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viernes, septiembre 20, 2024

BOLÍVAR ECHEVERRÍA: ITINERARIO VITAL DE UN PENSADOR Y UN REVOLUCIONARIO.

BOLÍVAR ECHEVERRÍA: ITINERARIO VITAL DE UN PENSADOR Y UN REVOLUCIONARIO.

Mateo Martínez Abarca*  Revista Q

Poco antes de su muerte, el escritor mexicano Carlos Monsiváis concedió una entrevista en la que, entre muchos otros temas, disertó sobre la diferencia entre el intelectual público y el académico, afirmando que el primero se encuentra en “etapa de extinción” siendo actualmente sustituido por el segundo. Subrayó además que todos los países han tenido al menos uno, entre otros Borges en Argentina, Cabrera Infante en Cuba y Bolívar Echeverría en Ecuador.

Sin temor a exagerar, habría que añadir a la reflexión esbozada por Monsiváis que Bolívar Echeverría no solamente fue y sigue siendo el pensador de mayor estatura intelectual de la historia ecuatoriana; sino que constituye uno de los referentes cruciales de la filosofía crítica contemporánea tanto en América Latina como a nivel mundial. Si a esto se le suma su compromiso cercano con procesos que van desde el mayo del 68 alemán hasta insurrecciones indígenas como la del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en México; cabría decir que al talante de nuestro pensador, aquella definición de “intelectual público” probablemente no le haga suficiente justicia.

Bolívar Echeverría Andrade fue ante todo un Revolucionario en todo el sentido de la palabra y posiblemente ese sea su mayor mérito, sobre todo en un tiempo en el que como nunca antes en la historia humana; son urgentes alternativas frente a la barbarie planetaria a la que conduce la forma capitalista de la civilización moderna. Esto a razón de que el horizonte de todo el trabajo de Echeverría, fue contribuir con herramientas críticas que permitan no solamente diagnosticar la crisis que subyace en la estructura misma de la modernidad capitalista, sino también enfrentarla.

Que el mejor pensador de nuestra historia haya sido uno de los mejores lectores de Marx de nuestro continente, es causa para muchos círculos locales de una extraña urticaria. Invocar la palabra Revolución es pecado inclusive para la propia revolución. Nombrar a Marx es nombrar al diablo en la academia y proponer un mundo post capitalista es causa de risa para los medios de comunicación o los políticos. Hacerlo es causa de escarnio, de vilipendio y cuando no, de persecución. Todo parece estar amedrentado por el capital, todo parece obedecerle y subsumírsele.

Ser revolucionario – y revolucionar la teoría- es una práctica que requiere muchísima valentía. Bolívar Echeverría la tuvo a pesar de vivir un tiempo de múltiples crisis para el pensamiento marxiano y la izquierda, producidas fundamentalmente por el fracaso estrepitoso del proyecto revolucionario mundial y su mutación perversa en regimenes de capitalismo de Estado represivos y autoritarios. Cabe en este punto diferenciar claramente el discurso crítico de Karl Marx en su estado puro -al que se adscribía Echeverría-, de aquel propulsado por la escolástica soviética, la cual mutiló y sesgó constantemente su obra, precisamente para impedir que su potencial auténtico floreciera.

Bolívar Echeverría tuvo siempre inclinación hacia el pensamiento crítico, inclusive antes de marcharse a estudiar filosofía en Alemania a inicios de la década de los sesenta, país al que se arrojó junto a su amigo Luis Corral en búsqueda del filósofo Martin Heidegger, a pesar de tener ambos tan solo 19 años y rudimentarios conocimientos de la lengua. Junto a compañeros de estudios en el colegio Mejía y a amigos como el propio Corral, Ulises Estrella, o posteriormente Fernando Tinajero, Echeverría descubrió desde joven a Unamuno, a Sartre, a Simone de Beauvoir. Fundó grupos contraculturales, participó brevemente en el grupo de los Tzántzicos y se involucró en toda discusión del ambiente tumultuoso que fue la capital en ese entonces. Nunca más habría de volver a vivir de manera permanente en el Ecuador.

Una vez en Berlín, enfrentó condiciones sumamente duras como todo estudiante, pero a la larga logra conectar con un grupo muy interesante de estudiantes procedentes de la República Democrática Alemana, casi al mismo tiempo en que se levanta el muro de Berlín. Como consecuencia de los rigores, Luis Corral decide emprender el viaje de retorno al Ecuador, pero Echeverría se queda. Establece amistad con el descollante dirigente estudiantil de izquierda Rudi Dutschke y con el teórico Horst Kurnitsky, profundizando además en las lecturas no solamente de Marx, sino también de Karl Korsch, Georg Lúkacs, Karel Kosik, Franz Fanon y el Ché.

Durante toda la década de los sesenta, el trabajo del círculo al que pertenecía Echeverría, sentaría las bases intelectuales y políticas que luego eclosionarán en el mayo del 68 alemán. Sin embargo, Echeverría no consigue que renueven su beca de estudios en Alemania y tiene que partir, esta vez con destino a México. En este punto de su vida Echeverría busca la manera más adecuada de involucrarse en las luchas revolucionarias en América Latina, propulsadas sobre todo con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Viaja constantemente entre Europa y América Latina, estructurando redes de solidaridad y contacto entre revolucionarios de ambos continentes.

Ya en México, es testigo de la masacre de Tlatelolco, trabajando en grupos de construcción de solidaridad internacional con el movimiento estudiantil mexicano. Encuentra trabajo como profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde poco a poco va ganando prestigio. Durante los años setenta conduce varios seminarios de estudio profundo sobre El Capital, los cuales calarían en toda una generación de sobresalientes intelectuales tanto mexicanos como de toda América Latina. Colabora en diversas publicaciones desarrollando además su visión absolutamente original sobre una multiplicidad de problemas planteados desde la teoría política y la economía, los estudios de la cultura y el arte.

Bolívar Echeverría Andrade nació el primero de febrero de 1941 y aunque hace escasos días se cumplió un año de su fallecimiento, sigue renaciendo en cada palabra, en cada párrafo, en cada respuesta a cada pregunta crucial de nuestra conflictiva época, formulada en su obra. Renace constantemente en todos y todas quienes se le acercan y comparten con él su compromiso con la transformación del mundo.

*  Estudiante del doctorado en filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México

Este artículo fue publicado primero en Revista Q y es reproducido aquí por autorización del autor.

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