27 de diciembre del 2017
“Que nos roben todo, menos la esperanza”
Rafael Correa
“En la ausencia de justicia, ¿qué es la soberanía sino un robo organizado?”
San Agustín
Para dimensionar esta cifra, comparémosla con el monto oficialde deuda externa pública registrado en noviembre de 2017, que llegó a los 31.626 millones de dólares. En efecto, con los recursos que, al parecer, el correísmo saqueó – o contribuyó a saquear – se podría pagar toda la deuda externa pública (y hasta sobraría). Otro ejemplo: si tomamos la cifra del saqueo y la dividimos para el estimado de población ecuatoriana a diciembre de 2017 podríamos decir que, en promedio, a cada ecuatoriano se le habría robado alrededor de 2.144 dólares; robo que, para una familia promedio de cinco miembros, equivaldría a unos 10.720 dólares…
Si las cifras en sí mismas no son suficientes para comprender la magnitud de la “corrupción galopante” –
tal como la definió el presidente Lenín Moreno– que se vivió en la década correísta, la podemos complementar con casos concretos de corrupción (que en su mayoría muy seguramente ya se encuentran incluidos en las estimaciones de la Comisión Anticorrupción). Algunos
pocos ejemplos:
–
Manejo corrupto de casos petroleros delicados como sucedería con
Petrobras, que habría generado pérdidas por alrededor de 2.500 millones de dólares.
–
Hidroeléctricas con sobreprecios millonarios (p.ej.
Manduriacu), retrasos, funcionamientos parciales, y hasta el uso de endeudamiento externo caro (sobre todo chino, generando una deuda con el país asiático de unos 2.888 millones de dólares).
–
Incremento salvaje y nada transparente de la deuda pública, al punto que a octubre de 2017 entre la deuda oficial y las deudas no reconocidas (p.ej. preventas petroleras, facilidades de liquidez del Banco Central, fondos transferidos a la banca pública, deudas con proveedores, deudas con Schlumberger, deudas con la seguridad social…) se habría superado los 60 mil millones de dólares.
–
Plantas de gas con sobreprecios, retrasos y hasta problemas técnicos como
Monteverde y
Bajo Alto; sobreprecios, mal funcionamiento, y derroche en varios proyectos de obra pública como:
carreteras, aeropuertos (p.ej.
Tena,
Santa Rora),
plataformas gubernamentales, sede de la
UNASUR, escuelas del milenio pésimamente planificadas, universidades disfuncionales como
Yachay e
IKIAM, etc.
Tanto las cifras como los distintos casos del saqueo correísta son abrumadores. Solo pensemos en que mientras el correísmo se llenaba de frases como “¡Avanzamos Patria!”, “El Ecuador ya cambió”, “Patria para siempre”, “manos limpias y corazones ardientes”, en las sombras o incluso a plena luz del día se robaba al país de forma infame. De hecho, el gobierno de Correa, por medio de su postura autoritaria y su
abuso del poder, incurrió precisamente en una de las esencias de la corrupción, tal como -paradójicamente- se indicó con claridad en el Plan de Gobierno de Alianza País 2007-2011 (
pp.24-25):
“Corrupción […] entendida no sólo como actos reñidos con la ley, sino como el abuso de poder por parte de individuos u organizaciones sea en el ámbito público o privado, en actividades económicas, políticas, sociales, empresariales, sindicales, culturales, deportivas, que beneficien directa o indirectamente a una persona o a un grupo de personas”
Tal traición a los postulados que dieron vida al proyecto político que llevó a Correa al poder hacen ver, con claridad, que el color verde de la bandera correísta perdió su sentido original, y se volvió un verde apasionado, pero por el dinero y el poder…
Finalmente recordemos que la década correísta registró una bonanza sin igual: entre enero de 2007 y abril de 2017 el sector público no financiero, sin seguridad social, llegó a obtener unos 256 mil millones de dólares en ingresos. Con todos esos recursos se pudo promover transformaciones estructurales en el país. Eso no pasó y más bien se dejó a nuestra sociedad en una grave crisis en donde lo económico, lo político y hasta lo humano están cayendo en decadencia.
La memoria de nuestra sociedad no debe olvidar eso. Por lo mismo, no debemos dejar que esta historia se repita. Si bien -aún- no caemos en un caos como el del tornasiglo, el horizonte no es esperanzador, pues el correísmo se lo llevó todo, hasta la esperanza…
Lo único que se olvida Alberto Acosta es que es parcialmente culpable de este desastre al permitir que Rafael Correa se convierta en caudillo al “dar un paso al costado” en la dirección de la Asamblea Constituyente. ¿Cuando escribe sobre eso?