; pero podría englobar a todo el sistema educativo sin que el concepto perdiese un ápice de precisión.
El destino suele ser un gran impostor. A menudo finge estar escrito de antemano y tenerlo todo previsto; pero apenas un instante después nos desorienta con enmiendas o tachaduras de principiante, giros inesperados y oportunidades que semejan condenas. Cuando niña Jutta Hipp soñaba, en su Leipzig natal, con un futuro entre lienzos y paletas; hasta su nombre, una variante de Judith –“la alabada”-, parecía augurarle éxitos y reconocimiento en el camino elegido.
Domingo 5 de febrero de 1967. Un par de horas después del mediodía, en el municipio de La Reina –un alejado suburbio de la ciudad de Santiago de Chile-, suena con fuerza la música de algún festejo familiar. Tal vez por eso, el eco solitario de un disparo tarda en causar alarma entre los pobladores. Solo algunos momentos más tarde advierten que Violeta Parra, vecina del lugar y una de las creadoras más notables de la historia chilena, acaba de suicidarse. Cuando su hijo Ángel recibe la noticia por teléfono, lo atraviesan sensaciones contrapuestas: “(…) alegría por su liberación, tristeza por su ausencia que pensé definitiva. Error, desde ese día, su presencia no ha dejado de acompañarme”, anota en su libro Violeta se fue a los cielos.
En la región noreste de Sudáfrica, el Transvaal, viven los Bapedi. Son un pueblo paradójico: uno de los grupos étnicos más castigados por la discriminación y la violencia racial institucionalizada, tiene sin embargo una música tradicional festiva y alegre. Cuando Zenzile Miriam Makeba los conoció, siendo apenas una adolescente, se enamoró de ese rasgo que ella compartía desde pequeña, en un país donde las rejas y los golpes oscurecían los sueños de la inmensa mayoría. “Cuando niña, me gustaba trepar a los árboles y ponerme a cantar. Me imaginaba que era un pájaro y volaba…”, recordaba.
Los libros tienen paciencia. Con calma, nos aguardan en su rincón de las palabras hasta que estamos listos para leerlos, y al abrirlos vuelcan todos sus mundos internos a nuestro alrededor. Pero a menudo ese encuentro se demora o acaso –para nuestra desgracia- nunca se produce. “Nosotros trabajamos para que eso cambie”, enfatiza la narradora y mediadora de lectura Laura Montilla, integrante de la actual directiva de Girándula, organización que esta semana inicia sus habituales actividades de promoción lectora.
La tentación de caer en el lugar común es muy fuerte y repetida en los medios de comunicación: toca a su fin un año “diferente a todos”. ¿Hubo alguno que no lo haya sido? ¿Lo habrá después? Claro, vivimos el curso incierto de una pandemia –pocas veces estuvimos tan informados y tan confundidos, al mismo tiempo, y sobre un mismo tema-, y el confinamiento derivado de ella hizo que se modifiquen muchos aspectos de lo que conocíamos como normalidad.