27 de junio 2016
Antonio Consejeiro, un campesino del nordeste brasileño, tuvo vocación sacerdotal en su juventud. Aunque no logró ser aceptado por la Iglesia católica se erigió como líder carismático de Canutos, un pueblo de campesinos, indios y esclavos del nordeste. Para ello tenía su carisma y un discurso milenario de armonía e igualdad con los que ganó seguidores entre las masas humildes y dirigió en una amplia revuelta contra la Republica, instaurada en Brasil a finales del siglo XIX bajo el lema de “orden y progreso”, revuelta que fue sofocada con miles de muertos por la intervención del ejército federal.
Hoy, 150 años después, hay un nuevo líder mesiánico en Brasil: Celso Russomanno. El tiene a su favor el respaldo de los humildes que forman las iglesias evangélicas y pentecostales y llega a sus seguidores mediante las pantallas de televisión. Opaco estudiante de derecho y periodista de segunda línea en su juventud, saltó al estrellato con el programa “Defensa del consumidor” donde jugó el papel de protector de los humildes, de fiscal que los defendía de las injusticias de los poderosos, para lo cual apeló a jueces y policías para que encausen y detengan a los delincuentes, así como apela el apoyo de las iglesias cristianas, con un discurso moralista y conservador. Cuando cambió su papel mediático por el electoral se transformó en el diputado más votado de Sao Paolo y se proyecta ahora como líder nacional, posible candidato para las elecciones presidenciales.
No tiene la imagen de político desgastado, su liderazgo fue forjado como un outsider de los partidos, ganando la adhesión entre las mayorías silenciosas cansadas de la política. También contribuye a ello su imagen paternal, de un líder próximo a las personas, a las que escucha, abraza y comprende en sus angustias y sufrimientos. El frio liderazgo de la Presidenta Dilma se sustenta en el cálculo exacto, en la fría estimación de costos del Estado y en la expectativa de un ciudadano racional que mide el rendimiento de los políticos por los beneficios que puede esperar del Estado y el acceso a los servicios públicos.
Celso en cambio es un consejeiro que habla el lenguaje de los afectos, que se preocupa de cuidar a los marginados en ciudades donde reina el temor ante la delincuencia y donde las bandas del crimen organizado se disputan el control de favelas y los mercados de droga. En un Brasil que está en crisis, donde el “papá” Estado se hunde en la ineficacia, dejando sin solución la desigualdad, él aparece como el justiciero mediático que hábilmente defiende a los humildes.
En medio de esta sociedad brasileira, donde predomina la inseguridad, la inequidad y el temor, aparecen nuevos líderes mesiánicos como Celso. Nadie sabe de dónde salió. El “régimen” de organización popular, participación y representación construido por el Partido de los Trabajadores en torno a la “democracia como valor universal”, hoy se derrumba con la caída del PT y la crisis económica. El país que nació con la teología de la liberación, los sindicatos, la educación popular, que avanzó en los escenarios locales con los presupuestos participativos, que planteó disputar el sentido de la democracia en el país más desigual del plantea y logro unir a una amplia constelación de actores que deliberaba las política públicas, parece no existir más. La caída de Dilma y seguramente de Lula no es solo producto de una banda de mafiosos liderados por Temer, sino que es la causa de una sociedad conservadora, construida en el miedo, que cree en Dios y la familia como tabla de salvación, y que no está para deliberar ni para respaldar los movimientos de identidad, de género, LGBT y otro tipo de derechos, catalizados por el régimen participativo creado por el partido de los trabajadores contraminado por el mensalao.
En la era de la contrareforma Celso es uno de los líderes de mayor proyección, al igual que lo fue Antonio Consejeiro hace 150 años, pintado por Vargas Llosa en su Guerra del Fin del Mundo. Se erige como defensor de los humildes contra las promesas incumplidas de la modernidad, las instituciones corruptas y la democracia. Es la imagen del nuevo Consejeiro que gana el protagonismo en las pantallas de televisión y se convierte en el hombre de la mano dura, aliado de la policía y que despunta detrás del nuevo gobierno de Temer y de su gabinete de políticos corruptos.
Como decían mis colegas en un taller organizado en Puerto Alegre sobre los movimientos sociales[1], esto sí parece el fin del ciclo. No porque haya sido derrotada la izquierda en el campo electoral, sino porque una sociedad obscura, cristiana y conservadora, que estaba los márgenes de la sociedad civil y el régimen democrático, emerge para respaldar un golpe mafioso y fascista encargado de desmontar el tinglado de un régimen a construido por más de 40 años.
[1] Varias de las ideas recogidas en este artículo son producto del dialogo con los colegas como Marcelo Kunrath Silva y Franklin Ramírez, profesores de la UFRGS y FLACSO el 23 y 24 de Junio.